La incoherencia de Podemos en el gobierno de coalición suena a ruptura, no obstante, Pablo teme las urnas

Por más que se quiera ocultar, la realidad es que el Gobierno de España está dividido en tres partes y, en dos de ellas, se lucha contra la otra a través de la deslealtad y el juego sucio. Esto es algo nunca visto en un gobierno democrático, por más que sea de coalición. El problema está en que una de esas partes no sabe a dónde quiere llegar salvo en llamar la atención como si estuviese en la oposición.

«Como flores hermosas, con color, pero sin aroma, son las dulces palabras para el que no obra de acuerdo con ellas», estas palabras de Buda son el mejor reflejo de lo que ocurre en la parte del Gobierno de Podemos. Sus palabras son bellas para los oídos de las víctimas de la crisis o de los que aún creen en la utopía de que un partido político podrá acabar con el sistema actual. Sin embargo, la belleza choca con la realidad y deja sin contenido las palabras llevándolas hacia la incoherencia y la desilusión.

Desde el mismo día en que los ministros y ministras del Ejecutivo juraron o prometieron sus cargos ante el Jefe del Estado hemos comprobado que las tres partes que conforman el actual Gobierno actúan a través de la incoherencia. En unos casos por defender los intereses de los poderosos (fracción tecnocrática). En otros, por implementar los avances sociales, pero según los criterios impuestos desde los asesores (una parte de los socialistas). Finalmente, la tercera facción pretende la imposición de sus reformas sin tener en cuenta esos cambios serán más efectivos y duraderos si van acompañados del aval de la ley.

Esto ha llevado a que el Gobierno vaya funcionando a golpe de deslealtades y las mayores proceden, principalmente, de los tecnócratas y de Podemos. Lo que está ocurriendo con el borrador de la Ley Trans es la mejor demostración de ello. Una ley con buenas intenciones, puesto que las personas trans deben tener reconocidos sus derechos, pero basada en una entelequia que va en contra de todo el ordenamiento jurídico y pone sobre la mesa conceptos que son antitéticos con la misma definición del estado de derecho.

La gente de Podemos, que tanto ha estudiado y que tanta teoría política tiene en la cabeza, debería hacerse una pregunta. ¿Por qué las reformas políticas aplicadas durante la Transición, aun incompletas, pudieron aplicarse en paz? ¿Por qué el propio aparato del franquismo aprobó su propio suicidio en las Cortes? La respuesta es sencilla, porque se hizo a través de la ley y no de la imposición más absoluta como pretende esta Ley Trans que, además, de aprobarse como quiere Podemos, destrozaría avances en materia de igualdad que han necesitado de décadas para poder hacerse efectivos.

Joseph Goebbels, en sus principios de propaganda, hablaba de que era necesario la adopción de una idea única, de un símbolo único y de individualizar al adversario en una única persona o institución para, de este modo, convertirlo en el enemigo único. En el caso de la Ley Trans, los organismos, fundaciones y asociaciones que han redactado el borrador han focalizado en la vicepresidenta primera la categoría de enemiga de la Ley Trans y esto ha tenido como consecuencia que se hayan perpetrado amenazas de muerte contra ella, tal y como publicamos en Diario16.

Lo sorprendente ha sido la reacción de Podemos. Ni el vicepresidente segundo ni la ministra de Igualdad han condenado los hechos. Esto es una deslealtad e incoherencia manifiesta del Gobierno, sobre todo cuando en ocasiones ha habido este tipo de amenazas a miembros del gobierno de Podemos sí que ha habido una condena por parte del resto del Ejecutivo. Recordemos lo ocurrido cuando se puso la cara del vicepresidente segundo en una galería de tiro.

La gravedad de la amenaza a la vicepresidenta primera es enorme, puesto que en Galicia un muñeco ahorcado con el rostro de la persona objetivo de la amenaza tiene un significado muy diferente a lo que pudiera ocurrir en otro punto de España. En los años 80 y 90, las organizaciones del narcotráfico colgaban estos muñecos como método de señalamiento hacia las personas que ellos pensaban que habían filtrado información de los envíos a la Policía o la Guardia Civil y muchos de los que aparecieron en esos muñecos fueron asesinados.

Sin embargo, la deslealtad parece haberse acomodado en el sector de Podemos. Tal vez necesiten de ella para poder tener visibilidad o que su posición dentro del Ejecutivo es tan débil, por incomparecencia, que sólo saben hacer política desde el enfrentamiento y no desde el consenso. Tal vez, la definición que para los líderes de Podemos tiene la expresión «asaltar los cielos» sea la de la imposición y no la del debate. Tal vez haya algo de cierto en algunas acusaciones de la derecha sobre las intenciones de Podemos o que la democracia va por barrios según interese más o menos a su líder.

El alcalde de Cádiz fue muy contundente al afirmar que la entrada en el Gobierno de Podemos le había quitado su arma más importante: la discrepancia. Ese es el verdadero problema que tiene esta parte del Ejecutivo, que ha perdido el espacio político en el que mejor se desenvolvía. Ahora tiene que estar a la defensiva, no puede atacar al poder porque ellos ya son parte de él, prefirieron el ejecutivo al legislativo, los privilegios a la igualdad en las calles. El desconocimiento absoluto de cómo funciona un gobierno es que transforma su ignorancia en deslealtad que, finalmente, siempre tiene consecuencias. Podemos no ha hecho nada beneficioso para la gente que se ilusionó con ellos en 2014. Nada. Ni asalto a los cielos ni siquiera legalmente al salón de apuestas y juegos de la esquina. Nada.

Han obtenido pequeños triunfos que no solucionan los verdaderos problemas de la ciudadanía y, además, en un escenario en el que las necesidades del pueblo se han incrementado por culpa de la pandemia. Bueno, no se puede ser injusto, el líder de Podemos sí que ha hecho lo que mejor sabe hacer: hablar, pero sin una concreción en hechos. Él es como el comercial que argumenta muy bien su producto, pero es incapaz de cerrar una operación.

Podemos tiene aún mucha capacidad de maniobra dentro del Gobierno para proponer leyes que supongan un avance en el ámbito social de la democracia española y lo puede hacer tanto desde el Legislativo como desde el Ejecutivo. Por ejemplo, ahora que el vicepresidente segundo habla de los medios de comunicación, una propuesta de ley que busque la transparencia de cuarto poder podría ir enfocada hacia la obligación por parte de las empresas editoras de una auditoría en la que se revelen de manera definitiva el verdadero origen de sus ingresos para que las Administraciones Públicas puedan contratar sus contratos publicitarios, puesto que, en muchos casos, los medios de comunicación se podrían estar convirtiendo en herramientas de la peor corrupción que existe, mucho más que la política o la económica, dado que lo que se estaría permitiendo es la puesta en venta de la libertad.

Podemos también tiene la capacidad de promover las leyes necesarias para la protección de la ciudadanía frente a las cláusulas abusivas de la banca. Un país que se autodenomine democrático no puede permitir, bajo ningún concepto, que haya una Administración de Justicia que proteja de manera descarada al sector financiero, tal y como está ocurriendo con el caso del IRPH, o los millones de afectados, pequeños y medianos ahorradores  y ahorradoras en el Caso Banco Popular, una auténtica operación diabólica, los gastos hipotecarios, las cláusulas suelo o determinadas herramientas de inversión que fueron utilizadas para sacar el dinero a la ciudadanía. Del mismo modo, tampoco es de recibo que el banco más grande de España presuntamente presuma de tener controlada a la Administración de Justicia. Ahí es donde Podemos tiene mucha capacidad de maniobra actuando con respeto a la ley y no a base de golpes de efecto.

La calidad democrática se define, entre otras cosas, por el nivel  de transparencia de sus instituciones y ahí Podemos también tiene mucho margen para mejorar las cosas, porque en España se entregan miles de millones de euros cada año en subvenciones a sindicatos, asociaciones, fundaciones y colectivos para, por ejemplo, generar estrategias formativas que, al final, sólo sirven como herramienta de financiación porque los resultados de esas formaciones no se transmiten en una efectividad hacia lo que se pretendía en un principio.

Ante esta falta de condenas y el incremento de las deslealtades los asesores algo tendrán que decir, sobre todo aquellos que sirvieron de puente para cerrar el gobierno de coalición. Al igual que en zonas de conflicto se manda a la ONU, ahora los asesores tienen el espacio necesario para, desde el diálogo y el arreglo, evitar que la deslealtad y la injerencia termine con este gobierno que aún tiene mucho que hacer desde lo social, por más que a la parte tecnocrática le moleste.

Si Podemos sigue demostrando su incapacidad absoluta para gobernar deja a España en una situación muy complicada, puesto que el presidente tendrá que elegir entre romper la coalición, convocar elecciones…, o, lo que sería insospechado, cambiar de Pablo en el Gobierno. Tal vez ese sea el deseo de la militancia más coherente con los valores del 15M, nacimiento ideológico de Podemos, un cambio de Pablo. ¿La deslealtad como arma estratégica? Conociendo al líder de Podemos, todo es posible, pero entonces demostrará que antepone sus intereses particulares a los de la gente, esa misma ciudadanía a la que decía defender. Pero Pablo ya le teme a las urnas.