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15M, de moda (y II)

Francisco Silvera
Francisco Silverahttp://www.quenosenada.blogspot.com.es
Escritor y profesor, licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y Doctor por la Universidad de Valladolid. He sido gestor cultural, lógicamente frustrado, y soy profesor funcionario de Enseñanza Secundaria, de Filosofía, hasta donde lo permitan los gobiernos actuales.
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análisis

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[segue]

Los acontecimientos históricos son como las personas, cuando no estamos no somos: o mejor dicho, somos lo que, los que sí están, quieran decir. Ya saben, el difunto nunca fue mala gente; o, y esto nos pasa a todos, cuando conocemos realmente a alguien a quien precede una fama: no suele coincidir nuestra imaginación con la realidad.

No sé si esto valdría en las sesudas Facultades de Historia, pero quizá sea un poco soberbio, admitamos, pretender que al narrar un suceso estamos contando la realidad; ya sé que esto es de primero de carrera, y me leí a E. H. Carr y otros clásicos por entonces, pero parece que se usan esas críticas metodológicas no para ponernos en guardia contra la misma idea de veracidad: sino, por contra, para acendrarla y acercarnos más a un supuesto rigor en aras de la Verdad (precisamente lo criticado, curioso).

Cuando traducimos al idioma de la memoria, de la Historia, un hecho: lo despojamos de su realidad originaria, lo convertimos en objeto del lenguaje y por tanto queda sometido al pensamiento de quien lo memore. No hay nada malo en ello, es inevitable, no es posible ningún otro acercamiento a los hechos y ahí siguen existiendo intersticios para la mayor o menor rigurosidad. Pero cuidado, esto nos lleva a concluir que toda Historia es una forma de manipulación que al no poder acceder a la complejidad del fenómeno: lo transforma en algo controlable, definible, analizable, criticable, juzgable… es decir, toda Historia es esencialmente conservadora porque se aleja del caos de la realidad para construir un símil trasladable a un imaginario público culto que, pretendidamente, comprenderá lo ocurrido: eso consolida la supremacía de las ideas sobre los hechos y termina convirtiendo las Facultades en difusoras de sistemas ideológicos que, si no están siendo permanentemente revisados, determinan formas de pensamiento que no son más que prejuicios: naciones, patrias, tradiciones, imperios, conquistas, batallas, dinastías, credos, idearios, revueltas, ganancias, tratados, economías… la Edad de Oro de quien, por encima de la tragedia o la virtud, entienden al conjunto de las personas como el combustible inexcusable de entidades superiores. Toda Historia es conservadora.

Al convertir el 15M en un hecho histórico en este sentido (dedicamos la parte I del artículo a explicarlo), ocurre una singularidad que debería alertarnos en favor de la complejidad y no de la ponzoña de la Verdad. El discurso conservador lo incorpora a su bagaje y, ¡sorpresa!, comienza a explicar el fracaso de la izquierda en el hecho de no haber sabido canalizar o, peor, haber traicionado los principios que exigía aquel movimiento “espontáneo” y “fundamentado” en las circunstancias. Si se fijan, subrepticiamente, nos deslizan dos soluciones: la del sinsentido de todo, ganan los fieles a la ciudadanía con los pies en el suelo que es la única realidad de verdad, o la de que sólo la derecha ha sabido entender y canalizar las aspiraciones de aquellas movilizaciones, el mundo del revés.

Resulta patético (pero se impone) oír a quien denominó “vagas”, “perroflautas”, “ilusos”, “antidemócratas”, “locas”, “comunistas” (supuesto insulto que se ha consolidado), “antisistemas”, “peligro para las instituciones”, “feminazis”…, resulta escandaloso que quienes insultaron denigrando de la manera más burda y cutre, quiénes veían un problema para el futuro del Estado español y de Europa el uso de “pendientes”, “coletas”, “rastas”, “camisas por fuera”, “vaqueros” o “peinados a la vasca”, que quienes no querían (ni quieren) percibir los más de cien mil millones de euros de agujero negro de una clase poderosa (ésa era la “casta”) dedicada a una estafa piramidal llamada economía especulativa, amparada por la banca protectora de nuestros ahorros, que el Estado (o sea, nosotros mismos) debió reponer porque se habían “esfumado” (el dinero ni se crea ni se destruye, sólo cambia de manos), toda esta población reaccionaria, literalmente, ahora usa el 15M como propio para arrojárselo al rostro precisamente de quienes vivieron y conocieron y participaron en sus bondades y sus ilusiones, sus perversiones y sus maldades.

Sistema o Antisistema, ésa es la cuestión. Aquéllos se pretenden acertados siempre, poseen la Verdad; éstas revisan, analizan, critican y especulan. Que la sociedad propende a ser conservadora lo prueba la imposición permanente del discurso históricamente construido, alejado de la vida; quizá sea un reflejo del instinto de supervivencia, irracional e ineluctable… Naturaleza y pensamiento, huevo o gallina.

La diferencia exacta entre el conservadurismo y el progresismo tiene que ver más con esta comprensión del modelo de cambio social que con la ideología económica, ésa es una derivación… se trata de tendencia, no de pureza, el progreso no es un programa de gestión, es una concepción de la realidad humana: si usted todavía piensa exclusivamente en planificaciones económicas, es probable que sea más conservador de lo que cree, tanto si comulga con los Chicago Boys como si Castro le parece un teórico respetable.

Es más sencillo hablar de batallas y de reyes, de catedrales e intelectuales gigantes, que de las víctimas que hicieron falta para que todo aquello fuera lo que pretendemos contar (inventar). Lorca como símbolo de la izquierda represaliada se convierte en una víctima del fanatismo, del horror pero eso oculta el contenido de la ideología que lo torturó y lo asesinó, no nos propone la prevención necesaria, la enseñanza necesaria para evitar y rechazar los valores tradicionalistas, religiosos, políticos y económicos que saldaron sus deudas pegándole dos tiros en el culo al poeta maricón: nos coloca en un bando de dos, cada uno según su lectura… Estudiamos la Edad de Plata de la poesía española y alzamos los brazos de alegría por la genialidad de nuestro imperio sin par, pero olvidamos el Segundo Renacimiento que fue el Modernismo (así lo bautizó uno de nuestros pensadores más conscientes: Juan Ramón Jiménez) verdadera causa de la virulencia antisemita del reaccionarismo católico, empeñado en borrar de la Tierra a la raza capaz de generar la Institución Libre de Enseñanza, la Residencia de Estudiantes y las bases intelectuales de las Reformas de la II República Española. Se lo apropian.

Apropiación. Lo interesante del ejercicio de revisar los hechos históricos es percibir el mal, el daño, y ésa es su función catártica para evitar la consolidación del mismo. Mejor que elevar a los altares en forma de tópico un acontecimiento es regolfar a sus causas y analizarlas: qué ha cambiado y quiénes son hoy los que defienden el modelo que generó ese sufrimiento, el perjuicio que está en su origen. Así debemos estudiar: el victimario es trascendental pero lo es más comprender el por qué y el cómo algunos llegaron a cometer actos injustos, crímenes, eso nos cura el fanatismo o, al menos, nos enfrenta con nuestra realidad sin hipocresías. La apropiación desvirtúa a las víctimas y termina justificando al causante.

Esto está ocurriendo constantemente, en el fondo es nuestra naturaleza domesticar el caos, aunque la fiera domada ya no sea fiera. En esto estamos ahora; la verdadera parálisis del 15M no es su deriva política, eso no lo controla nadie, sino la hipóstasis que el reaccionarismo está empezando a construir para poder controlarlo, apropiárselo. Es una buena ocasión para aprender la posibilidades que tendría usar esta perspectiva para soslayar la Historia que se impone conservadora por necesidad, reflejo del dominio, del control. No es hacer una Historia de izquierdas, eso está muy manido, sino evitar los sesgos que deforman la esencia de la realidad para entender, ya bajo esa perspectiva historicista, el debate real en su momento; menos describir desde hoy y más entender desde entonces.

Porque el Poder cuando piensa impone, implanta porque su modelo es la idea, no la vida. La intelectualidad (tan escasa) siempre va contra el Sistema, escribe conocedora de sus límites, agota su existir en comprender una sola cosa, sólo una, como evitar el daño a los otros. Es Humanista.

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