domingo, 28abril, 2024
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Tú eres empleada de El Corte Inglés, ¿a que sí?

Javier Puebla
Javier Pueblahttp://www.javierpuebla.com
Cineasta, escritor, columnista y viajero. Galardonado con diversos premios, tanto en prosa como en poesía. Es el primer escritor en la historia de la literatura en haber escrito un cuento al día durante un año, El año del cazador, 365 relatos que encierran una novela dentro.
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análisis

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(para todos los empleados del Corte Inglés, 
y en particular a los de Méndez Álvaro)

Era cuatro de enero y aún me faltaba un regalo para mi hijo, así que bajé hasta Méndez Álvaro, hasta El Corte Inglés que van a borrar del mapa (para construir dos edificios oficinas que harán todavía un poco más difícil la entrada y la salida a Madrid en las horas punta).  Nada más entrar estuve a punto de darme la vuelta: había tal lío y estaba tan desbordado el espacio. Pero ya que estaba…

Aprovecharía al menos para comprar algo práctico.

Pregunté a una chica por la parafarmacia.

-Al final de la planta, casi llegando a los ascensores

Mientras caminaba hacia la parafarmacia pensé que quizá lo de la excepcionalidad de los empleados del Corte Inglés, sobre la que he escrito ya varias veces, era mi romanticismo, mi mirada más que la verdad, porque mientras avanzaba había visto a un dependiente que se dirigía a los clientes como si fuera un agente de tráfico (o un empleado del Ahorra Más, el DIA o el Mercadona).

Llegué a la parafarmacia, pedí un líquido limpiador sin jabón y de repente se me ocurrió que podría camuflarlo también como regalo de Reyes. Sin duda le haría un poquito más de ilusión a mi hijo. Así que pedí que me lo envolvieran.

A la chica que estaba tras el mostrador se la notaba poco experta, y a su compañera incluso menos experta.

-Van a pasar de mí -me dije-, esto no es un regalo, sino un artículo de batalla.

Pero no. Bueno, sí. Aunque en realidad: no. Porque inesperadamente las dos novatas desaparecieron, se pusieron con otros clientes y a otras cosas, y en su lugar apareció alguien con una sonrisa amable en los labios.

-Yo se lo envuelvo.

Inmediatamente me sentí como si yo fuera el rey del mundo y el tiempo no existiera. Ya no estaba en un lugar dominado por el caos y la impaciencia. ¡Caramba, algo así  no puede lograrlo cualquiera!

-Tú eres empleada del Corte Inglés, de las de verdad,  ¿a que sí? -la acusé, casi apuntando la con el dedo, subrayando lo de LAS DE VERDAD y sintiendo que los ojos me echaban chiribitas de entusiasmo-. De las auténticas, de las que trabajan aquí hace un montón de tiempo. De las de toda la vida.

Asintió. Sin apenas mirarme, pero su sonrisa se hizo un poco más ancha.

-Es que se os reconoce -continué incapaz de refrenar mi entusiasmo-, sois de una casta especial, tenéis una clase, una calidad humana,  que se ha vuelto insólita en la sociedad moderna. Hace un momento he visto a un chaval tratando al público como si fuera ganado, pero deduzco que debía estar trabajando en una firma ajena al Corte Inglés, de esas que se os han colado en casi todos los centros como especies invasoras.

La sonrisa todavía se hizo un poquitín más grande y me quedé mirando como los dedos doblaban el papel, aprovechaban su superficie al máximo, hasta que el paquete quedó cerrado y perfecto.

Francamente me parece algo inaudito; maravilloso pero inaudito. ¿Cómo es posible que el Corte Inglés tenga un personal de cara al público de tanta calidad? Porque no es que el C.I. mantenga un DEPARTAMENTO DE PERSONAL  congelado desde la época en la que a los trabajadores se les consideraba personas; como cualquier otro negocio a quienes se contrata se les “gestiona” desde RECURSOS HUMANOS (un nombre significativo y elegido sin ningún tipo de inocencia).

Areces, Ramón Areces, consiguió transmitir un espíritu, una calidad, a quienes trabajaban con él -los llamaba “su familia”-  que ha perdurado en el tiempo a pesar de los bandazos del mundo y de la propia empresa, que ni siquiera premia la antigüedad a los nuevos contratados.

Soy una persona capaz de adaptar el paso a reyes y mendigos, como predicaba Kipling, pero sería mentir el afirmar que me hace sentir cómodo que los empleados del Mercadona me miren por encima del hombro, porque los importantes –está clarísimo y quizá así se lo digan quienes les contratan- son ellos; nosotros sólo somos vacas cuyas ubres dan dinero. Y digo Mercadona como puedo decir cualquier otro sitio donde el cliente es alguien a quien hay que exprimir al máximo antes que un ser humano.

En el  Corte Inglés, todavía y muchas veces, el que parece importante es el cliente; pero son esos empleados excepcionales los que logran el efecto. Ellos sí que son importantes, y seguro que todos lo saben y siente por dentro. Son excepcionales, y cualquiera que sepa mirar reconoce, igual que yo, esa excepcionalidad cuando trata con ellos.

Ojalá perdure todavía durante mucho tiempo esa raza capaz de predicar eficacia y respeto, dando ejemplo.

Me quito el sombrero.

Mecanografía: MDMF )

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1 COMENTARIO

  1. Yo una eternidad de años trabajando en ECI, y puedo decirte que se lo han cargado.
    Nunca será el de antes y esos vendedores y trabajadores como yo, son una raza en extinción.
    Yo trabajé en la época de Don Ramón y si, éramos su familia, ahora no somos nada. Pero quieren lo mismo a cambio de nada ni siquiera respeto

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