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El hecho de la evolución de las especies y la teoría que los explica

El autor responde a Juan Manuel de Prada, quien ha publicado dudas sobre el proceso evolutivo con "nulos conocimientos en las lides de la Biología Evolutiva"

Federico Zurita
Federico Zurita
Soy licenciado y doctor en Biología y Profesor Titular de Genética en Universidad de Granada. Cursé también estudios en Ciencias Políticas y Sociología. Actualmente además de la docencia propia del área de Genética (tanto en el Grado en Biología como en el de Ciencias Ambientales y en el Master en Genética y Evolución y en el Master en Biotecnología) imparto docencia en el Master Universitario en Cultura de Paz, Conflictos, Educación y Derechos Humanos. Colaboro activamente con el programa Erasmus+ (K107) y sobre la base de este programa he impartido docencia en 14 universidades extranjeras. Soy miembro del Instituto de Biotecnología y miembro del Instituto de la Paz y los Conflictos de la Universidad de Granada.
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análisis

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A mediados del siglo XIX un gigante intelectual llamado Charles Darwin, propuso una explicación sobre la diversidad de las formas vivas que observó en su viaje en el “Beagle”, que acabó transformando por completo la manera en la que el hombre percibe la Naturaleza y se percibe a sí mismo. Hasta hace aproximadamente 150 años, la Ciencia no tenía una explicación sobre el origen del hombre y la explicación que se daba (y que se daba por cierta) era la explicación bíblica: el hombre procedía de un montón de arcilla animada por un soplo divino. A día de hoy, ni la mayoría de los niños se lo creen, aunque todavía haya adultos que se aferren a esa fantasía. 

Las meticulosas observaciones que Darwin plasmó en su Origen de las Especies,  y en su posterior Origen del Hombre provocaron un “salpullido”  en la sociedad tradicional y mayoritariamente obtusa y pacata de su época que se ha mantenido hasta hoy en algunos sectores de nuestras sociedades que niegan obstinadamente un hecho evidente como es el de la Evolución.

Sin ir más lejos, Juan Manuel de Prada, rotundo en sus posicionamientos reaccionarios, articulista de verbo ampuloso y altisonante y de nulos conocimientos en las lides de la Biología Evolutiva, escribió hace como un par de semanas un artículo en el XL Semanal donde arroja dudas sobre el hecho evolutivo para lógicamente al mismo tiempo dejar bien sentada su radical ignorancia sobre el mismo. 

Nacen más individuos de los que pueden llegar a reproducirse

El meollo de la cuestión es básicamente como sigue: Darwin observó que en todas las especies nacen más individuos de los que pueden llegar reproducirse, es decir que se produce un “exceso de fecundidad”. Debido a que nacen más individuos que recursos disponibles hay, se establece una competencia “despiadada” por esos recursos limitados.

Es fácil de entender: los individuos sean de la especie que sean que nacen con malformaciones, o no se reproducen o se reproducen menos que los que nacen sin malformaciones, ya que aquellos competirán peor que estos por esos recursos limitados. 

Y al mismo tiempo aquellos individuos más fuertes o más rápidos o que detectan mejor dónde está por ejemplo una presa, o aquellas presas que antes escapan de la arremetida de un  depredador,  tendrán más acceso al alimento y eso les proporcionará más energía, de forma que se podrán reproducirán más que los otros.

Variantes

Esas “variantes” que aumentan el éxito reproductivo de los individuos que las poseen, pasarán más a la descendencia que será por tanto más numerosa que los que no poseen esas “variantes”.  Lo que hay entonces es una reproducción diferencial de los distintos individuos de una especie, o lo que es lo mismo y como ya se ha dicho, unos individuos se reproducen más que otros. A esa reproducción diferencial se le llama Selección Natural. Así, conforme transcurren las generaciones (millones de años) los descendientes están modificados con respecto a sus ancestros. Se dice entonces que han evolucionado. Estos son los hechos ciertos, incontestables, inapelables. 

Darwin razonó que cuanto más parecido había entre dos individuos más cercano debería de estar el antepasado común. Es obvio que los hermanos se parecen más entre sí  más de lo que le parecen a sus primos hermanos, y le parecen a sus primos hermanos más de lo que le parecen a sus primos segundos…

Que gorila y chimpancé se parecen más entre sí de lo que se parecen a un león es un hecho evidente por sí mismo. Que entre hombre, chimpancé y león hay más parecido que entre cualquiera de ellos (son mamíferos, y por tanto tienen pelo y las hembras mamas bilaterales) y un cocodrilo tampoco es discutible, y que entre los mencionados (hombre, chimpancé, gorila, león y cocodrilo) se parecen más entre sí que a una mosca tampoco es discutible. Sencillamente porque el ancestro común de ellos está más cerca que el que comparten con la mosca. Y  esos parecidos “externos” también lo son “internos”, esto es, en la morfología y funcionamiento de sus órganos (corazón pulmones, hígado…) también se parecen más cuanto más cercano esté el antepasado común. Ahondando en esa idea, un hombre se parece más a cualquier animal que a una planta,  pero incluso con esta última comparte una estructura básica constituida por células que aunque diferentes tienen algunos de sus orgánulos y funcionamiento iguales.  Todos los seres vivos, TODOS (con excepciones anecdóticas) desde las bacterias a los mamíferos, hombre incluido, comparten el mismo Código Genético (el lenguaje universal de la vida) lo que sugiere hasta casi la evidencia que todos los seres vivos descienden de una única forma viva primitiva. ¿Cómo si no explicar que cualquiera de nosotros y una bacteria compartamos el poseer el ADN como material genético (lo que se hereda), y que compartamos algunas-muchas de las rutas metabólicas que ocurren en el interior de sus células? (glucolisis, ciclo de Krebs, síntesis y degradación de algunos aminoácidos…). ¿Cómo explicar que el gen humano de la insulina pueda ser “entendido” por una bacteria de forma que sea ésta la que sintetiza la insulina que se les administra hoy día los diabéticos? Es probabilísticamente imposible que por azar tengamos el mismo código genético, tengamos ADN como material hereditario,  y tengamos algunas rutas metabólicas iguales a las de una bacteria. Ocurre todo eso porque lo hemos heredado del ancestro común del que descendemos las bacterias actuales y seres humanos. 

Otro ejemplo incontestable y muy elocuente de los muchísimos que hay es el de los cetáceos (ballenas, cachalotes, delfines…) Estos, como todos los vertebrados terrestres, respiran oxígeno aéreo por medio de pulmones, las hembras poseen mamas funcionales y sus aletas internamente tienen una estructura con un plan igual al de nuestros brazos y nuestras piernas. Esas estructuras evidencian que los cetáceos son mamíferos cuyos antepasados remotos fueron terrestres y evolucionaron (cambiaron) de forma que pudieron colonizar el medio acuático. ¿Por qué respirar por pulmones si se vive en el agua? ¿A qué construir una aleta sobre una pata previa? Pues porque la selección natural actúa sobre estructuras funcionantes previas y actúa modificándolas. Por eso, un miembro anterior que tiene en principio función locomotora se modifica y se transforma en una aleta o en un ala que mantiene esa función locomotora, pero ya en un medio distinto: acuático o aéreo.

Evidencias de la Evolución

Otra de las evidencias que apoyan el hecho cierto de la Evolución es el registro fósil. El proceso de fosilización requiere de unas condiciones climáticas que no siempre se dan, por lo que muchos grupos taxonómicos se extinguieron y desparecieron “sin dejar huella”. Esto explica que haya “huecos” en los árboles filogenéticos (secuencias de especies antecesor-descendiente) que se construyen. No es que no existan esas formas intermedias entre unas especies y otras, es que al no fosilizarse se han perdido para siempre. Sin embargo, el registro fósil existente ha permitido inferir muchas líneas evolutivas. Por ejemplo, ha permitidoa los paleoantropólogos establecer una secuencia,  más allá de cualquier duda razonable,  en la que una especie llamada Homo habilis se transformó con el tiempo en otra más robusta y de mayor capacidad craneal llamada Homo erectus y esta a su vez se fue transformando en otra con mayor capacidad craneal que es el Homo sapiens, especie a la que pertenecemos nosotros. 

La Evolución es un hecho y la “Teoría de la Evolución por Selección Natural” es la teoría que lo explica. La avalancha de datos, desde morfológicos a moleculares pasando por comportamentales, que sostienen esa teoría es abrumadora. Sorprende que ante tantísima evidencia y con toda la información disponible a golpe de un simple “click” todavía haya quien prefiera, aunque no lo diga explícitamente,  una explicación de tipo creacionista en la que un ser superior de barbas pobladas y pelo blanco, musculoso y sentado sobre una nube le soplara a un amasijo de barro y surgiera un hombre hecho y derecho. Y de una costilla de éste creara una mujer hecha y derecha. Raya en lo cómico si no fuera porque los efectos pueden ser muy perniciosos; se sabe que hay una correlación estadísticamente significativa entre creacionistas, terraplanistas (dicen que la Tierra es plana) y negacionistas de las vacunas y de la pandemia del Coronavirus. Esto quiere decir que creer en uno de esos disparates aumenta mucho la probabilidad de creer en cualquiera de los otros dos o en los otros dos o en los tres al mismo tiempo. Y eso ya no me parece que sea inocente ni tenga gracia alguna.  Me viene a la memoria una reflexión de Thomas Hobbes que decía que “al privilegio del absurdo, ninguna criatura viva está sujeta, salvo el hombre”. 

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