Durante los últimos años he tenido la oportunidad por motivos profesionales de estar implicado en el asunto venezolano y entablar amistad con bastantes personas de la amplia comunidad venezolana residente en Madrid, entre ellas el padre de Leopoldo López, al que siempre he considerado una persona cercana y afable con grandes dosis de sentido común. También él ha sabido poner las cosas en su sitio tras la euforia desatada por el arresto domiciliario concedido a su hijo. Leopoldo es hoy un preso en su propia casa, como otros destacados opositores venezolanos entre los que hay que citar al que fuera alcalde de Caracas, Antonio Ledezma. El régimen chavista continúa con este gesto queriendo ganar tiempo en su huida desesperada hacia delante.

Lo que está ocurriendo en Venezuela no es más que el último estadio de la constatación de un fracaso. Si un movimiento como el chavismo tuvo motivos para surgir en Venezuela, ahora tiene más que un motivo para dar vía libre a la expresión popular de los venezolanos. Que se pronuncien, que voten y que elijan porque ya no son aceptables requiebros para distraer la atención o directamente imponer una dictadura con argucias como la convocatoria de esa Asamblea Constituyente que Nicolás Maduro quiere constituir a finales del mes de Julio. Ese día será el auténtico punto de inflexión de la tensión creciente que se vive en Venezuela durante los últimos meses.

La operación de Maduro es rocambolesca y propia de todos los populismos que a lo largo de la historia han sido: buscar una supuesta pureza revolucionaria cuando la revolución está perdida, entre otras cosas, porque jamás se hizo. Apelar a un supuesto pueblo no contaminado por el juego partidista cuando el juego, la división y el partidismo ha sido fomentado durante años aprovechando, además, la posición ventajosa que da el Poder.

Las divisiones ideológicas en Venezuela no son exactamente igual que las españolas. El partido de Leopoldo López, Voluntad Popular, pertenece a la Internacional Socialista pero tiene poco que ver con ese Socialismo del siglo XXI con el que Hugo Chávez quiso revestir de cobertura intelectual a su aventura personal a bordo del viejo tren populista. Pero más allá del debate sobre si el partido de Leopoldo López es una opción de izquierdas, lo cierto es que si la izquierda tiene algo que decir en Iberoamérica debe desgajarse de cualquier compañía del tipo chavista, y eso solamente comenzará a quedar claro el día en el que se abran los portones de la libertad en Venezuela.

Leopoldo López no está libre. Ahora está preso en su domicilio como muchos venezolanos a los que les gustaría salir de un lugar que tiene posibilidades de ser uno de los grandes motores de Iberoamérica pero que ha sido convertido en el paraíso de la escasez, la manipulación y el empoderamiento de una neocasta cuya supuesta revolución no fue más que una excusa para ocupar los salones bien enmotequetados.

 

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