Me duele la izquierda y me duele España ante el lamentable espectáculo que nos acaban de dar los máximos responsables del PSOE y Podemos en el fallido intento de investidura de Pedro Sánchez.
Son capaces de morir matando, de dejar a España en manos de una derecha con Vox en las institucicones, de echarse en cara y pelearse en público en un hemiciclo ante un electorado social que les necesitaba más que nunca.
Duele mi alma feminista, reivindicativa, mis entrañas de periodista progresista y cada pelo de mi cuerpo.
Hoy hemos visto cómo cualquiera, menos Vox y Ciudadanos, hacía mejor papel en el Congreso dentro de los discursos que el PSOE y Podemos.
Demasiada testosterona ante quienes se autodefinen como feministas.
Cuestión de culpa
Es probable que unos hayan tenido más culpa que otros -acepto pulpo como animal de compañia- pero ayer me decía una concejala del PSOE, y con razón, “es que de Pedro Sánchez esperábamos más, mucho más”, en clara alusión a su discurso de investidura donde daba la sensación de tender la mano desesperadamente a la derecha y despreciar a Podemos.
Se cumplió la tradición de la izquierda dividida
Si alguna esperanza quedaba, llegó Adriana Lastra, que nunca fue buena idea nombrarla portavoz del PSOE, y remata la faena de la división y a pelea de la izquierda.
Tenían razón sus señorías: Aitor Esteban, Gabriel Rufián y hasta Ana Oramas cuando en sus intervenciones conseguían sonrojar a la izquierda.
Éste es, y él lo sabe, el fin político de Pablo Iglesias. Pero Pedro Sánchez tenía mucho más que perder como hombre de Estado que, sobre todo, debería haber luchado, negociado y lo que hiciera falta por España.
Pobre España progresista…la historia vuelve a devolvernos a la realidad: jamás la izquierda, en cuestión de entenderse, estuvo a a altura.
Yo sigo esperando, tendrá que llegar la cordura. Digo, o sueño.