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Casado recibe otro revés de la UE, que no ve riesgo alguno en el plan Sánchez contra las “fake news”

Bruselas se muestra muy preocupada por la propagación de noticias falsas en las redes sociales y ve lógico que el Gobierno actúe

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análisis

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A estas alturas la gran pregunta es si será verdad que Pablo Casado ha leído 1984, el novelón de Orwell que el líder del PP va citando a todas horas. El mandamás de Génova 13 no para de dar la matraca con el conocido relato de anticipación, como si no hubiera otro libro en el mundo. Está tan obsesionado con la novela del célebre escritor británico que debe creer que España es un país de la futura Eurasia en guerra permanente contra el mundo libre y controlado por un peligroso Gran Hermano totalitario, en este caso Pedro Sánchez, líder del Partido Único que no deja de espiar a los españoles por el ojo de la cerradura. Casado se está poniendo tan pesado con el dichoso librito de Orwell que más que un político parece ya un personaje catastrofista, un pitoniso de Nostradamus o un conspiranoico de esos que frecuentan los programas nocturnos de Íker Jiménez.

Como metáfora más o menos afortunada, la comparación del mundo reflejado en 1984 con la España sanchista de 2020 no deja de tener su ingenio, aunque da para cuatro chistes y poco más. Cualquier hombre que vive de la comunicación sabe que cuando se abusa en exceso del recurso retórico el público se cansa y el truco pierde efecto y gracia.

Pero Casado siempre insiste en el montaje trumpista hasta agotarlo. No en vano, es un político que adora los juegos de palabras, la pedantería como estilo y las citas literarias fusiladas sin piedad de la Wikipedia. Estos días anda detrás de convencer a los jerarcas de Bruselas de que Pedro Sánchez es una especie de monstruo bolchevique que trata de crear un Ministerio de la Verdad para limitar el derecho a la información en nuestro país. En realidad la idea del Gobierno nunca ha sido controlar los medios de comunicación sino poner coto legal a las fake news, bulos, mentiras y basura digital propagada por los desaprensivos, negacionistas, haters y trols de la extrema derecha sin otro objetivo que desestabilizar la democracia para colocar en el poder a un Franquito de Bilbao, o sea Santi Abascal.

Ayer mismo, la Comisión Europea respondía a las quejas distópicas de Casado al asegurar que carece de “razones para pensar” que el plan del Gobierno de España para combatir la información tóxica en internet suponga un ataque a la libertad de prensa. “Está muy claro que cualquier enfoque en el área de la desinformación siempre debe respetar la certidumbre legal, la libertad de prensa y la libertad de expresión. Pero esto es un comentario general, no tenemos razones para pensar que ocurra en el caso español”, afirmó el portavoz comunitario Johannes Bahrke. El alto cargo de la UE va más allá en su varapalo al líder del PP al asegurar que Bruselas está “al tanto” de la orden ministerial aprobada por el Gobierno Sánchez que “actualiza el sistema nacional vigente para prevenir, detectar y responder” al bulo y establecer “estructuras de coordinación”. Y añade: “Abordar la desinformación a nivel nacional y europeo es un asunto importante, sobre todo en las circunstancias actuales con la pandemia de coronavirus, que ha traído un incremento drástico de informaciones falsas o confusas, incluidos intentos por parte de actores extranjeros de influir en los ciudadanos y en los debates europeos”. Se puede decir más alto pero no más claro, y después de esto cualquier líder político con vergüenza torera se iría a su casa avergonzado. No será el caso de Pablo Casado, pese a que él es, sin duda, uno de los señalados por el portavoz de Bruselas al haber agitado a las masas para lograr la desestabilización de la nación en un grave ejemplo de “infodemia”.

De alguna manera, lo que viene a decir la Unión Europea es que está preocupada por el asunto de las fake news, una amenaza para la democracia en el mundo, y que cualquier Gobierno está perfectamente legitimado para regular un sector como el de las redes sociales que se ha convertido en territorio sin ley, una jungla donde todo vale, desde hundir la vida a una persona hasta agitar a las masas con infundios trumpistas que ya sabemos cómo terminan. Si algo hemos aprendido de las pasadas elecciones presidenciales en Estados Unidos es que cuando un país democrático hace dejación de funciones y no pone límites a las actividades de un desequilibrado, megalómano, embustero, payaso, impostor o bufón, el público indignado que odia al establishment termina simpatizando con el clown y siguiéndole ciegamente en su espiral de locura.

Por mucho que Casado se empeñe en construir una realidad paralela al más puro estilo orwelliano, por mucho que insista en que España es un Estado gravemente amenazado por un sórdido Ministerio de la Verdad, su relato no cuela. El líder del PP se ha creído una especie de Winston Smith llegado del futuro, un héroe de la ciencia ficción política que está aquí para alertarnos del supuesto riesgo que corremos cuando es justo al contrario, ya que el peligro público es él como responsable de un partido que está practicando a todas horas la manipulación política, la propaganda tóxica, el montaje, la conspiración y la intriga contra un Gobierno legítimo, de izquierdas muy a su pesar, pero legítimo. La empanada mental orwelliana de Casado es de tal calibre que ha llegado a negar la realidad de que el PP es un partido condenado por corrupción en el caso Gürtel, tratando de construir un universo alternativo que ni él mismo se cree ya. Cualquier día a Casado le ocurrirá lo que a Trump: que las principales televisiones del país le cortarán una emisión en directo por rumorólogo, chismoso y bulero.

Pero es que además, por mucho que Sánchez se empeñara en crear un Ministerio de la  Verdad, tal como denuncia el líder popular, sería absolutamente imposible, no solo porque la inmensa mayoría de los medios de comunicación son empresas privadas que en un Estado de derecho quedan protegidas y amparadas ante cualquier intento de intervencionismo estatal, sino porque además están los jueces ordinarios, el Tribunal Supremo y el Constitucional para ejercer su papel de tercer poder en defensa de los derechos a la libertad de expresión, de información y de prensa supuestamente amenazados. Sin embargo Casado −hombre tozudo que cuando ve carnaza en un tema lo explota hasta el final−, ha llevado el asunto hasta las últimas instancias europeas en la seguridad de que su distopía orwelliana podía dar para varios días de portadas en OK Diario, para algunos comentarios hirientes de Jiménez Losantos y para un par de chistes en el Parlamento a costa de la novela del gran escritor de Homenaje a Cataluña.

Tal como ya alertó Isaac Asimov, la fobia a 1984 ha penetrado en la conciencia de muchos “que no leyeron el libro y no tienen idea de lo que dice”. Es evidente que Casado, cuando trata de manipular la novela a su antojo para parodiar el régimen de Sánchez, se sitúa de lleno en ese grupo de desinformados literarios. Para su conocimiento, Orwell fue un demócrata que vivió en primera persona la tragedia de la Guerra Civil española poniéndose de lado de la República. Sus novelas no solo advierten de la barbarie estalinista, tal como sugiere el simplón líder de las derechas españolas, sino contra cualquier tipo de totalitarismo de todo signo (también el franquista que el PP nunca ha condenado). De hecho, para desgracia de Casado, Orwell era un socialista democrático que llegó a decir: “Voy a matar fascistas porque alguien debe hacerlo”. Ese es el escritor antifa al que Casado cita a todas horas como si fuese uno de los suyos. Grotesco y penoso.

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