Chi va piano, va sano e va lontano. Este dicho italiano, que exalta la prudencia como elemento clave para mantener la salud y para llegar lejos, refleja a la perfección lo que está ocurriendo en la actualidad. En estos días se está comprobando cómo el capital no prioriza la salud y la vida de las personas. Para el capital el dinero y las cuentas de explotación son lo fundamental. Hay que buscar el verde en los resultados, cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Si para lograrlo es necesario que mueran miles de personas, se hace lo que haga falta.

Las élites ya demostraron en el año 2008 su inhumanidad. Cuando vieron las consecuencias de sus inversiones tras la caída de Lehman Brothers, los grandes fondos se dedicaron a especular con los alimentos básicos que cotizan en los mercados. Los precios subieron, sus ganancias aumentaron, pero el coste en vidas fue incalculable, puesto que se produjo una gran hambruna en el Cuerno de África, una zona del planeta en la que el cereal es la base la alimentación, un cereal cuyos precios se habían disparado por los movimientos de las clases dominantes.

La crisis del Covid19 ha paralizado prácticamente las economías del mundo. Las élites pretendieron ganarse el corazón de las ciudadanías a través de donaciones millonarias. Sin embargo, estaban preparando el terreno para su ataque final que se está focalizando en las presiones a los gobiernos para que aceleren la desescalada.

Los ejemplos de los Estados que, o no han aplicado la prudencia que sí ha implementado el Gobierno de España o, directamente, han mantenido la actividad de las personas, demuestran el más rotundo fracaso tanto a nivel económico como a nivel humano.

Estados Unidos es el caso más evidente. La falta de protección social hacia la ciudadanía ha provocado verdaderas rebeliones. Incluso, un grupo armado invadió el Congreso de Michigan reclamando la suspensión del confinamiento y la reanudación de la economía. Las cifras están ahí: ni se han evitado las pérdidas económicas y el país gobernado por Donald Trump es el que más muertes y contagios por Covid19 tiene del mundo, un puesto alcanzado en muy pocas semanas.

En Europa también hay otros ejemplos. Suecia es el más evidente, donde la economía ha sufrido graves consecuencias y los costes humanos son un verdadero fracaso del modelo de confinamiento inteligente y responsabilidad social. Según los datos de Our World Data, el país nórdico está muy por encima de las ratios de contagios y muertes de los países europeos que sí han aplicado medidas como las implementadas por el Gobierno de Pedro Sánchez.

El plan de desescalada del Partido Popular, defendido a ultranza por Isabel Díaz Ayuso, y que recoge todas las reivindicaciones de las diferentes patronales de España, no de los trabajadores, por cierto, no hará más que llevar al más absoluto desastre económico y humano a España. Un rebrote del virus provocará un nuevo cierre económico y, esta vez, sin un colchón sobre el que sostener las pérdidas que, evidentemente, están teniendo las empresas y los autónomos, lo que devengará en una crisis humanitaria que ignota en España, muy superior a la vivida desde 1939 a 1950. Todo por precipitar la desescalada porque los empresarios están nerviosos por las pérdidas a corto plazo sin mirar lo que supondrá esperar unas semanas más al reinicio de la economía. Estas prisas no hacen sino levantar las sospechas de que un nuevo rebrote sea un buen argumento político para provocar la caída del Gobierno. En las mentes de la derecha todo es esperable cuando se trata de recuperar el poder que el pueblo les quitó con su voto.  

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