Al igual que ocurrió en la crisis de 2008, las élites empresariales, económicas y financieras están pretendiendo aprovechar la crisis económica provocada por la pandemia del Covid19 para aumentar la rentabilidad de sus empresas por medio de estrategias que conllevan o una reducción de los salarios o una destrucción masiva de empleo. Así lo estamos viendo, por ejemplo, en los ERE que tiene planteados el sector financiero en todo el mundo, donde se están destruyendo decenas de miles de puestos de trabajo sin que los gobiernos hagan nada para evitarlo. Esta pasividad gubernamental se acentúa en los Ejecutivos formados por partidos de izquierda que, por razones de Estado, permiten que las élites bancarias dejen en la calle a la clase trabajadora como herramienta para garantizar los beneficios de sus grandes accionistas.

Por esa razón, la implementación o el incremento del salario mínimo es una herramienta clave que los gobiernos están obligados a aplicar para que las víctimas de esta nueva crisis no vuelvan a ser los más débiles mientras las élites aumentan sus riquezas. Véase, por ejemplo, la polémica existente en el Ejecutivo de Pedro Sánchez en el que el presidente ha dado carta libre a Nadia Calviño, una ultraliberal convencida, para intentar, por todos los medios, paralizar cualquier ley o decreto que suponga un incremento razonable y justo del Salario Mínimo Interprofesional (SMI).

La inhumanidad del nuevo capitalismo es así. El único objetivo es incrementar los beneficios de las grandes fortunas a costa de lo que sea y la complicidad de los gobiernos, sobre todo de los de izquierda, los lleva a acercarse a la comisión de un presunto delito de lesa humanidad.

Un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha determinado que la pandemia del Covid19 está provocando que los salarios mensuales del 66% de los países se redujeran. Además, es probable que a corto plazo la crisis ejerza una inmensa presión a la baja sobre los salarios.

Los efectos más adversos de la crisis se han hecho sentir en el salario de las mujeres y de los trabajadores con remuneraciones más bajas.

Además, los datos muestran un aumento del salario medio en una tercera parte de los países. Sin embargo, ello se debe a la distorsión del valor promedio provocada por el gran número de trabajadores mal pagados que han perdido su empleo y cuyos datos ya no se incluían entre los de los asalariados.

En los países en los que se adoptaron medidas firmes para preservar el empleo, los efectos de la crisis se sintieron fundamentalmente como reducciones salariales, más que como pérdida masiva de puestos de trabajo.

El Informe Mundial sobre Salarios 2020-2021 indica que la crisis no ha afectado del mismo modo a todos los trabajadores. Las mujeres se han visto más perjudicadas que los hombres. De los datos se desprende que, sin los subsidios, la pérdida salarial para las mujeres hubiera sido del 8,1 por ciento frente al 5,4 por ciento para los hombres.

La crisis del Covid19 también ha asestado un duro golpe a los trabajadores con remuneraciones más bajas. Quienes tenían una ocupación de baja cualificación perdieron más horas de trabajo que quienes ocupaban un cargo directivo o profesional mejor remunerado. Según recogidos en el informe de la OIT, sin los subsidios temporales, el 50 por ciento de quienes menos ganan hubiera perdido una media del 17,3 por ciento de su salario.

Sin los subsidios, la cuantía salarial media perdida en todos los grupos hubiera sido del 6,5 por ciento. Sin embargo, dichas prestaciones compensaron el 40 por ciento de este monto.

Por otro lado, el crecimiento de la desigualdad a causa de la crisis del Covid19, podría dejar un desolador saldo de pobreza e inestabilidad social y económica de enormes proporciones. Según el director general de la OIT, Guy Ryder, «nuestra estrategia de recuperación debe centrarse en las personas. Necesitamos políticas salariales adecuadas que tengan en cuenta la sostenibilidad del empleo y de las empresas, en las que se aborden también las desigualdades y la necesidad de sostener la demanda. Si queremos reconstruir pensando en un futuro mejor, también hemos de plantearnos cuestiones incómodas, como por qué con tanta frecuencia las ocupaciones de gran valor social, como la de cuidadores y cuidadoras y personal docente son sinónimo de sueldo bajo».

Por otro lado, el informe incluye un análisis de los sistemas aplicación de salario mínimo, que podrían ser un factor determinante para conseguir una recuperación sostenible y justa. En la actualidad, el 90 por ciento de los Estados Miembros de la OIT tiene establecida alguna modalidad de salario mínimo. Ahora bien, incluso antes de comenzar la pandemia, a nivel mundial, 266 millones de personas –el 15 por ciento de todas las personas asalariadas del mundo– percibían una remuneración inferior a la del salario mínimo por hora, ya fuera a causa del incumplimiento de la normativa pertinente o porque su ocupación estaba excluida de la misma. Las mujeres son mayoría entre los trabajadores que perciben el salario mínimo o una suma inferior.

Un salario mínimo adecuado pone al trabajador a salvo de una remuneración baja y reduce la desigualdad. Sin embargo, lograr la efectividad de las políticas del salario mínimo exige un conjunto exhaustivo e inclusivo de medidas, significa ampliar la cobertura a más trabajadores, y establecer un salario mínimo a un nivel adecuado e ir actualizándolo, a fin de que los trabajadores y sus familias puedan tener un mejor nivel de vida. En los países en desarrollo y emergentes, la mejora del cumplimiento exigirá la transición de los trabajadores desde el sector informal hacia el sector formal.

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