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El segundo debate televisado confirma que Moreno Bonilla tiene un pacto con Vox para gobernar Andalucía

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análisis

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Las última encuestas no dan la mayoría absoluta al PP en las elecciones andaluzas del 19J. Es más que probable que Moreno Bonilla gane los comicios, pero también es muy posible que no haya «calderada» de votos, de modo que el presidente popular tendrá que pactar con Vox para formar gobierno. Sobre ese eje pivotó anoche el segundo debate a seis bandas televisado por la cadena autonómica, donde los diferentes candidatos pusieron toda la carne en el asador, endureciendo sus discursos.

Quedan pocos días para la cita con las urnas y nadie quiere quedar como un timorato que no aprieta las clavijas al rival competidor. Moreno Bonilla se ha pasado media campaña negando que tenga nada firmado con la extrema derecha de Macarena Olona. Pero a nadie se le escapa que, una vez más, todo está atado y bien atado en las derechas españolas. En público, Moreno y Olona juegan al despiste, se tiran puyas, hacen como que no se llevan, el teatrillo de siempre, pero en realidad toda Andalucía sabe que la componenda, el arreglo y el apaño se ha suscrito ya entre bambalinas. Habrá coalición sí o sí en el caso de que Moreno no logre la mayoría absoluta. Habrá reparto de carteras, consejerías y acuerdos en materias políticas concretas. La Sanidad y la Educación volverán a ser despiezadas, como ocurre cada vez que gobiernan ellos. Espeluzna escuchar cómo Olona pretende transmitir a la sociedad la idea de que en los colegios andaluces se está todo el rato enseñando a los niños las técnicas ocultas de la masturbación. Solo Teresa Rodríguez le plantó cara al responderle, con retranca, que la educación sexual que quiere Vox es la ultracatólica con muchos curas franquistas difundiendo el bulo de que el placer solitario provoca ceguera.

Vox es un PP sin complejos. Entre ambos se entienden bien. No hay demasiadas diferencias programáticas. En Castilla y León ya han formado el Ejecutivo de la vergüenza y nada hace sospechar que en Andalucía pueda ser distinto. Anoche, durante el debate televisado, era la última oportunidad para confrontar ideas entre los seis principales candidatos y los cabezas de lista optaron por subir el tono. El último cara a cara, en esta ocasión organizado por Canal Sur, estuvo jalonado de reproches mutuos entre bloques, al tiempo que Juanma Moreno, diana de la mayoría de dardos, intentó zafarse de los ataques y a la vez alejarse de su futura incómoda socia Olona.

El encuentro, dividido en tres capítulos –política social, economía y gobernanza–, careció de grandes propuestas, pero el último, el de los pactos, permeó al resto. Ante los reproches de Juan Espadas (PSOE), Inma Nieto (Por Andalucía) y Teresa Rodríguez (Adelante Andalucía), Moreno insistió en que el pacto al que quiere llegar es «con los andaluces», una forma de no decir nada, de escurrir el bulto y de callar la más que posible alianza secreta con Vox. Bonilla dice que quiere gobernar en solitario con un Ejecutivo monocolor del PP, un brindis al sol que se antoja un imposible. También quisieran los andaluces tener la renta per cápita de los alemanes y han de contentarse con lo que hay. De modo que una cosa son los deseos utópicos del presidente del PP y otra la realidad, que no es otra que muy probablemente tendrá que pasar por el aro verde de Santi Abascal.

El candidato socialista Espadas intentó sonsacar al presidente de la Junta lo que, por otro lado, ya confirmó la aspirante de Vox: Macarena Olona ha advertido de que no apoyará un gobierno popular si no se incluye a la extrema derecha en el Ejecutivo, reventando la estrategia moderada de Moreno. Olona, de hecho, ha ofrecido a Moreno la vicepresidencia de la Junta en el caso de que Vox superara en votos al PP.

Moreno tuvo que tirar de un discurso más alejado de la supuesta moderación de la que ha hecho gala hasta ahora y sacó a la palestra a Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, como el anatema contra el que ha peleado la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y que tan bien le funcionó en su región. De hecho, el popular reprochó a Espadas ser el «delegado» de Sánchez en estas elecciones y criticó la falta de un modelo de financiación autonómica. Incluso lo utilizó para rebatir a Olona, a quien acusó de querer devolver competencias al Gobierno central: «Imagínese a Sánchez gestionando la Sanidad o la Educación».

Sobre la política social, la pospandemia y la gestión del covid-19, los candidatos se culparon unos a otros: las derechas al Ejecutivo central y las izquierdas a la gestión de Moreno al frente de la Junta de Andalucía. Algo similar ocurrió en el bloque de economía, donde Vox reprochó al PSOE y Por Andalucía (que incluye a Unidas Podemos) el abandono a determinados sectores durante la pandemia. Pero Inma Nieto, la líder morada, reprochó a Olona y Moreno que no cuenten a los andaluces que votaron en contra de leyes progresistas como la reforma laboral, la subida del SMI, la ley de cadena alimentaria que prohíbe la venta a pérdidas o el veto a los despidos por enfermedad.

Más desdibujado se vio al líder de Ciudadanos, Juan Marín, que se reivindicó a sí mismo como la opción útil tras haber explicado a los andaluces a quién dará su voto. Tiene claro que su intención es repetir el Gobierno con Juanma Moreno, aunque probablemente no cuente con la fuerza electoral para ser determinante. No obstante, Ciudadanos ya es un cadáver político (el PP se lo ha merendado en apenas un año), y la presencia de Marín en el plató no pasó de ser algo puramente testimonial.

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