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Una “epidemia de megaincendios” arrasa los países del Mediterráneo

El cambio climático, el abandono rural, el urbanismo desbocado, la cultura del fuego y la falta de inversiones en prevención están detrás de los “megaincendios” que se ceban con España, Portugal, Francia, Italia, Grecia y Turquía

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análisis

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El 80% de la superficie quemada en incendios forestales en Europa se encuentra en el Mediterráneo, principalmente en Portugal, España, Francia, Italia, Grecia y Turquía. Cada año se queman 375.000 hectáreas de bosque y monte en el área mediterránea, donde se producen más de 56.000 siniestros anuales. La mano del ser humano está detrás del 96% de los fuegos, ya sea de forma negligente o intencionada. Y por si fuera poco España ocupa el segundo lugar en este triste ranking con más de 12.000 siniestros cada año (Portugal es el país más afectado con más de 22.600 incendios y Grecia figura en tercer lugar con más de 9.000).

Estos datos preocupantes forman parte del exhaustivo informe elaborado por la oenegé WWF en 2019. El estudio advierte de que nos enfrentamos a una nueva tipología de incendios conocidos como “superincendios” o “megaincendios”, donde el fuego es ingobernable, impredecible y se extiende a tal velocidad (hasta 4.000 hectáreas por hora), que los cuerpos de extinción no pueden hacer nada para controlarlos.

¿Qué está pasando en los países Mediterráneos?

La subida de la temperatura a causa del cambio climático ha traído consigo una epidemia de incendios forestales letal para los ecosistemas mediterráneos. Los siniestros ya no son un problema de una región localizada ni un fenómeno circunscrito al verano (el 55% de los incendios en estos países se produjeron en el mes de octubre).

Además, los ecosistemas mediterráneos son especialmente vulnerables al calentamiento global. Según el informe de WWF, en el sur de Europa padecemos muy acusadamente las consecuencias adversas de la subida de las temperaturas. Pero hay otros factores que desatan los grandes incendios. Los efectos acumulativos de la despoblación rural, el abandono de usos tradicionales, la ausencia de gestión forestal, un caótico modelo de urbanismo y la arraigada cultura del fuego (tanto para la gestión como para usos recreativos). Estos factores crean las condiciones perfectas para que los grandes incendios forestales hayan dejado de ser un problema únicamente del verano.

En cuanto a las causas, se sabe que en el 96% de los casos la mano del ser humano está detrás del inicio de un incendio forestal. Los siniestros no siempre son intencionados, también se originan por negligencias o accidentes, pero “lo que es claro es que el uso del fuego como herramienta de gestión agrícola, así como sus usos recreativos, son causantes de gran parte de estos siniestros”.

¿Qué debemos hacer para frenar el desastre?

WWF asegura que es necesario invertir más en desarrollo rural (el abandono de las comarcas del interior supone el abandono de los terrenos forestales y de los usos tradicionales del suelo). La despoblación es una de las principales causas de que nuestros montes sean tan inflamables.

En segundo término debemos rediseñar el paisaje para hacerlo “más resiliente al fuego”, o lo que es lo mismo, “que nuestros campos y montes vuelvan a ser paisajes mixtos con vegetación de diferente tipología”. Conseguir esa biodiversidad sería un gran paso adelante.

En tercer lugar estamos hablando de un problema que afecta a toda Europa, y por lo tanto, “deberíamos tener una política comunitaria para los bosques que dedique recursos económicos a dar soluciones. Sin embargo, lo que tenemos es que la Política Agraria Común (PAC) solo invierte un 15% en nuestros bosques”, según WWF.

También debemos identificar las Zonas de Alto Riesgo de Incendio (ZARIS), así como las plantaciones forestales que son peligrosas (como por ejemplo las plantaciones de eucalipto abandonadas); acabar con la impunidad y perseguir y castigar a los incendiarios; conocer las causas (de casi un 30% de los incendios no se conoce su origen, de modo que sin saber el foco no se pueden poner las soluciones). Y por último, hay que frenar el cambio climático a toda costa, reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero con la transición a una economía más verde.

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