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Alemania se rebela contra la UEFA e ilumina su estadio de la Eurocopa con la bandera del orgullo gay

La normativa del máximo organismo del fútbol europeo avala las políticas xenófobas del húngaro Orbán

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análisis

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Los símbolos son fundamentales cuando se trata de luchar por los derechos civiles. Ayer, en una decisión sin precedentes que revela el proceso de involución que está sufriendo Occidente, la UEFA prohibió que se iluminen los estadios de la Eurocopa con los colores de la bandera del colectivo LGTBI. Sin embargo, el Allianz Arena de Múnich, escenario del enfrentamiento entre Alemania y Hungría, ha roto con la orden dada por los prebostes del fútbol y ha lucido a todo color los colores del gran emblema del colectivo gay. La decisión ha partido del alcalde de la ciudad, Dieter Reiter, como muestra de rechazo a la ley húngara que prohíbe hablar de la homosexualidad en los colegios. Una vez más, la Alemania de Merkel da una lección de democracia y de respeto a los derechos humanos al resto del mundo.

El comunicado de los caciques del balompié es una auténtica vergüenza, además de un ejemplo de lo que no debe hacer un organismo internacional cuando se trata de defender los derechos legítimos de las minorías: “La UEFA, a través de sus estatutos, es una organización política y religiosamente neutral. Dado el contexto político de esta solicitud específica, un mensaje que apunta a una decisión tomada por el parlamento nacional húngaro, la UEFA debe rechazar esta solicitud”.

El mensaje no ha gustado en Alemania ni tampoco en España, aunque de momento la Selección de Luis Enrique no lucirá ningún distintivo de apoyo al movimiento LGTBI. El presidente de la Federación, Luis Rubiales, espera zanjar la polémica reuniéndose con representantes de los diferentes colectivos afectados, una puesta en escena equidistante que deja mucho que desear. En la lucha contra el racismo fascista no puede haber medias tintas ni actitutes timoratas, y lo que pide la gravedad de la situación es que hoy nuestros futbolistas salgan al campo con una pancarta de repulsa contra la xenofobia o una bandera del arco iris cuanto más grande mejor. No lo haremos sencillamente porque en esta cuestión sigue habiendo mucha hipocresía y siguen primando los intereses económicos antes que las nobles ideas.

Otra cacicada de la UEFA

El origen de la polémica hay que buscarlo en la aprobación, hace solo unos días, de una controvertida ley que prohíbe educar en contenidos sobre la homosexualidad en los colegios de todo el país y emitir programas de televisión dirigidos a menores. La ofensiva de los ultras húngaros ha provocado un terremoto político en el Parlamento Europeo, que en marzo declaró oficialmente la UE como “zona de libertad” para las personas del colectivo LGTBI. Los eurodiputados progresistas ya preparan acciones concretas reclamando sanciones contra Hungría por la homofobia declarada de sus líderes políticos.

Indudablemente, la legislación homófoba lleva todo el sello del presidente neofascista húngaro, Víktor Orbán, que desprecia cualquier iniciativa política que tenga ver con la igualdad entre hombres y mujeres y con la no discriminación por razones de sexo.

Pero más allá de que en el corazón de Europa se está abriendo camino un movimiento neonazi que persigue a las minorías por el color de su piel o su condición sexual, conviene denunciar que la prohibición de la UEFA choca contra los valores del deporte, el primero de los cuales es Equal Game («igualdad en el juego»). Al darle la espalda a los homosexuales, gais y lesbianas, lo que está haciendo la UEFA es marginar a un buen número de atletas que se sienten representados por el colectivo LGTBI y también comprarle el discurso al propio Orbán, destruyendo desde dentro los valores democráticos que cimentan el mundo del deporte.

Ante este disparate de la organización futbolística, son los propios deportistas los que han tomado sus propias decisiones. Así, Manuel Neuer, portero de la selección alemana, ha optado por colocarse el brazalete con la bandera LGTBI, una iniciativa que le ha valido la apertura de un expediente sancionador de la UEFA. El guardameta ya ha anunciado que seguirá llevando el brazalete también en el partido frente a Hungría, todo un gesto que lo engrandece como jugador de fútbol y como persona.

La reacción de todos los demócratas promete extenderse como la pólvora por todo el continente europeo, seriamente amenazado por ideologías ultraderechistas en países como Húngría y Polonia. Rubén López, portavoz de Arcópoli, asegura que “seguimos teniendo unas competiciones en Europa donde no hay ni un solo jugador profesional en activo que sea visible” en su homosexualidad. Además, otros movimientos en defensa del colectivo LGTBI anuncian movilizaciones en protesta contra la decisión de esta UEFA rancia, timorata y xenófoba que se ha alineado con lo peor de la extrema derecha europea.

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