El fraude de la bajada de impuestos prometida por Feijóo

España se encuentra en la época de las promesas desorbitadas e irreales. Se acercan unas elecciones generales y las cartas se empiezan a poner boca arriba y la mano con la que Alberto Núñez Feijóo juega plantea un futuro muy negro para las clases medias y trabajadoras. En lo que se refiere a política fiscal y pensiones, se vislumbra Mordor, directamente.

Cuando se relaciona al Partido Popular con la gestión de impuestos todo lleva al mismo sentido: prometen bajadas de impuestos para las clases medias y trabajadoras que, finalmente, sólo beneficiará a las grandes fortunas y las grandes empresas.

El pasado lunes, el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, desveló algunas de las medidas económicas que tomará si gana las elecciones y es investido presidente del Gobierno. Entre ellas no podía faltar un clásico del Partido Popular: una bajada de impuestos a las clases medias y trabajadoras.

En este punto hay que señalar que el propio Feijóo dejó una coletilla que debe ser tenida en cuenta por parte de los ciudadanos. Esa bajada impositiva se llevará a efecto si las circunstancias lo permiten, por lo que no es segura.

A partir de este escenario en el que Feijóo promete cosas que no sabe si va a poder cumplir, hay que analizar los modelos de bajadas de impuestos del Partido Popular. El más reciente es el de Isabel Díaz Ayuso, que bramó sobre la «libertad» que los trabajadores obtendrían con los impuestos que se iban a ahorrar si era presidenta. En realidad, según los datos extraídos de la propia Comunidad de Madrid, esa bajada de impuestos suponía una media de 26,16 euros mensuales para salarios de entre 30.000 y 50.000 euros anuales. De 30.000 euros de salario para abajo, no había bajadas de ningún tipo.

Mientras tanto, quienes se benefician de estas bajadas impositivas son los ricos.

Feijóo no acabará con la desigualdad fiscal

Todavía retumban en el aire los improperios que se perpetraron desde el Partido Popular, sobre todo en la boca de Isabel Díaz Ayuso, respecto al impuesto a las grandes fortunas aprobado por el gobierno de Pedro Sánchez. Esto demostró para quién trabaja en realidad el PP y no hay más que ver las amistades de Feijóo para entenderlo.

La realidad en España es que se «mima» a los ricos desde un punto de vista fiscal. La media de pago de los grandes patrimonios es del 0,03%, según se señala en un informe realizado por Nuria Badenes Plá, coordinadora del Instituto de Estudios Fiscales (IEF).

Este análisis muestra cómo la progresividad de los impuestos se rompe en cuanto se llega al 10% más rico, porque la tasa impositiva cae en picado gracias a las elevadas exenciones de las que disfrutan las clases privilegiadas de este país. Por ejemplo, son significativas las que aplican los ultrarricos gracias a su patrimonio improductivo (obras de arte, antigüedades, joyas).

Esta situación es una muestra de cómo la política fiscal es absolutamente injusta en España. Cuando los gobiernos progresistas han decidido subir los impuestos a los que más ganan o a los que más patrimonio atesoran, se han generado campañas que, sorprendentemente, apoyan los perjudicados por la obscena aplicación del sistema impositivo español.

Alberto Núñez Feijóo, Isabel Díaz Ayuso, Juanma Moreno Bonilla, Santiago Abascal y otros tantos populistas, juegan con el argumento de que a los millonarios (físicos y jurídicos) hay que «tratarles bien» fiscalmente porque generan riqueza y puestos de trabajo y, si se les suben los impuestos, se irán. Bueno, esto es absolutamente falso.

 gravar seriamente a los ricos no necesariamente reduce la inversión, sino que la reorganiza. Si el Estado recauda impuestos y luego gasta ese dinero en formas productivas, la economía crecerá. De hecho, las investigaciones de distintos premios Nobel de Economía demuestran que la alta desigualdad reduce la tasa de crecimiento general de una economía.

Gravar de manera seria a los superricos tiene elevados beneficios. Las 20 personas más ricas del mundo emiten 8.000 veces más carbono que los 1.000 millones de personas más pobres de la Tierra juntas. Redistribuir una parte de la riqueza superior para invertir en cosas como el transporte público reducirá directamente las emisiones y ayudará a construir una infraestructura baja en carbono que se necesita desesperadamente.

La desigualdad erosiona la democracia. Los politólogos Martin Gilens, catedrático de Políticas Públicas de la Universidad de UCLA y Benjamin Page, catedrático de Ciencias Políticas de la Northwestern University, han afirmado que la mayoría «no gobierna, al menos no en el sentido causal de determinar realmente los resultados de las políticas». Por tanto, La democracia se ha desintegrado en la oligarquía.

El populismo de derecha crece siempre de la mano de la inseguridad económica que, evidentemente, se reducirá gravando a los ricos para financiar servicios públicos de calidad, una red de seguridad más sólida y, por supuesto, garantizar la renta básica universal.