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María Sanchón, héroe de la España Vaciada

María José Pintor
María José Pintor
Periodista en cuerpo y alma, licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad del País Vasco.
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análisis

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La edad y el Alzheimer se han llevado a María Sanchón. Una de las mujeres que hicieron la historia de este país sin ni siquiera ser consciente de ello.

Siete hijos, un marido y una vida intensa, que partía de la pobreza y las canteras de piedra, en plena tierra de Castilla, daban pocos opciones a esta mujer nacida en el 1932.

Lavar al río

Siempre me impresionó conocer que cuando yo nací, cuando mi madre desde que llegó al mundo tenía agua corriente en su casa familiar, María todavía carecía de ese privilegio en su municipio de Villamayor de Armuña en Salamanca. En el río lavaba la ropa de sus siete retoños y la de los señores ricos del pueblo.

Pero María iba al río a lavar cuando las lavadoras ya habían entrado en buena parte de los hogares españoles. Cuando España despertaba al turismo y a Benidorm.

Pero lo que más me sorprendía es lo orgullosa que estaba de contarlo. Ni un día hubiera restado a su vida hasta que su hija Cruz murió. Ahí todo cambió.

Esa misma mujer que no tuvo estudios, apenas controlada las reglas más básicas para leer y contar, fue la persona más sabia que jamás tuve delante.

Trabajadora, lista y rápida como un lince, atrevida, luchadora y adelantada a su tiempo, jamás echó la culpa a gobierno, institución o persona alguna de sus penurias. Si la generosidad tuviera un nombre sería de mujer, y llevaría el de María.

María la del cantero

Para María Sanchón, la hija del cantero, cuyos hermanos después supieron sacarle a esa cantera de piedra de Villamayor provecho y hasta prestigio con la misma piedra de las que están hechas las catedrales y los principales monumentos de Salamanca, nada era imposible.

Pero fue siempre tan práctica que nadie le suponía un problema. Así, cuando dos de sus hijos se presentaban a las elecciones por partidos distintos (Dori Ruano fue concejala socialista en Salamanca), frente a Salvador Ruano que es aún concejal del PP en su pueblo, Villamayor, siempre supo cómo salir de esos dilemas sin problemas.

Banco de pobres en el colegio

Recordaba que de niños eran tan pobres, que en la escuela les ponían en un banco aparte. En un colegio público donde no había rico alguno.

Los humildes orígenes de su familia no la impidieron a María que facilitara a cada hijo que quiso estudios y un porvenir. Que supo hacerse con un esfuerzo casi inhumano con gallineros y pajares para que «mis hijos tengan el cacho tierra para empezar que yo no tuve». Pero eran siete, claro. Y había que trabajar mucho para ello.

El hombre de su vida fue un hombre trabajador, típico de estas tierras de Castilla. Ni un día de su vida se lamentó María de su suerte ni le hizo reproche alguno. Trabajaba la pareja de madrugada hasta la noche. Incansables ambos por un bien común: la familia.

Que había que cultivar garbanzos y repartirlos por los pueblos, se hacía. Que había que tener a punto el campo de fútbol del Salamanca, porque con eso se ganaba otro sueldo, era otra oportunidad. Que se lavaba en el río la ropa de otros, ¡lo que hiciera falta!. Y suma y sigue. Todo por la familia Ruano Sanchón.

Pues todo lo que se propuso lo consiguió esa mujer de la España Vaciada. Del mundo rural más profundo sin un sólo complejo. Porque María siempre estuvo orgullosa de sus orígenes, de lo que fue y de lo que consiguió. De cada uno de sus siete hijos. Donde hay desde campeonas del mundo de Ciclismo, como es el caso de Dori Ruano, hasta un torero, su benjamín, Salvador.

De todos sus hijos estaba orgullosa y para todos consiguió un buen futuro. Desde Carlos a Esteban, de Pili a Chari, la enfermera que tanto la cuidó y tanta paz le aportaba. Todos hijos de María, de la vida rural muy parecida a la de los libros de Miguel Delibes. De la más profunda España Vaciada.

La vida sin Cruz

Y Cruz. Su talón de Aquiles. Qué tan pronto se la llevó el maldito cáncer. Que hubiera mil veces preferido padecer María antes de ver sufrir y marchar a su hija. La hija de sus entrañas.

María pedía créditos cuando nadie lo hacía en la profunda Castilla, inventaba posibles negocios e iniciativas que les ayudaran a vivir un poco mejor. De dónde sacaba la inteligencia, el coraje y la fuerza, nadie lo sabe. Su marido no la acompañaba en esas locuras. Ni falta que le hizo.

Pero jamás perdió María, ni con la muerte de una de sus hijas, la templanza, la estabilidad o la serenidad.

Es posible, sólo posible, que el Alzheimer que acabó con sus recuerdos -pero que ahí quedan seis de sus hijos para contarlos y un batallón de nietos- hubiera aparecido más tarde de no ser por el trauma que le supuso la muerte de Cruz.

Es probable que una mujer sana, que andaba cada día kilómetros ya en edad avanzada para mantenerse en forma, sin saber bien que era para eso, hubiera resistido aún más. Pero no pudo ser.

La primera bici para Dori Ruano

María compró con mucho esfuerzo la primera bici a su hija Dori, que después se convertiría en campeona del mundo de ciclismo. Esta hija, como el resto, que la llenó de cariño y de orgullo. Pero a la que vio caerse, sufrir, sangrar y sudar hasta verla vencer, triunfar y dedicarle su medalla. Al fin.

¡Con qué orgullo guardaba María la ropa de gala como deportista de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 de su hija Dori Ruano!.

¡Y qué decir del traje de luces «del Salva»!, como ella decía.

Mente privilegiada

María Sanchón tuvo una mente privilegiada en lo más profundo de los campos de Castilla. Nació sin oportunidades y consiguió casi todo lo que se propuso para todos y cada uno de sus siete hijos e hijas.

Orgullosa de sus raíces, de su tierra, de su vida y de su lucha, María se va, como llegó, sin causar un problema a nadie. Porque es de esas mujeres que nacieron para sumar y compartir.

Si las gallinas ese día le ponían cuatro huevos, los cuatro los daba. Si su hijo Carlos le llevaba unas botellas de vino de su propia cosecha, las regalaba con orgullo antes de que acabara la jornada. Como te acercaras a su casa de pueblo a la hora de comer, o comías de sus famosas lentejas o te llevabas la comida a casa.

María sólo daba, nunca se quejaba y siempre sonreía.

Nos quedó por hacer el libro de su vida. El Alzheimer nos restó tiempo. Pero quién sabe…

María es un ejemplo de las héroes de la España Vaciada. Con admiración y respeto imponente espero que descanse en paz. Se lo ganó a pulso.

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