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¿Por qué se precisa de perspectiva de género en la lucha contra el coronavirus?

Carmen Marchena
Carmen Marchena
Periodista
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análisis

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Las mujeres son las más vulnerables en este Estado de alarma, tanto en el terreno laboral como en el de los cuidados. A pesar de que el hombre tiene una mayor predisposición biológica a contraer el Covid-19 por patologías previas, las mujeres están más expuestas a un posible contagio y, sin embargo, cuentan con un menor porcentaje de contagios, 48% frente a un 52% de los hombres, según los últimos datos de la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica. Esta exposición al virus se debe a que ellas cargan con las labores de cuidados mientras dan respuesta a las crisis pandémica como profesionales, voluntarias y otras muchas ocupaciones. Datos aportados por ONU Mujeres revelan que las mujeres representan “el 70% de quienes trabajan en los sectores sanitarios y sociales, y hacen el triple del trabajo de cuidados no remunerado en comparación con los hombres”.

Respecto al valor económico del trabajo de los cuidados -o reproductivo- en España, la mayoría de ellos sustentado en una economía informal con seguros inexistentes e ingresos no garantizados e insuficientes, un estudio realizado por la socióloga, Marta Domínguez, investigadora en el Instituto de Estudios Políticos de París, estima que “ascendió, en 2010 (últimos datos disponibles), a 426.372 millones de euros, lo que representa el 40,77% del valor del PIB”. No obstante, la realidad es otra, y una gran mayoría se enfrenta a situaciones de precariedad que durante esta crisis se ve acrecentada, pues al continuar ligadas a las tarea reproductivas corren el riesgo de infección y, como consecuencia, de pérdida de sus medios de vida. Mientras que, por otro lado, desatienden las labores de sus propios hogares, que en el mayor de los casos recaen sobre ellas.

Ante esta situación, diferentes asociaciones de trabajadoras de los cuidados han emitido un comunicado conjunto sobre la medida del Gobierno para que las trabajadoras del hogar cobren un subsidio durante la crisis del COVID-19, que se espera aprobar en el Consejo de Ministros extraordinario del próximo viernes. En dicho comunicado afirman que “la medida se queda muy corta, porque dicen que se exigirá estar de alta en la SS en el momento en el que se suspendió el contrato, se redujo la jornada, o se perdió el empleo”. Esto dejaría fuera a muchas de las trabajadoras que “hoy están en situación de necesidad, que venían prestando sus servicios en la economía sumergida al no tener permiso de trabajo, o porque no estaban dadas de alta en la Seguridad Social”, advierten. Además, añaden que “la prestación que se anuncia es solo de un mes y deberá ser del tiempo necesario hasta que las trabajadoras vuelvan al empleo tras la suspensión o, en su caso, consigan de nuevo medios de vida”.

https://twitter.com/NosotrasGranada/status/1242791929907200001/photo/1

Queda manifiesto que el coronavirus ha desatado una crisis socioeconómica a escala global, que precisa de una perspectiva de género urgente. Como explican desde ONU Mujeres, la mayoría de quienes trabajan en el sector de la salud también son mujeres, “esta realidad las coloca en un lugar de mayor riesgo, pues ella son, además, madres y cuidadoras de familiares”. En otro orden de cosas, la saturación de los servicios sanitarios sufre un mayor impacto en los servicios para mujeres, como en el acceso a la anticoncepción o a la atención pre y pos natal. Asimismo, durante este periodo de cuarentena y presión social dentro del hogar, se incrementa el riesgo de la violencia machista y el abuso sexual, por ello, desde el Ministerio de Igualdad se están adoptando medidas de urgencia para prevenir y luchar contra esta situación.

La seguridad alimentaria de mujeres y niñas también puede verse afectada por las dificultades de acceso a alimentos ricos en nutrientes. Esto es debido al cierre de los servicios sociales de alimentación y de comedor en escuelas, o a la escasez de alimentos en ciertos territorios. Esta situación puede llegar a extremos, como en el caso de algunos países africanos, donde la explotación sexual llega a tener fines comerciales o contemplarse a modo de trueques para conseguir alimentos.

En este contexto, observamos cómo los modelos de protección social no dan respuestas suficientes a los colectivos más vulnerables de la sociedad, entre los que se encuentran las mujeres. Aquellas invisibles o invisibilizadas por la sociedad, que comienzan a reivindicarse en primera línea de fuego, tentando a la suerte de ser contagiadas por un virus contra el que luchan por solidaridad, mientras cuidan de sus mayores, de los menores que no pueden asistir a la escuela, al mismo tiempo que de su trabajo reproductivo y/o asalariado.

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