Se publicó la misma noche del 4 de mayo en estas páginas y lo ratifico: Pedro Sánchez es el principal responsable del absoluto fracaso del PSOE en las elecciones autonómicas de Madrid. Varios factores lo reflejan, pero, sobre todo, hay uno que supera a los demás: la estrategia de desideologización del Partido Socialista que se está aplicando desde que Pedro Sánchez retomó la Secretaría General.

Pedro Sánchez fue de izquierdas cuando le interesó serlo. A partir del momento en que retomó el poder orgánico y logró hacerse con la Presidencia del Gobierno, el progresismo dejó paso a otra cosa indefinible porque nadie sabe lo que es. Desde luego, la ideología socialista cada vez aparece más lejana en las decisiones que se adoptan desde el Gobierno, salvo escasas excepciones, y, sobre todo, en Moncloa y Ferraz  (con el cómplice silencio del secretario general) la ideología del socialismo humanista se marchó hace tiempo y, de continuar en esta dinámica, lo habrá hecho para no volver. Y esto tiene una consecuencia para el resto de España, sobre todo tras la demostración de fuerza estratégica y populismo democrático, por ahora,  del PP.

Isabel Díaz Ayuso y sus asesores de campaña tuvieron la inteligencia que, al menos, no demostraron Sánchez y Moncloa, con la sumisión de Ferraz, salvo excepciones con la voz y la ilustración socialista de las mujeres. Fue tal la incapacidad que nada puede evitar que se pensara que se ha sacrificado un territorio clave para cumplir con otros intereses más personalistas.

Recordemos que el PSOE no gobierna en ninguna de las comunidades históricas, ni en Madrid, la comunidad económica de la capital de España, ni tampoco en Murcia, ni Castilla y León, entre otras.

Estas elecciones no se dilucidaron en el terreno de los derechos sociales, de la privatización de la sanidad o de la educación o de la utilización de los recursos públicos, algo que en la situación actual se convierte en un elemento demasiado genérico. En estos comicios se jugaba algo más: la supervivencia socioeconómica de las clases medias y trabajadoras, de las pymes y de los autónomos que han visto cómo Isabel Díaz Ayuso sí que les propuso un escenario de soluciones reales y concretas. Por eso los barrios obreros votaron al PP, porque en esos distritos y esas localidades es donde más se está sufriendo la paralización de determinados sectores productivos. Ahí es donde viven los trabajadores y trabajadoras de la hostelería o del comercio. Ahí es donde más se están notando las consecuencias de la crisis de la pandemia y el mero hecho de que Díaz Ayuso les planteara un escenario de apertura absoluta de la economía a partir del 9 de mayo les supuso un hilo de esperanza que el PSOE no supo darle. La propia presidenta de la Comunidad de Madrid reconoció que tenía muchos cientos de miles de votos prestados, y esa es la mejor demostración de que el ciudadano y la ciudadana votó mirando lo concreto del momento, no lo etéreo.

Algunos cargos orgánicos de PSOE, usando en falso, o no, el nombre de Pedro Sánchez, fundamentalmente en Andalucía, más allá del marketing político, está llevando al Partido Socialista a su autodestrucción, a un suicidio público por, precisamente, abandonar los modelos ideológicos sobre los que se asentó el partido. Mi compañero José Antonio Gómez ya lo anticipó en su libro El líder que marchitó la rosa cuando aún faltaban más de 2 años para que alcanzara la Presidencia del Gobierno. Lo peor para el socialismo es el tiempo que, poco a poco, le está dando la razón.

La ideología socialista del humanismo, la ilustración que la sustenta, el feminismo y la igualdad real será la única receta para frenar al «ayusismo» que se ha impregnado en todo el territorio nacional. No se trata de las «ayusadas», que no sirven más que para fijar la atención o para hacer memes, se trata de la posición política, adoptada desde la ideología neoliberal más radical, pero aplicada a los hechos concretos de cada momento que, en realidad, eso es lo que busca la ciudadanía.

Ahora Pedro Sánchez tiene dos opciones: embarcarse en la guerra inmunda que le va a plantear un PP eufórico, o dedicarse a legislar desde el socialismo más puro, el del timbre de la voz humana de Pablo Iglesias Posse, en palabras de Antonio Machado, el mismo que Sánchez quiere desterrar tanto de la Moncloa como de Ferraz.

Esa estrategia de desideologización, que no tiene otro fin que crear un partido absolutamente personalista y una marca política, que las bases socialistas están obligadas, desde una revolución de base, a frenar para evitar que se impongan los intereses personalistas de algunos dirigentes sin ilustración y deshumanizados del actual PSOE, lo que se puede comprobar, como afirmé en mi análisis de las elecciones, en cómo están colocando al frente de la Fundación Pablo Iglesias, el templo del socialismo creado por Alfonso Guerra para salvaguardar las esencias ideológicas que jamás se debieron perder, a personas cuyo compromiso con el socialismo verdadero, el de Pablo Iglesias Posse, es cuestionable porque, con las diferencias temporales lógicas, los problemas de la ciudadanía vienen siendo los mismos y el PSOE está obligado a combatir las injusticias de las clases dominantes, tal y como afirmaba Iglesias Posse.

Alexander Dubcek afirmó que «si el socialismo no adquiere un rostro humano desaparecerá» y eso es lo que está consiguiendo Pedro Sánchez, tal vez influido por algunas promesas que asegurarían su puerta giratoria, quien cada día se va pareciendo más al Frank Underwood de la serie House of Cards que al presidente al que votaron millones de personas en 2019 con la esperanza de que fuera quien revirtiera todas las reformas neoliberales del PP que tanto dolor habían creado entre las mujeres, en el feminismo y en la igualdad real  y en los hombres víctimas de la crisis provocada por las dictaduras del capital deshumanizado.

El pueblo se ha desilusionado en apenas 2 años y ya no confía en la marca P.S. La ven como algo no identificado con el PSOE. El problema es que arrastrará al Partido Socialista a nivel nacional porque la desilusión es uno de los conceptos más peligrosos en política.

En este sentido, Georges Sorel, un filósofo que debería tener el señor Sánchez en la cabecera de su cama, afirmó que «el porvenir pertenece a aquellos que no están desilusionados» y el pueblo progresista, las clases medias y trabajadoras, han perdido la ilusión por usted y, lo que es peor, por un proyecto socialista carente, precisamente, de ideología. Por tanto, siguiendo a Sorel, Sánchez ha dejado el futuro de España en manos de la ilusión que generó la concreción programática de Isabel Díaz Ayuso y la onda expansiva será terrible.

Ahora es el PP quien va a marcar la política nacional, por más que desde el PSOE le quieran quitar hierro al asunto con el análisis superficial de equiparar los resultados de Cataluña con los de Madrid para llevarlos, en exclusiva, al terreno autonómico cuando, en realidad, las elecciones madrileñas tenían un componente nacional muy interesante, no porque el Partido Popular pretendiera que así fuera, sino porque el modelo de Ayuso se va a trasladar al resto de España y la presidenta de la Comunidad de Madrid se ha convertido en un icono y en una bandera a la que se han visto obligados a agarrarse los que antes no dudaban en apoyar a los socialistas, cuando eran socialistas.

Aunque Sánchez esté en la Moncloa, el poder territorial del PSOE es ínfimo. El Partido Popular controla el 40,39% del PIB, mientras que los socialistas apenas alcanzan un 25,28%. En un porcentaje similar se encuentras los territorios gobernados por nacionalistas/independentistas y regionalistas.

Esta es la consecuencia de las políticas erráticas de Pedro Sánchez. Se hace justicia social como método para blanquear lo que no es capaz de acometer. El mejor ejemplo de ello lo tenemos en la gestión que se está haciendo de la memoria democrática, pero en unas elecciones la gente, sobre todo en una situación de pandemia, esto no lo ve más que como una diapositiva de una presentación en Power Point. Hacer justicia con las víctimas del franquismo es coherencia ideológica que se queda arrumbada en un rincón si no va acompañada de medidas concretas, palpables y eficientes que la ciudadanía pueda palpar.

Señor Sánchez, le quiero recordar un hecho que debería tener muy en cuenta porque, además, usted estaba en esa lista electoral. ¿Cómo consiguió Zapatero paralizar el ascenso del PP y la irrupción de UPyD en las elecciones de 2008? Con una medida muy concreta. En la legislatura anterior se habían aprobado medidas de importante calado social como, por ejemplo, el reconocimiento de los derechos de la comunidad LGTBi o la Ley Integral contra la Violencia de Género. A pesar de esto, el PP recortaba distancia en los sondeos y, para disgusto de Pedro Solbes, Zapatero anunció que pagaría a cada trabajador o trabajadora 200 euros que se descontarían de su IRPF. Ganó y mejoró los resultados de 2004. Medidas concretas no, etéreas y siempre beneficiando a las clases medias y trabajadoras.

Pedro Sánchez no ha acometido ninguno de los grandes problemas de una ciudadanía cansada de promesas de programa electoral que necesita hechos. Por eso ganó Díaz Ayuso, porque puso hechos sobre la mesa. Cuando hablaba de «libertad» se refería a hechos, no a la interpretación metafísica del concepto. Cuando atacaba a Sánchez, con «ayusadas» o sin ellas, lo hacía contraponiendo un modelo en el que se presentaban realidades concretas que afectan a millones de madrileños y madrileñas.

A la gente no le importaban los ataques que pudiera hacer al socialismo o al comunismo, lo que le importaba es que sus negocios pudieran abrir sin restricciones. Son medidas irresponsables en la situación de pandemia que vivimos, pero son las medidas que la gente, por las necesidades sociales que se están generando desde hace más de un año, esperaba. Es cruel anteponer la economía a la salud (permítame recordarle que usted, desde siempre, antepone las infraestructura de la economía a la de las humanidades) pero cuando no se puede llevar un plato caliente a la mesa, la mentalidad de la gente pasa de los análisis a lo práctico. Y eso es a lo que Sánchez, ni su ejército de asesores, han sabido responder.

Lo más grave es que el mensaje de la campaña de Isabel Díaz Ayuso ha logrado su objetivo: cargar sobre la ideología socialista todas las consecuencias negativas de la pandemia y dejar como elemento distintivo del PP la libertad. Ni Sánchez ni su ejército de asesores han sido capaces de responder, porque cuando en la campaña se ha hablado de los avances sociales del PSOE, de la importancia de los socialistas para el desarrollo del estado del bienestar, se trataban de temas, además de obvios, que a la gente le quedaban muy lejanos y, además, lo que se pudiera contraponer de la gestión de Sánchez, por ser más actual, son medidas que han provocado problemas para hacerse efectivas o insuficientes para lo que la ciudadanía necesitaba.

Esa incapacidad de respuesta se trasladará, evidentemente, a la esfera nacional. El mero hecho de que la propia Díaz Ayuso haya hecho una lectura sobre las consecuencias de los resultados de Madrid en España que coincide con la que se dio en la rueda de prensa del PSOE es la mejor demostración de que, en realidad, sí que habrá una trascendencia más allá de la Comunidad de Madrid.

Ya se da por hecho que Juan Manuel Moreno Bonilla se subirá a la ola de Ayuso, por más que no comparta su modelo político, y adelantará elecciones en Andalucía, tal y como adelanté en el programa Especial Elecciones de Diario16, porque, en primer lugar, arrasaría, en segundo término, desactivaría a Ciudadanos como rival político en su mismo ámbito ideológico y, finalmente, aprovecharía que el PSOE-A, por los manejos personales del Sr. Sánchez, o por los que actúan desde Sevilla y Madrid en su nombre, está absolutamente destrozado. Por eso se han celebrado las reuniones de la ejecutiva federal y de la andaluza para adelantar los procesos de selección de candidatos. Esta es otra demostración de que, por más que se quiera afirmar o transmitir lo contrario, el desastre en Madrid ya está teniendo consecuencias a nivel territorial y, por contagio, las tiene en el escenario político nacional.

Esta aceleración de los procesos de elección de candidatos no es más que la consecuencia evidente de que, desde Ferraz, no se quieren correr más riesgos, sobre todo por la situación en que se encuentra el PSOE-A. En la actualidad hay, al menos 4 facciones entre los socialistas andaluces. Esa es otra historia de la que tendremos  mucho que escribir, pero ahora no es el momento, aunque lo de matar al mensajero esté en el libro de estilo de su primera línea, en general. Es posible que hoy, por las presiones de Santos Cerdán o Alfonso Gómez de Celis, se produzca el cese de Iván Redondo y Salazar, a cambio de que ocupe su puesto el actual Jefe de Gabinete de Pedro Rodríguez, recientemente nombrado delegado del Gobierno en Andalucía. Si finalmente se consumase este hecho, sería causa para que este medio realice un gran análisis sobre las vinculaciones entre dirigentes del PSOE con otros del PP y que podría utilizar Susana Díaz en contra de la decisión de Pedro Sánchez en el nombramiento del oponente de Díaz en las primarias.

Por lo pronto, Susana Díaz ya ha anunciado que se presentará a dichas primarias y con intenciones de hacer una campaña independiente de los preceptos de Ferraz, como es lógico. Sin embargo, en la situación en la que está dejando Andalucía la gestión del partido que está haciendo Sánchez, ¿qué planteamiento será el que decida el secretario general? ¿El de ir a ganar o el de dejar que la división debilite a una Federación que no tiene la misma fuerza que antaño de cara a la ciudadanía?  

Los estrategas, tal vez, estén sufriendo las consecuencias de la división interna y en ello puede tener mucho que ver algunos favores que un alto dirigente de Ferraz pidió a otro cargo institucional del partido, en un momento delicado a nivel personal.

Por tanto, Sánchez se enfrenta ahora a una situación límite en la que tendrá que decidir cómo quiere gobernar, si desde lo etéreo, desde lo pragmático (aplicando medidas neoliberales o contrarias a la ideología socialista) o desde lo concreto. Tiene tiempo para hacerlo, salvo que el poder de la marca le exija lo contrario.

Señor Sánchez, ha llegado la hora de que demuestre al pueblo quién es usted de verdad. ¿Socialista, socialdemócrata, socioliberal, neoliberal o, simplemente, sanchista? Ha llegado la hora de que abandone a las élites que pueden estar controlando su acción de gobierno y su propia vida, confíe en quienes de verdad le pueden ayudar con lealtad, ideología, conciencia social y feminismo. Aún puede,  si lo desea, salvar al PSOE y centrarse en implementar leyes y medidas con resultados reales. Tiene mucho donde elegir y su labor será trabajar para que esas élites comprendan que aplicando una estrategia basada en la justicia social esos mismos privilegiados pueden ser los mayores beneficiarios en el medio plazo. Desde hoy tiene el precedente de lo afirmado por Joe Biden sobre la anteposición de la salud a la economía en referencia a la liberalización de patentes de las vacunas.

En los años 80 del siglo pasado, en medio del primer gran ataque del neoliberalismo inhumano liderado por Ronald Reagan (gran amigo de Felipe González, por cierto) y Margaret Thatcher, el pensador argentino Ordebán Caletti dijo: «En el convulsionado mundo de hoy, que plantea imperiosas interrogantes de orden social, político y económico, se advierte con mayor extensión la exigencia de un retorno a Marx. Pero no al Marx de los regímenes que mediatizan al hombre y condicionan su libertad, sino al Marx del humanismo socialista, al que proclama al hombre y sus libertades como fines en sí mismos». Es el momento de recuperar ese socialismo humanista en su gobierno si no quiere que los resultados del pasado martes le obliguen a tomar la misma decisión que su exsocio en el Gobierno porque, ahora mismo, usted está en la misma situación que él: ya no suma, sólo resta.

Señor Sánchez, ya escribí una vez que sigo creyendo en usted más porque creo con absoluta lealtad en quienes se siguen manteniendo fieles a usted, desde la ética, la verdad, la ilustración y la honestidad. Sin embargo, llega un momento en la vida en la que hay que decidir si fijar la lealtad en las necesidades del pueblo o en una persona concreta y, estará de acuerdo conmigo, el pueblo el primero, los personalismos, lo último.

No juegue con el futuro del pueblo andaluz y de la ciudadanía de España por ambiciones personales. Usted puede pasar a la historia como el hombre que supo gobernar desde el socialismo o como un presidente más que se dejó la ideología en la puerta de la Moncloa para hacer lo mismo que sus antecesores. Para lograr lo primero, no tiene más que pensar con claridad en los escenarios que tiene entre manos y desarrollar las estrategias adecuadas, siempre desde el socialismo puro. Así podrá recuperarse, así su interés personal correrá paralelo al del bienestar del pueblo y, en consecuencia, ambos saldrán beneficiados. Sume, señor Sánchez, porque ya no le queda espacio para restar más.  

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