sábado, 27abril, 2024
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Los Helenísticos

Filosofía para pobres (XIII)

Francisco Silvera
Francisco Silverahttp://www.quenosenada.blogspot.com.es
Escritor y profesor, licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y Doctor por la Universidad de Valladolid. He sido gestor cultural, lógicamente frustrado, y soy profesor funcionario de Enseñanza Secundaria, de Filosofía, hasta donde lo permitan los gobiernos actuales.
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análisis

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Imaginen que la vida como la conocemos se va al garete, que nos invade un sátrapa y eso de la libertad o de las reuniones o de la culturilla se nos convierte en una melancolía… ¿Cómo seguiríamos siendo nosotros mismos? Últimamente me preocupa mucho esta idea. Cabría cierto heroísmo, pero tampoco tendría sentido ser un mártir inútil; mi autoconsejo podría ser el retiro, no necesariamente físico: “Que se ha de vivir oculto”.

La Academia y el Liceo atenienses siguieron siendo el foro del Pensamiento más o menos oficial durante siglos; pero se piensa (a mí si no es así, no me interesa en absoluto la Cultura) para vivir mejor. Las élites suelen fagocitar las ideas posándolas sobre sus muelles bienes estructurales: hay quienes por puro esnobismo clasista, quienes por una lógica consecuente. En general, cuando el Pensamiento reacciona frente a lo establecido: se vuelve peligroso.

Estas vueltas son para indicarles que las ideas del periodo post-Alejandro Magno, sobre el 300 a.C., sin ser revolucionarias, fueron oposición al poder aunque la deriva de las mismas jugara irónicamente con su destino. Librarse de la opresión o de la necesidad es algo que se superpone a todo marco teórico con solvencia, no hay alternativa. Pensemos, con matices, que las propuestas principales de este momento histórico son síntomas de la inseguridad y la necesidad de cobijo, casi todas convergiendo en la “Ataraxía” como fin último del vivir: esto es, la tranquilidad de ánimo, la imperturbabilidad.

Zenón de Citio daba sus charlas en uno de los pórticos de las murallas de Atenas, una “Stóa”, de ahí el nombre de estoicos; para él, la Sabiduría es la consciencia de la necesidad que preside todo lo que ocurre, hay un Lógos que es el orden y al que no podemos sustraernos (Heráclito). “Los Hados a quien quiere, lo conducen; a quien no quiere: lo arrastran”, nuestro Destino es tan inevitable como el movimiento de un perro atado a un carro, sería inútil no dejarse llevar salvo que quisiéramos morir ahorcados. Lo que somos, nuestra aparente libertad individual no es nada significativo en mitad del Universo, disolvernos en esa inmensidad nos ayuda a valorar cuanto nos ocurre: nada. Inútil es oponerse; la única felicidad real es entendida como “apatía”, en el sentido positivo de no vernos alterados por nada de lo que nos pase. El estoicismo llegará a sostener que el Sabio es feliz incluso en la tortura, ya que su Destino era ése y no tiene sentido entristecerse por algo que no podemos evitar. No se trata de masoquismo (¿no?), sino de una técnica para controlar el dolor y el sufrimiento; el estoicismo es ascético. Muchos griegos de clase alta e incluso Emperadores romanos serán estoicos; porque igualmente queda justificado ser un poderoso, si es tu sino; contrasentido, ideas pensadas para resistir al poder y en el fondo resultan ser una filosofía conservadora: cada cual en su sitio soportando su Destino… claro que no es lo mismo ser Marco Aurelio que esclavo de Marco Aurelio, en cualquier caso, todo es como es, sin necesidad de cambio.

La escuela escéptica de Pirrón o el posterior Sexto Empírico es de origen médico; pensemos que ante los mismos síntomas caben diferentes diagnósticos, la prudencia manda ser cuidadoso con las conclusiones. Literalmente la palabra “escepticismo” tiene que ver con otear en la distancia buscando algo… Como método para la vida no es malo: utilizar la Verdad como estímulo, sabiendo que no existe y que jamás debemos alterarnos por no encontrarla en ningún territorio humano: antes hay que suspender el juicio (“Epojé”), ninguna conclusión cierta nos espera, no merece la pena… lo interesante es el camino al andar.

Aristipo de Cirene y Epicuro de Samos coinciden en la idea del placer como aspiración vital para ser felices. Aquél vindica el instante, lo absurdo de la idea del tiempo como referencia por incontrolable: sólo exprimir el momento al máximo tiene algún sentido; la Razón nos sirve para calcular cómo obtener ese placer sin malgastar en absoluto sus bondades, hasta el amaneramiento. Epicuro comparte esta visión hedonista de “disfrutar el día” pero, a pesar de la maledicencia de sus enemigos, se distingue porque reivindica como límite del placer la ausencia de dolor, es decir: la felicidad del hedonista verdadero consiste en no sufrir. Epicuro retomó la doctrina materialista de Demócrito, se retiró a una casa de campo, su famoso huerto o jardín, con gente de mala vida que huía de la sociedad tosigante: fueron antisistema, y allí se convirtió en un gurú ejemplar, “Obra siempre como si Epicuro estuviera observándote”, se decían. Si todo es materia: nada son las razas, las clases, la esclavitud, la riqueza carece de sentido porque lo único inteligente es vivir bien, disfrutar, y para ello el conocimiento es la base a fin de eliminar el sufrimiento que generan las ideas equivocadas: la muerte es irrelevante para nosotros, cuando ella es: nosotros no, si nosotros somos: ella no. Eliminó la trascendencia del horizonte, una vida frugal en la que no tengamos necesidades básicas irresueltas es la única aspiración legítima; Nietzsche supo entenderlo, afirmaba la felicidad de Epicuro por no haber querido ver la fuerza del vapor moviendo la tapadera del caldero de la comida. El progreso y la tecnología ¿mejoran nuestras vidas?

Carlos García Gual es un sabio y ha sabido relacionar todos estos fogonazos intelectuales con los movimientos contraculturales de la segunda mitad del siglo XX, los “hippies”. En realidad siempre existen, y siempre son silenciados… ya hablaremos de Robin Hood. Diógenes de Sínope es el gran “colgado” de la época, viendo que los perros callejeros al sol buscaban la sombra, los de la sombra el sol y que a nada hacían ascos, incluyendo el sexo público, pensó que nadie había más modélico para vivir, “como un perro” es la traducción aproximada de “kinikós”. Los cínicos contravinieron todas las normas: violencia gratuita, masturbación o sexo a cuatro patas en la plaza, borracheras, chulesca haraganería y mendicidad lúdica, desnudez y suciedad, hasta antropofagia… corregiré levemente al maestro García Gual; si los epicúreos son los “hippies” en su comuna, los cínicos son los “punkies” de entonces, “No hay futuro para ti” podría ser su lema perfectamente. Ninguna complicación teórica (y en el fondo el impacto mayor para el intelecto): nada significa nada, nada importa, sólo dejarse llevar por el impulso vital individual huyendo de toda norma, de todo consenso, de toda moral. El cinismo es subversión. Los cínicos se reían de todo, cuanto más solemne: peor. Cuentan, será mentira, que Alejandro el Grande llegó a proponer a Diógenes que le pidiera lo que quisiera, solicitándole él que se echara a un lado para no quitarle el sol; o que dijo a Platón de participara de uno higos que le ofrecía, y como éste se dispusiera a hacerlo: le golpeó la mano y le espetó: “Te dije que participaras, no que te los comieras”. No hace falta explicar más, la risa es señal de inteligencia, la solemnidad es bobería. Sin duda.

En general, el estoicismo será durante siglos la filosofía de moda entre los ricos romanos, el epicureísmo cundirá entre los pobres y esclavos (Lucrecio, verbigracia); aquéllos serán la estructura de una sociedad corrupta y la semilla del ascetismo cristiano, en éstos residirá la huella de la Razón entendida como esclarecedora de los enigmas y de la equidad social. Hasta hoy.

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