Ana es una refugiada guatemalteca que llegó a España con 23 años huyendo de la extrema violencia de su país. Y decidió depositar su confianza en un antiguo profesor suyo, una de las pocas caras conocidas que tenía en España. Él prometió cuidar de ella.

Los abusos físicos comenzaron en su primera noche en España. Con la muerte de su madre, el agresor aprovechó este episodio de extrema vulnerabilidad de Ana para incrementar las agresiones. Él le hacía creer que era el único que podía protegerla en una tierra extraña. Y con el tiempo, las vejaciones se sucedían e iban aumentando.

La primera vez que decidió contar su historia fue tras una fuerte crisis de ansiedad en la cena de Navidad en casa de una amiga. Nadie dio crédito a su historia.

La campaña #YoTeCreo surge a raíz de la historia de Ana. La Asociación de Mujeres de Guatemala (AMG) ha presentado dicha campaña para visibilizar la falta de credibilidad que sufren las víctimas de agresiones sexuales.

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El agresor de Ana utilizaba un lenguaje degradante. “No valoraba las opiniones de Ana y le obligaba a llamarle mi amo” afirma Mercedes Hernández, directora de la AMG. La indefensión de esta mujer es la misma que sufren millones de mujeres víctimas de violencia y abusos: “Avergonzarse de lo ocurrido y creer que lo que sucede es culpa suya”.

 

La justicia da la espalda a las víctimas

Tuvieron que transcurrir unos años hasta que Ana resolvió denunciar a su agresor. “Me acribillaron a preguntas que no buscaban esclarecer los hechos, sino convencerme de que era yo la culpable”, afirma Ana.

El juzgado archivó la denuncia de Ana por “falta de credibilidad” al tratarse de una mujer con estudios superiores

Al llegar al tribunal se encontró con una sala fría y un trato lejano. La justicia daba por hecho que no podía haber sufrido vejaciones ni haber sido agredida, simplemente por el hecho de que era una mujer instruida, con estudios superiores y como miembro de una asociación y haber participado en manifestaciones.

El estrés postraumático provocaba que Ana no pudiese recordar el 100% de lo ocurrido. No era capz poner en palabras los hechos, sin embargo sí pudo expresarse mediante un cómic que la justicia tampoco quiso ver.

Ese fue su laberinto: la Justicia. A pesar de que una psicóloga independiente avaló que el relato que ella había plasmado en los dibujos era verosímil y coherente, se archivó el caso.

El hombre que vejó a Ana sigue en la calle fortalecido además por las instituciones judiciales. Ya ha agredido a una mujer y la justicia no le ha culpado. De esta manera, quizás piense que lo puede volver a hacer.

 

Los datos de la ignominia

No cabe duda de que lo vivido por Ana es un delito por trato inhumano y degradante, vejaciones tan extremas que se encuentran más allá del abuso sexual. El agresor busca por encima de todo poder.

Las violaciones perpetradas por hombres que forman parte del entorno conocido de la víctima representan entre el 70 y el 80%

Las violaciones perpetradas por hombres que forman parte del entorno conocido de la víctima representan entre el 70 y el 80% según el Ministerio del Interior.

En España, según el CGPJ, solamente el 0,4% de las denuncias son falsas y en muchas ocasiones las sentencias judiciales son consideradas ridículas por las víctimas ya que el 41,68 % de las mujeres que comunican a la policía las agresiones que han sufrido dicen no sentirse satisfechas con el trato recibido.

Es decir, cuando las mujeres consiguen finalmente denunciar y dar el paso, las instituciones no les creen. En numerosas ocasiones se culpa a la víctima de lo ocurrido, en cambio, esto no ocurre con un robo y mucho menos con un homicidio.

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