En un libro trascendental y combativo, el Manifiesto Comunista, la pareja formada por Karl Marx y Friedrich Engels aseguraban a fines del siglo XIX  que un fantasma recorría Europa: el comunismo. Un siglo y medio después, derrotados los fascismos en la Segunda Guerra Mundial y naufragado el comunismo tras la caída del Muro de Berlín, aparecen nuevas amenazas en la escena europea y un orden que hasta ahora parecía estático comienza a mostrar una grave tendencia a la inestabilidad.

Los nuevos movimientos populistas, que arrasan desde el Reino Unido hasta Grecia, son la principal amenaza y desafío, tal como se ha visto recientemente con la polémica aprobación del Brexit por los británicos. En Francia, el Frente Nacional quiere abandonar la Unión Europea (UE), el euro y la solidaridad continental para hacer frente a los grandes problemas que nos amenazan, como el descontrol en las fronteras, el nuevo terrorismo urbano de corte islamista y una inmigración desbocada.

Frente al proyecto europeo y la colaboración con sus vecinos, Francia cerraría sus fronteras, volvería al franco y apostaría por el aislamiento total y el autismo frente a todo lo que sucede en el mundo exterior. Por cierto, igual que Trump en Estados Unidos, que ya está amenazando con abandonar a sus socios de la OTAN y plantar un muro de la vergüenza no frente a México, como algunos creen, sino contra toda América Latina. Su problema no son los mexicanos, sino los latinos. Es el racismo, estúpido.

El populismo utiliza argumentos simples y sencillos, muchas veces manipulando y falseando la realidad, como hicieron los defensores de la salida del Reino Unido de la UE, apelando a un cierto primitivismo, a la pureza de la raza y a la defensa de la nación supuestamente amenazada por los inmigrantes y los diferentes en general. Cambian de nombre, de identidad y de nacionalidad, pero perviven las viejas ideas racistas, xenófobas y contrarias a Europa. Bruselas es culpable de todo y el argumento funciona entre los sectores más descontentos y excluidos socialmente. El facilismo siempre ha dado notables éxitos políticos y para buena muestra de ello el nazismo en los años treinta en Alemania.

Fenómeno multinacional contrario a la UE

El movimiento más pintoresco de este universo de grupos que han surgido en los últimos tres lustros es Amanecer Dorado, un grupúsculo nazi que a base de agresiones brutales, la defensa de los «puros griegos» y la lucha contra los elementos foráneos (inmigrantes) ha conseguido el tercer puesto en el podio parlamentario griego -y creciendo en las encuestas- y un protagonismo social y mediático único. Lo cómico de este asunto, si es que tiene alguna comicidad viendo a los principales líderes de esta formación en la cárcel por actividades violentas, es que Grecia fue un país ocupado, machacado, bombardeado y humillado hasta la saciedad por los nazis. ¿Cómo es posible esta locura, cómo puede haber surgido un grupo nazi en el epicentro de la represión más brutal generada por esta ideología?

En Italia, por ejemplo, en las antípodas de Amanecer Dorado, está el Movimiento Cinco Estrellas, que lidera el cómico y artista Beppe Grillo, una corriente política que se mueve en la ambigüedad ideológica, el discurso antisistema, una suerte de progresismo en donde cabe de todo y el rechazo sistemático -al menos de palabra- hacia el viejo régimen y en antiguo sistema de partidos políticos italiano. Recientemente se han hecho con las importantes alcaldías de Roma y Turín, pero ya antes habían entrado en el legislativo italiano y desde hace meses se niegan a colaborar con el ejecutivo de centro izquierda, al que consideran parte de la «vieja política» y pieza fundamental del decadente sistema imperante hasta ahora.

Pero en todas partes se cuecen habas, que se dice vulgarmente, ya que está oleada populista golpea con fuerza en todo el continente pero muy especialmente en Alemania, Bélgica, España, Finlandia, Francia, Holanda, Hungría, Italia, Grecia, Noruega, Polonia, Rusia, Suiza y Suecia. Pero atentos, especialmente, a Francia, pues si en este país se convocará una consulta sobre la pertenencia a la UE, tal como pretende el Frente Nacional -primer partido hoy en las encuestas-, y el resultado fuera negativo, algo que no  se debe descartar, el proyecto europeo se iría al traste y la UE no sería sostenible. Sin el eje franco-alemán, por mucho que les pese a algunos, no existiría la UE. Fue fundada sobre esa base y sin la misma, a pesar de la buena voluntad de la periferia europeísta, no se sostendría.

La crisis económica, la mala gestión de la oleada migratoria llegada a Europa, la exclusión social de una buena parte de la sociedad que no percibe los beneficios del comatoso Estado del Bienestar y el desgaste de un modelo que ya no genera ni bienestar ni prosperidad para todos, junto con otros males, han provocado este estado de cosas que padecemos. La demagogia y el verbo fácil para hacer frente a los grandes y complejos problemas de nuestro tiempo, que son muchos, se abren camino, contra toda lógica, en este mundo globalizado.

Y, paradójicamente, estos nuevos movimientos obtienen importantes réditos electorales e incluso pueden llegar a convertirse en alternativas reales de gobierno. El peligro acecha, las soluciones no tanto. El futuro de Europa pende de un hilo, mientras el terrorismo, el vacío moral y la incertidumbre se apoderan de las calles de Europa. Atentados en Bruselas, París, Niza y Munich, el terror  en carne propia vivido en nuestros barrios sin que nadie lo detenga. ¿Tendrá respuestas el populismo a esta crisis?

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