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El machismo impera en Irán

Cada vez son más las mujeres que desafían al patriarcado y luchan contra una sociedad que permite que niñas de 10 años sean obligadas a casarse

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análisis

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En diciembre de 2022, el fiscal general de Irán, Mohammad Jafar Montazeri, informó de que actualmente la Policía de la Moral no se encuentra encuadrada en el sistema judicial estatal y que en todo caso se halla en “proceso de desmantelamiento”. De nuevo el cinismo elevado a la categoría de ley. Además, el funcionario aseguró que la legislación que exige a las mujeres usar el velo obligatoriamente será revisada más pronto que tarde. Sin embargo, fuentes de la ONU sospechan que la unidad no ha sido desarticulada y que sus agentes siguen actuando de paisano.

Matrimonio con niñas y violaciones no son delitos en Irán

Mientras tanto, el régimen de Teherán continúa recortando libertades y derechos de la mujer. El Parlamento ha restringido la salud sexual y reproductiva al aprobar la ley bautizada como “Población joven y protección de la familia” que, entre otras cosas, impide a todo centro sanitario o social público ofrecer medios de control de la natalidad. También exige a las farmacias que solo vendan métodos anticonceptivos con receta y prohíbe la vasectomía y la ligadura de trompas salvo cuando el embarazo pudiese poner en peligro la vida de la madre. Por descontado, queda suprimido el acceso a las pruebas de diagnóstico prenatal. La nueva ley llega al sarcasmo de no definir la violencia de género en el ámbito familiar como delito diferenciado, ni penaliza la violación conyugal, ni el matrimonio con niñas. Tampoco garantiza que los hombres que asesinen a sus esposas o hijas reciban castigos proporcionales. En los casos de violencia de género en el ámbito familiar concede prioridad a la reconciliación en detrimento de la rendición de cuentas. Algunas medidas recuerdan mucho a las propuestas de esos partidos ultraderechistas que en los últimos años propagan el fundamentalismo católico por Occidente.

En ese mundo de pesadilla para la mujer, las menores de edad son las que más sufren. La edad legal para el matrimonio sigue estando en los 13 años y los padres pueden obtener permiso judicial para casarlas incluso antes, según los informes de Amnistía Internacional. Los datos oficiales (que una vez más es preciso manejar con todas las reservas ante la falta de transparencia del régimen de Teherán) revelan que entre los meses de marzo de 2020 y 2021 se registraron 31.379 matrimonios con niñas de entre 10 y 14 años, lo que representó un incremento del 10,5 por ciento con respecto al año anterior. Con todo, es probable que las cifras sean muy superiores. En un país con tantos problemas económicos para las familias, casar a una adolescente con un hombre adulto se ha convertido en una forma de subsistencia, casi en un lucrativo negocio.

Obviamente, el colectivo LGTBI sigue en el punto de mira de las autoridades iraníes. Las “terapias de conversión” avaladas por el Estado, una tortura para muchas personas, están ampliamente extendidas y se aplican incluso a los niños con independencia de su sexo. Aquellas mujeres que no se ajustan a las convenciones sociales y religiosas de género corren el riesgo de ser criminalizadas y pueden ser sometidas a dolorosos procesos de esterilización. No en vano, las fuerzas armadas iraníes califican la homosexualidad como una “perversión”.

La pesadilla machista

Desde hace siglos, y con la excepción de algunos períodos más relajados y aperturistas, Irán vive una especie de gran patriarcado totalitario. El poder del macho dominante se ejerce en todos los ámbitos de la vida, desde la familia, el trabajo o la política. “Obviamente es horrible pensar que tu marido te tiene que dar permiso para sacar pasaporte o salir del país, pero terminas por asumir que es la ley”, explica Mina en un reportaje para la BBC. Si el marido no está en capacidad legal de conceder la pertinente autorización, lo debe hacer el suegro o en su defecto los hermanos del esposo. Las mujeres también han de contar con el preceptivo visto bueno del tutor a la hora de cerrar otros actos jurídicos como la aceptación de una herencia. Todos esos recortes de libertades llegaron cuando los clérigos tomaron el poder en 1979. Con el velo se impuso también la gabardina, obligatoria para niñas con edades superiores a los 9 años. Enseñar el cabello, los brazos o las piernas puede ser motivo de calabozo. Una chaqueta demasiado abierta, peligrosa. Un pantalón demasiado ceñido, nada recomendable para andar por la calle. ¿Hasta dónde se puede llegar en el vestuario personal? Todo depende de la interpretación que dé en cada momento el policía de la moral de turno.

La disidencia iraní se encuentra cada día más asfixiada y acorralada. La mayoría de las intelectuales y feministas iraníes que se han atrevido a desafiar al patriarcado religioso han terminado en prisión. Es el caso de Narges Mohamadi, Nasrin Soutudeh, Shadi Sadr o Jila Baniyaghoob. Muchas han sido silenciadas; otras han emprendido el camino del exilio hartas ya del ambiente irrespirable del país. Algunas consiguieron pequeñas victorias, como que se respete el maquillaje facial, el esmalte de uñas, los velos y gabardinas de colores, montar en bicicleta, conducir motos o asistir a partidos de fútbol. Pequeñas rebeldías, unidas a la ingeniosa imaginación femenina, han retado a la censura de los integristas del islam y en ocasiones han ganado la partida. Tras la muerte de la joven Jina Mahsa Amini muchas mujeres han decidido dejarse caer el velo por la calle en señal de protesta. Se juegan mucho, la vida, podría decirse, con ese gesto revolucionario. “A veces lo hago, finjo que se me desliza el hiyab y lo dejo deslizarse sobre mi cara, pero cuando veo aparecer a los policías me lo vuelvo a poner”, explica una mujer de Teherán. “Yo quiero que nos aprendamos a respetar; para mí está bien que una mujer vaya cubierta, pero al mismo tiempo busco que se acepte que yo no quiero estarlo”, afirma Sara, una economista de 23 años que sale a la calle descubierta en homenaje de la joven asesinada.

La revolución de las mujeres en Irak

La sociedad iraní es compleja. Junto a la modernidad, las redes sociales y el teléfono móvil conviven arraigadas y férreas tradiciones religiosas y culturales que forman parte del día a día de las mujeres de aquel país. Ya no se trata solo de que un gobierno déspota y sanguinario capaz de todo se haya instalado en el poder, sino de que el machismo se ha enquistado en cada pueblo, en cada barrio, en cada casa de la gran ciudad o zona rural. Después de la guerra con Irak de los años 80, miles de mujeres quedaron viudas o con maridos mutilados y se vieron obligadas a tirar del carro de sus familias. Y desde esa posición que les ha tocado vivir han tratado de impulsar pequeños grandes cambios. Muchas lograron ir a la universidad, desde donde han transformado la sociedad. En la actualidad, la población estudiantil femenina representa un 50 por ciento, un auténtico milagro en un estado que discrimina abiertamente a la mujer. El nivel de conocimientos que demuestran ellas es altísimo, comparable a cualquier escuela superior occidental. Aun así, sigue siendo escasa o mínima la participación en cargos y puestos públicos de responsabilidad. Han conquistado la universidad, es cierto, pero no el mercado laboral, donde apenas representan el 14 por ciento de los puestos de trabajo en los diferentes sectores industriales. En Irán, está todo por hacer. También la rebelión feminista definitiva que lleve igualdad a las mujeres.

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