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Reaparece el “capo” del PP, Martínez Maíllo, que busca su minuto de gloria a costa de Grande-Marlaska

Bronca parlamentaria entre el ministro del Interior y el senador popular que ha jugado con suerte con la ilegalidad en casos como administración desleal en Caja Duero y, entre otras, por permitir la falsificación de 5.000 firmas de afiliados e ingresos en B por 500.000 euros

María José Pintor
María José Pintor
Periodista en cuerpo y alma, licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad del País Vasco.
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análisis

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Fernando Martínez Maíllo, “el capo” del PP -como le llaman algunos de los militantes de su partido en Castilla y León- ha querido recuperar cierto protagonismo y tener un minuto de gloria a costa del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska y la polémica por la destitución de Pérez de los Cobos.

Maíllo, en su intervención en su más estilo chulesco que recordaba a sus tiempos de gloria ya desaparecidos, ha insistido a Marlaska en que “claro que tiene que dimitir señor ministro, no puede ni un minuto más al frente del ministerio”.

No deja de ser sorprendente que quien supo burlar a la Justicia por presunto delito de administración desleal al haber dado el visto bueno en 2009, junto a otros 13 exconsejeros, a las refinanciaciones millonarias de los préstamos concedidos al entonces presidente de Caja España, el empresario Santos Llamas, exija a Marlaska su dimisión.

Hay también que recordar que el mismo Maíllo que ayer sacaba pecho en el Senado, a donde ha sido relegado por la nueva ejecutiva de Génova, pida decencia a Marlaska con una trayectoria intachable, cuando fue Maíllo, junto al presidente de la Junta de

Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, quien urdió un complejo plan para que Mañueco ganara  las Primarias en la comunidad y se hiciera con el poder . Así, ambos dirigentes, según fuentes del PP, permitieron la falsificación de cerca de 5.000 firmas de afiliados e ingresos en dinero B por un  valor cercano a los 500.000 euros.

Rosa Valdeón

Maíllo es también el que, en connivencia con Mañueco, pusieron contra las cuerdas a la entonces vicepresidente de Castilla y León, Rosa Valdeón, y quien iba a sustituir al frente de la Junta a Juan Vicente Herrera, hasta llevarla al límite y hacer público, una vez conseguido, en sus medios afines los resultados de un control de alcoholemia.

El mismo Maíllo que organizó en Zamora, cuando Rosa Valdeón era alcaldesa, una obra de teatro multitudinaria en la que utilizaba una imitación de la primera edil a la que ridiculizaba ante las risas de todos los presentes y en presencia de la propia Valdeón.

Y fue la propia Valdeón la que denunció públicamente las «prácticas mafiosas» en el PP  de Maíllo, de las que también se cree víctima.

Poco acertado, por tanto, ha estado el PP al elegir a Maíllo para exigir dimisiones a nadie.

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