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Sobre todo Dios (B)

Filosofía para pobres (XVIII)

Francisco Silvera
Francisco Silverahttp://www.quenosenada.blogspot.com.es
Escritor y profesor, licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y Doctor por la Universidad de Valladolid. He sido gestor cultural, lógicamente frustrado, y soy profesor funcionario de Enseñanza Secundaria, de Filosofía, hasta donde lo permitan los gobiernos actuales.
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análisis

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Un amigo singular me recuerda que si en una carretilla de mano alargáramos los brazos hasta el infinito: el esfuerzo tendería a cero, se podría transportar cualquier cosa sin hacer nada. Hay en su interior una lógica ilógica, la matemática me lleva a esa conclusión pero ¿dónde hay una carretilla de brazos infinitos?

En esta aporía queda explicada toda la Teología judeo-cristiano-musulmana y la Filosofía Escolástica y la teología hasta hoy. La idea de Dios es tan perfecta que ha de designar a un ser que no podría carecer de nada, pues en el caso de poder concebir una carencia admitiríamos una imperfección y por tanto una contradicción en sí misma, por eso es imposible que no exista, su definición prueba su existencia (ca. XI “Anselmus et alii dixerunt”). Debemos entender que el paradigma que estructura todo conocimiento en la Edad Media y la base del pensamiento que estratificará todo ideario hasta el siglo XIX será esta creencia en la divinidad, que no necesariamente ha de parecerse tanto como pensamos a la nuestra.

Una de las tesis que vamos a mantener es que, teológicamente, el cristianismo hasta el racionalismo cartesiano (hoy persiste en sus versiones más burdas) es materialista, puesto que el Cielo o “Habitáculo de Dios” realmente es un lugar no diríamos físico, para evitar debates, pero más o menos: ¡Lo es! (literalmente “etéreo”), allá en los confines de las últimas Esferas del Universo. Porque el cristianismo terminaría adaptando a su geografía dogmática el universo pitagórico-ptolemaico, pero para entenderlo bien lo primero es descartar la idea de un “paraíso” espiritual, eso explica la facilidad para creer en una especie de “apocalipsis zombie” con resurrección en cuerpo y alma (vigente todavía hoy) o para asumir la creencia en la “dormición” de María, bastante tardía, y elevada en cuerpo y alma al Paraíso, concepto imposible de entender desde la teología espiritualista actual.

No todos los creyentes lo vieron así. Recordemos a un tal Cosmas Indicopleustes (ca. 550) que pretendía que el mundo, lejos de esferas rodantes y éteres maravillosos, no era más que un cajón cuadrado parecido al tabernáculo de Moisés, siendo el cielo la tapadera que habría de abrirse el Día del Juicio Final. Compárese con las teorías de pitagóricos, Aristóteles, Ptolomeo o el Aristarco de Samos que ya propusiera un cierto heliocentrismo, y podremos hacernos una idea del “daño” intelectual sufrido.

El pensamiento cristiano necesariamente pivotará entre el dogmatismo feroz y las vagas evoluciones de la filosofía greco-latina, especialmente partiendo del platonismo y las corrientes inspiradas por él, que ya habían tenido un eco judaico con Filón de Alejandría (ca. 25 dC) y su lectura de la Biblia; el Platón cristiano (Macrobio y Calcidio, ca. s. IV ) es sencillo de entender: aplíquese lo de las formas a Dios, siendo éstas sus pensamientos; la realidad material es una plasmación imperfecta de esas ideas-formas y nuestra ignorancia una suerte de embriaguez u olvido por culpa de la materia del cuerpo que no nos permite llegar a Dios, nos ciega para su luz… sólo renunciando al cuerpo y al mundo recordaremos (anámnesis) la Verdad. Ya hemos visto que con la vigilancia armada de la Iglesia: la obra de Platón llegará supuestamente completa (y más) hasta nuestros días, mientras todos los demás han sufrido cierta… persecución.

A san Agustín de Hipona (muerto hacia el 430), seguidor de esta vía interiorista perviviente hasta la creencia actual vaticana (observando nuestro interior, esto es, el alma, vemos a Dios) debemos algunas de las ideas que han conformado el cristianismo en general, curiosamente quizá fruto de sus desviaciones juveniles en la Roma consumidora de cannabis y prostitución (con frutos). Huyendo de su pasado juvenil maniqueo (doctrina que sostiene que el mundo es el escenario de la lucha entre dos divinidades, el Bien y el Mal) y basándose en el Símil de la Línea platónico, identificó el Ser perfecto con el Bien y, por tanto, al Mal con el No-ser; el mal no existe, literalmente, entre otras cosas porque su existencia sería atribuir una imperfección al Creador que por definición no puede haber hecho nada mal, ¿podríamos atribuir la existencia del mal a un ser esencialmente bueno?

A partir de aquí el cristianismo será simultáneamente dos religiones diferentes: una que sostiene junto a Dios la existencia de una potencia maligna (versión muy apta para asustar y buscar explicaciones torticeras, más populachera… para el vulgo y sus fantasmas y posesiones) y otra que limita la existencia del mal a la imperfección entendida como alejamiento de la esencia divina y al desconocimiento humano por incapacidad frente a lo divino absoluto (esto ya es teología elevada para gente con estudios).

A eso añadió Agustín la idea del “libre arbitrio” como aditivo necesario para poder explicar el pecado, transmitido por el carácter corrompido del acto sexual (puesto que el alma viaja en el semen masculino con su pecado fundacional) y lavado en primera instancia por el bautismo, de ahí la novedad de necesitar bautizar cuanto antes a los recién nacidos, destinados si no al limbo o al infierno (nunca quedó claro que les podría ocurrir al morir en pecado… hoy se salvan); a partir de ahí sexo y pecado original, penalizando a la hembra como originadora, quedarán vinculados, y la Iglesia se garantizará el bautizo de neonatos en masa… por si acaso; como ya vimos, el texto originario habla del Árbol de la Sabiduría y la expulsión previa a comer del Árbol de la Vida que da la inmortalidad divina, nada que ver.

Dicen algunos que ésta es la gran aportación intelectual del cristianismo: la idea de la Libertad; yo creo que ésa es una afirmación un pelín grandilocuente, a poco que se medite se ven sus límites: si somos libres Dios es imposible, pues habría que admitir que podemos hacer algo que su omnisciencia no conociera (y sería contradictorio), y si nada podemos hacer que él no sepa: entonces no somos libres (¿fue Judas culpable de su traición?, aplíquese a criminales variados). O sea que San Agustín pareció decir algo para no decir nada o dejarlo posado en el misterio de la Gracia salvadora, que no sabemos lo que es.

La idea de una Iglesia Universal (que es lo que significa “católica”) como reflejo especular del mundo divino aquí en la Tierra (y por tanto una realidad que nos sobrepasa) se apuntala en Sobre la Ciudad de Dios. No parece descabellado describir el Paraíso al Final de los Tiempos como un lugar equivalente al presente terrestre pero en una nueva realidad o nueva vida, una Ciudad Celeste; quedan así delimitadas la Ciudad Terrena y la Ciudad Celeste… lo novedoso es afirmar que la comunidad de creyentes tocados por la Gracia divina constituyen ya un anticipo de la Celeste que convive ahora con la Terrena, es decir que: los cristianos de fe que viven según los principios de la Religión ya están en una Ciudad Celeste que coexiste con la Terrenal… de ahí a afirmar la superioridad de esa entidad que coincide casi literalmente con la idea de la Iglesia de la Piedra-Pedro, nada hay… un sociedad cristiana debe, pues, dar prioridad moral y política al gobernador de aquélla sobre el de ésta, ése es el Orden Natural de la Creación, y ya hemos convertido al representante de Dios en la Tierra (PAPA, Petri Apostoli Potestatem Accipiens: el que recibe la potestad del apóstol Pedro) en un Rey de Reyes para toda la comunidad cristiana universal. Bienvenidos a la política del Medievo.

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