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El cruel rapapolvo de Sánchez a Irene Montero

“La ley del solo sí es sí ha tenido efectos indeseados, y me quedo corto”, asegura el presidente del Gobierno ante los periodistas

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análisis

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Unidas Podemos está a un tris de romper el Gobierno de coalición. “Estamos en serio riesgo de volver al Código Penal de La Manada, el de la violencia y la intimidación”, denuncia Irene Montero. En realidad, más allá del fiasco de una ley que muchos violadores abrazan ya como a un permiso penitenciario, lo que ha terminado de enfurecer a los diputados del partido de Pablo Iglesias es que Pedro Sánchez deje en entredicho, públicamente, a la ministra. Ayer, el presidente del Gobierno compareció para dar explicaciones sobre las correcciones y subtipos penales que el PSOE quiere introducir urgentemente en la averiada ley del “solo sí es sí”. Sánchez defendió que la normativa sirve porque sitúa el consentimiento de la mujer en el centro de toda relación sexual (lo que aumenta la protección de las víctimas frente al agresor), pero a renglón seguido añadió que la ley “ha tenido efectos indeseados, y me quedo corto”. Esa coletilla, ciertamente sorprendente, ha terminado de exacerbar a los socios podemitas, que han visto un intento del premier socialista por hacer escarnio público de Montero.

No es la primera vez que Sánchez se ensaña, tirando de retranca e ironía, con alguno de sus ministros morados. Ya lo hizo con Alberto Garzón cuando el titular de Consumo pidió a los españoles que comieran más fruta y verdura, absteniéndose de ingerir carne roja y de macrogranja. En aquella ocasión el recado que el inquilino de Moncloa envió al desautorizado fue: “A mí, donde me pongan un chuletón al punto, eso es imbatible”. Garzón salió chuscarrado de aquella parrillada, es decir, vuelta y vuelta, y Sánchez demostró que en política no hay amigos. Si hay que darle a un ministro que según él se lo merece se le da y que cada palo aguante su vela. Esa es la máxima que el presidente, casi como un capo calabrés, sigue a rajatabla. Es la manera que tiene de hacerse valer, de dar un golpe de autoridad y de poner a cada cual en su sitio. Los ministros de Unidas Podemos, que tras más de tres años de coalición ya saben cómo se las gasta el jefe, son conscientes de que cuando el dirigente socialista suelta un chascarrillo sobre ellos a los periodistas pueden darse por finiquitados. Los liquida a chistes, con mofa y befa, y desde ese momento saben que, inevitablemente, sus nombres serán apuntados en la lista negra de la próxima crisis de Gobierno. Caput.

Echarle el chorreo al trabajador errático, negligente, imprudente o incompetente desestresa mucho y como Sánchez ahora tiene menos tiempo libre para jugar al basket se relaja sacando el látigo con sus subalternos morados. La reprimenda presidencial, ese rapapolvo que es como el de un ejecutivo agresivo al que se le va la mano con el coaching, no llega a ser una humillación, pero casi. Escuece, duele, reconcome por dentro al interesado barra a. Ayer le tocó a Irene Montero, que según nuestras fuentes anda con un ataque de ira contra Sánchez que no puede con él. Cuentan que a la ministra el humo morado le sale por las orejas cuando atraviesa como un búfalo cabreado la M30 del Congreso. Hacerle eso a ella. A una alumna aventajada de la Autónoma no se la trata como a una becaria, guiñapo o juguete roto. Irene tiene un currículum, un expediente, un caché académico. Posee un máster, un casi doctorado y hasta recibió una invitación de Harvard para una estancia formativa, que rechazó por su compromiso con los indignados del 15M. Y aunque la ley del “solo sí es sí” le haya salido un churro en lo que se refiere a la técnica penal defectuosa, tal como dicen la mayoría de los juristas del país (hasta Manuela Carmena ha reconocido los fallos y lagunas de la norma), eso no es para que a una la traten como a una mucama. Vale que se le han escapado unos cuantos violadores de la cárcel (ya van por 400 beneficiados y subiendo) pero qué culpa tiene ella. Que le pregunten a sus asesores, escribanos y amanuenses del ministerio. A fin de cuentas, no es jurista, es licenciada en Psicología. Que la examinen en el Parlamento sobre Jung y la escuela del psicoanálisis y verán cómo no se le escapa ni una. Pero eso de los atenuantes y los agravantes, el tipo delictivo, el bien jurídico protegido y la retroactividad no hay un dios ni un facha con toga del Constitucional que lo entienda. Ella ha cumplido situando el consentimiento de la mujer que debe alumbrar toda relación sexual como clave de bóveda de la nueva reforma penal. Un paso histórico y trascendental del feminismo español. Teoría política de la buena, nada de fontanería procesal, eso lo deja para los curritos del Derecho. Para algo es la ministra, la Alexia Putellas de Unidas Podemos. Ella pone el talento, los artículos del Código Penal que se los trabajen otros.    

Lógicamente, el correctivo público de Sánchez a la Montero no le ha gustado a Pablo Iglesias, al que le ha faltado tiempo para salir en los medios arreándole a todo quisqui que se atreva a criticar el trabajo de su media naranja. Le ha dado hasta a Francisco Javier Álvarez García, el catedrático de Derecho Penal asesor del Gobierno que está tratando de arreglar el desaguisado creado por el Ministerio de Igualdad. El fundador de UP ha llamado “machista acreditado” y “machirulo de libro”, entre otras lindezas, al veterano profesor, que no se explica a qué viene ese ataque desaforado que es casi una purga estalinista contra él. “Lo que creo es que Iglesias es un ñu, en cuanto se contradice a Irene Montero él sale inmediatamente del toril”, se queja el jurista en el programa de Risto Mejide. El exvicepresidente tiene el don de convertir a un hombre pacífico, a un hombre de leyes, a alguien que no se sale nunca de la biblioteca ni de la jurisprudencia del Supremo, en uno de esos tertulianos que cuando le muerden se revuelve como una cobra. Triste el nivel de crispación que logra propalar Iglesias, que está convencido de que en España somos todos fachas menos él.

Aquí lo único cierto es que desde que se entrena con el esparrin Feijóo en las sesiones de control del Senado, Sánchez le ha cogido el vicio a la ironía fustigadora y ya no puede parar. La usa contra sus adversarios políticos y con las torpezas de sus subordinados. ¿Quién será la próxima víctima de Pedro el Cruel?

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