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Diez años del 15M: la revolución de los indignados

Aunque hoy se quiera ver el ocaso de aquel movimiento con la salida de la política de Pablo Iglesias, lo cierto es que hay cambios en las instituciones que se quedarán para siempre

María José Pintor
María José Pintor
Periodista en cuerpo y alma, licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad del País Vasco.
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análisis

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Hoy se cumplen diez años de aquella primera acampada del 15M en la que los jóvenes, y otros no tanto, que no se identificaban con partido político alguno, quisieron cambiar el mundo. La revolución de los indignados la llamaron algunos.

Una marea de revolución que exigía a gritos el fin de la corrupción, con un PP hasta las orejas de casos de cohecho, sobornos y financiación ilegal, y reivindicaba una sociedad más justa, más feminista y más ecologista. Así, el movimiento pilló a un PSOE muy tocado en su imagen más histórica, con la caída del mito de Felipe González y un gobierno, el de Rodríguez Zapatero, que vivía sus últimos y duros momentos tras una dura crisis económica que no vio venir.

El PSOE dejaría hacia tiempo de representar a estos indignados. Que tampoco supo reaccionar ante la marea del 15M, ya descolocados y a punto de pasar a la oposición.

Aunque hoy se quiera ver el ocaso del 15M con la salida de la política de Pablo Iglesias como el fracaso de aquella revolución, lo cierto es que hay cambios en las instituciones que, salvo que gobernara la extrema derecha, se quedarán para siempre. España y sus instituciones son hoy más feministas, más plurales con un gobierno de coalición por primer vez en su historia, y con una carrera imparable hacia un país sostenible con intensas políticas sobre medio ambiente.

Las acampadas y movilizaciones

Y ahí salían a miles los progres, por plazas, ciudades y pueblos, dispuestos a que la marea del «Sí se puede» cambiaran para siempre -o eso pensaban- la política, las instituciones y las redes sociales.

El 15M cambia el objeto del debate político y sus formas, y puso en cuestión a todas las figuras e instituciones que protagonizaban el relato de la cultura de la transición.

Se dio un vuelco al bipartidismo, a la propia Corona, a la hegemonía de buena parte de los medios de comunicación y, sin duda, a las redes sociales de los que durante un tiempo fueron los reyes indiscutibles.

«Es hora de ponerse en movimiento, hora de construir entre todos una sociedad mejor«, decían, mientras creían en un mundo más justo, con posibilidades para todos y que reclamaban unas políticas e instituciones que se quitaran la caspa tras años desde la Constitución del 78.

Todavía el año pasado, según publicaba Diario16, el entonces vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, también aún líder de la formación morada, reivindicaba la importancia que tuvo el 15M, por su noveno aniversario. 

Historia del país

Iglesias aseguraba hace sólo un año que este movimiento social «marcó la historia del país» porque, a su juicio, desde ese momento, se pusieron sobre la mesa los objetivos de desarrollo sostenible y de la Agenda 2030, que precisamente es una de las áreas de las que él se encargó en el Gobierno mientras formó parte del Ejecutivo de coalición de Pedro Sánchez. Razón no le falta.

Pero no contaban los del 15M, ni la coalición morada con la que luego se sintieron identificados, con la irrupción de la extrema derecha con la que los fieles al bipartidismo llegaron a compararles. De tanto repetirlo, mucha gente lo creyó. Y es que tampoco existía el bien montando sistema de bulos en redes sociales que hacen que una mentira retuiteara muchas veces parezca una verdad.

Los nostálgicos del 78 insisten en que sin un 15M y Podemos, nunca hubiera llegado la extrema derecha. Es probable que la ultraderecha naciera en España como respuesta a esa marea que reclamaba la caída de las instituciones como La Corona y tomar, de forma democrática a través de las urnas, el Parlamento. Pero no hizo falta, tanto en EEUU y buena parte de Europa la ultraderecha, sin Podemos, irrumpió también en sus instituciones.

Premisas del «Sí se puede»

Lograr llegar a las instituciones, y gobernar, fue una de las premisas del «sí se puede» que salió de la Puerta del Sol y pilló desprevenida a la clase política cuando Podemos entró en los parlamentos. Primero será en Europaopa, para después entrar en el Congreso y el Senado como un elefante en una cacharrería.

Hoy, sin Pablo Iglesias en la política ni en las instituciones, por su renuncia voluntaria la noche del 4M tras el debacle de la izquierda en las elecciones de la Comunidad de Madrid, y ya hasta sin coleta -la misma que se convirtió también en parte de la simbología del 15M- , parece que se cierra un ciclo que comenzó aquel 15M de hace diez años y que llena de nostalgia a sus protagonistas. Otros, sin embargo, respiran hondo mientras aspiran a la vuelta al bipartidismo.

Todo dependerá de la permanencia en las instituciones de Unidas Podemos y del propio Errejón con su Más País. Pero demasiadas cosas han transformado a los herederos políticos del 15M desde que en 2014 Pablo Iglesias e Iñigo Errejón, unidos por sus manos y brazos como hermanos, pusieran en marcha Podemos.

El Chalet de Galapagar

Aún así hay cosas que llegaron con el 15M para quedarse. Afortunadamente. Otras, se perdieron para siempre entre los escaños, los despachos, las moquetas y el chalet de Galapagar. En el castigo les va la penitencia.

Pero la persecución, los fake, las amenazas y los escarches durante más de un año en los alrededores de su hogar contra los miembros del Gobierno Irene Montero y Pablo Iglesias, nada justifican las acciones de odio contra quienes, pudieron equivocarse muchas veces, pero jamás se apoltronaron para quedarse en las instituciones. A las pruebas nos podemos remitir.

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2 COMENTARIOS

  1. Hace diez años los indignados llenaban la plaza de Madrid. Los gritos de asco por el comportamiento de las «autoridades» ya era inaceptable.
    Ahora, la plaza vuelve a llenarse con gritos de alegría y desmesurado comportamiento fuera de tiempo.
    Una «ayusada» prometiendo cerveza y libertinaje, que no libertad, hace que se olvide la indignación por la mala praxis de las autoridades de hace diez años. Un Gran Hombre le cae la moral en los pies al ver que la gente se comporta como una pandilla de borregos. Contentos porque los llevan al matadero, pero con la música que ellos quieren. Y, se va a casa. esperemos que no se vaya muy lejos. Todavía le necesitamos

  2. En los años 2012 y 2013 una amiga me dijo: Debes ver a Pablo Iglesias lanzando sus “reflexiones políticas” en la cadena neofranquista TRECE, al lado de los más preclaros defensores del franquismo.

    Otro amigo me telefoneó para que viera alguno de los programas donde aparecía el mentado «dando clases» de marxismo.

    Me pregunté de inmediato por qué un medio de la extrema derecha española mostraba tanto interés en publicitar a aquel profesor adjunto de ciencias políticas. Ahora lo veo claro. Mientras Pablito huye, Vox crece.

    Aquellas algaradas en la Puerta del Sol nunca me interesaron porque carecían de espontaneidad y mucho de estrategia política del PSOE de Zapatero (referente mundial del socialismo, según Iglesias), diseñada y construida desde el despacho de Rubalcaba cuando aquel personaje fungía como ministro de Interior, tal vez para «recuperar» aquella Izquierda Socialista que fue diluyéndose paulatinamente hasta convertirse en Podemos.

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