Para todas las personas que son madres,
y especialmente para mi amiga
María Luisa Sánchez-Andrade de San Severiano
La pregunta aletea como un pájaro desde la puerta del salón:
-¿Quién se viene conmigo al supermercado?
Durante un instante no hay ninguna respuesta. Su marido está trabajando con el ordenador y el hijo mayor tiene la cabeza inclinada sobre el móvil; la luz de la pantalla mezclándose con la de su mirada. La niña también está ocupada con el teléfono, moviendo los pulgares a velocidad increíble sobre el pequeño teclado virtual.
-Yooo…
El hijo pequeño se ha levantado de un salto y corre hacia ella, olvidando inmediatamente los muñecos de goma con los que jugaba.
Sonríe feliz, la madre, al sentir como su hijo se abraza a sus piernas y apoya la cabeza en su cadera.
-Hace un poco de frío, tenemos que coger tu abrigo, el gorro y la bufanda.
Van juntos hasta el armario de la entrada.
-No veo el gorro, ¿tú sabes donde está, Santi?
-Síi.
La pequeña exhalación corre hasta su cuarto y sale con el gorro de lana rojo entre las manos. Se detiene en el salón para colocárselo en la cabeza, y mientras lo hace mira a su padre, concentrado en la pantalla del ordenador, y a continuación mira a sus dos hermanos. Ninguno de los tres ha dicho una sola palabra, ninguno se ha girado siquiera para mirar a la madre: alta, delgada, elegante, con el pelo rubio en melena corta y la sonrisa en los ojos y los labios.
Ahora Santi no corre, camina despacio, con pasos graves, el gorro rojo cubriéndole los rizos; al llegar hasta su madre busca sus ojos y sube una mano para que ella se la coja. ¡Qué guapa es!
-Vamos.
Ya lo tiene agarrado de la mano y están abriendo la puerta de la calle, cuando -con voz preocupada- el niño le pregunta.
-Y cuándo yo también tenga móvil ¿quién te va a querer a ti, mamá?