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Y dijo el hombre, me gusta estar solo

Cruz Galdón
Cruz Galdón
Escritora
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análisis

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Llevo un tiempo que observo un estado nuevo en el sexo masculino. Se trata de un escenario que nuestras madres jamás hubieran pensado, no olvidar que “el hombre no sabe/no sabía estar solo”. Desde el Génesis le sacaron su maravillosa costilla para hacerle una compañera a su medida. Un igual y semejante con diferencias evidentes para procrear la especie. ¡Lástima que, al no ser provista de manual de instrucciones, no siendo la intuición un arma poderosa en él, tuviese que acudir a la fuerza y contención de sus ideas para entenderla! Pero mi querido lector, no se asuste que mi carta de hoy no es pretenciosa ni quiere provocar desagravios. Más al contrario, pretendo hacer valer una nueva realidad de la masculinidad que, a mi modesto modo de ver, no está siendo lo suficientemente valorada.

Por motivos de investigación literaria, me inmiscuí en la vida de los aquéllos que se dejaron entrevistar, sacando escrupulosamente y como si de un tesoro se tratase el compendio de leyes internas que se habían impuesto, como una suerte de cuentas de perlas que ir logrando. Durante los mismos tiempos, me incluí de puntillas en apps que verificasen qué hace feliz al varón del Siglo XXI, y heme aquí con cara de sorpresa e ilusión. Todos ellos, Singer radiantes en su comienzo o ya madurez, están bien y contentos por vivir sus vidas sin necesidad del beneplácito de una hembra que les organizase sus vidas, incluso sin un amor real que les planchase el alma cansada cada noche, después de la ardua jornada laboral. Se han hecho independientes después de haber estado adheridos a la madre y ex esposas.

Son hombres que, en su paso aguerrido por la vida, destilan organización en sus hogares, en su tiempo libre, en sus agendas, ya nadie les puede criticar una camisa mal planchada ¿Y ahora qué? Si las mujeres maravillosas que, hoy cumplidos los cuarenta, tienen sus vidas tan perfectamente estructuradas que ya no son artículo de primera necesidad y, ellos campan en su nueva autosuficiencia que les engrandece y crece, ¿qué pasa con el amor, el compartir, el proyecto en común?

No tengo respuestas, la individualidad del ser tan reivindicada por ambos sexos en los últimos cien años, se ha postrado ante nosotros con una capa de autosuficiencia que en verdad atónita me tiene. ¿Qué será cuando de nuestras incipientes madureces pasemos al camino de la enfermedad, de la soledad, del compartir recuerdos?

Me gusta verle, mi querido lector, cómo hace una vida plena. Sí, en su femineidad y en su masculinidad absolutamente plenas, pero no olvidemos algo que para mí es sagrado y es que, todos necesitamos una mano amiga y llena de amor.

Siempre suya

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1 COMENTARIO

  1. Como sucede desde hace unos domingos, espere con expectativas la columna de nuestra amiga Cruz, Galdón que sabemos, se ha convertido en una escritora dotada de una excelente pluma imprimiendo en sus escritos la fórmula para ayudar a que quiénes la leen piensen y reflexionen sobre temas que, como el de hoy, lo lleven, a profundizar la mirada sobre si mismo frente al espejo al que se mira diariamente estando sólo, para comprobar y comprobarse con honestidad, si es la imagen que proyecta o dice proyectar al estar acompañado.
    Como siempre, después de leerte, nobleza obliga, te felicito por el artículo escrito porque refrenda que sos una Mujer que conoce perfectamenter la diferencia existente entre las palabras mirar y ver. Felicitaciones otra vez, Cruz. Tu camino como escritora no tiene límites. Un abrazo fraterno y grande de quien te reconoce y admira.

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