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Un mundo idílico exento de machirulos

La pionera feminista Charlotte Perkins Gilman creó hace un siglo en su novela ‘El país de las mujeres’ un lugar imaginario y muy desarrollado dirigido solo por mujeres

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análisis

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Imaginen por un momento un día cualquiera que, al despertar y poner el pie en la calle, ven un mundo completamente nuevo, diferente al actual, con una civilización tremendamente desarrollada y especializada a todos los niveles del saber y cuyos beneficios disfrutan completamente por igual todos los ciudadanos sin excepción. Efectivamente: estaba gobernado y planificado sólo por mujeres. La escritora y pionera feminista Charlotte Perkins Gilman (1860-1935) fue también la precursora del novedoso subgénero de la ciencia-ficción de corte feminista y su emblemática novela El país de las mujeres ha servido y sirve aún de ejemplo para generaciones enteras de defensoras de los derechos de la mujer.

Charlotte Perkins Gilman se adelantó varias décadas a la escritora canadiense Margaret Atwood y su espeluznante distopía El cuento de la criada, novela que sirve de perfecto contrapunto al idílico universo de El país de las mujeres, publicado por entregas en 1915 en la revista La Precursora. En esta novela pionera Gilman planteó a través de la ficción un ideario que poco después sería todo un ideario del movimiento feminista en ciernes. Realmente, el matriarcado es y debe ser el verdadero eje vertebrador que marca el devenir de cualquier sociedad que se precie de sentirse orgullosa del progreso, los avances políticos, sociales y culturales, y la lucha por la igualdad.

Como relata Eulalia Piñero Gil en la introducción a esta edición de Guillermo Escolar Editor, Gilman explica en el prefacio de su novela que “los seres humanos han soñado desde siempre con un más allá idílico después de morir, pero ella se muestra convencida de que un cambio de mentalidad es posible en la sociedad, y que es fundamental que las mujeres despierten a otras posibilidades y a un futuro mucho más justo y digno en un periodo de tiempo de unos treinta años”.

Al presentar su historia en una tierra utópica habitada por mujeres, Gilman se permite contraponerla a la sociedad que le tocó sufrir en sus propias carnes y critica abiertamente los ejes del capitalismo y de la educación patriarcal; en definitiva, de una sociedad lastrada por unos males adquiridos desde la noche de los tiempos que siempre ha marginado el papel de la mujer prácticamente de forma exclusiva hacia el hogar y el cuidado y crianza de los hijos.

La precursora de la novela de ciencia-ficción feminista sufrió torturas para ser tratada de la depresión posparto que padeció

La novela plantea el deseo de tres jóvenes exploradores estadounidenses de certificar lo que transmiten las leyendas desde tiempo inmemorial: la existencia de un país remoto e idílico del que nadie volvió jamás, habitado sólo por mujeres. Donde ansiaban hallar un lugar donde darse un verdadero festín sexual permanente, rodeados de bellas mujeres deseosas de ser sometidas a la superioridad del varón, hallan en cambio una tierra muy desarrollada en la que ni siquiera los hombres son necesarios para lograr la procreación. Tampoco para la subsistencia económica. Por tanto, son seres prescindibles por completo. Recuerda Eulalia Piñero que la autora de El país de las mujeres “estaba convencida de que la liberación de la mujer estaba necesariamente ligada a su desvinculación del papel que le había designado la biología como reproductora de la especie humana”. Esta pionera del movimiento feminista fue consciente desde un primer momento de que la existencia social de la mujer “estaba determinada por el control de la sexualidad, la maternidad, el cuidado de la prole y por cómo el patriarcado había organizado las diferencias de género en torno a esta realidad”.

Charlotte Perkins Gilman compartió una traumática experiencia personal con las también escritoras Edith Wharton y Virginia Woolf, que después plasmó en su autobiográfica novela El empapelado amarillo. Después de sufrir una depresión posparto, Gilman fue víctima de torturas debido al tratamiento habitual con el que se trataba de curar a las mujeres esta dolencia mental en aquella época.

 

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