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Foto: Flickr

Donald Trump no vive su mejor momento en la presidencia, sobre todo cuando si se hace una recopilación de los últimos meses no encontramos en su gestión más que derrotas en la política interna que, al fin y al cabo, es la que más valoran los ciudadanos norteamericanos. Nos hallamos en un momento en que el país se encuentra en un momento en el que los dos partidos ya han iniciado su maquinaria electoral de cara a 2020.

Trump se está dando cuenta de que las políticas proteccionistas, xenófobas y populistas no están siendo efectivas y de que el partido demócrata se ha rearmado logrando la victoria en las elecciones de mitad de mandato. Además, en los caucus los candidatos que están postulándose para ser los elegidos para encabezar la papeleta demócrata tienen una talla política muy superior a la del actual presidente porque arrastraría a los votantes que dieron la espalda a Hillary Clinton en 2016. Los americanos ya ven que cuatro años de Trump son demasiados, incluso en los territorios en los que arrasó, pero, sobre todo, en los llamados Estados clave.

Por esta razón, Trump precisa de un golpe de efecto, crear una cortina de humo que desvíe la atención y eso sólo lo puede conseguir con la política exterior. En concreto, su máximo aliado para ello puede ser alguien que cuando llegó a la Casa Blanca era uno de los máximos enemigos de los Estados Unidos: el dictador norcoreano Kim Jong Un.

Trump se reunirá en Hanoi (Vietnam) con el líder de Corea del Norte a finales de este mes para negociar el abandono del plan nuclear a cambio de retirar el bloqueo económico. Dentro del Partido Republicano piensan que Trump cree que le será más fácil doblegar a Kim Jong Un que a la presidenta del Congreso, la demócrata Nancy Pelosi. Al menos, en la cumbre de la capital vietnamita dará a Trump la oportunidad de cambiar la tendencia perdedora de su política, sobre todo después del varapalo de las elecciones de mitad de mandato.

Sin embargo, en Estados Unidos la mayoría de los ciudadanos le da muy poca importancia a la política exterior, salvo que ésta se traduzca en una nueva guerra en la que mostrar al mundo el poderío militar norteamericano.

Los críticos a Trump, tanto republicanos como demócratas, señalan que la cumbre anterior con Kim Jong Un, en Singapur, en junio pasado, fue más un espectáculo mediático que un intercambio diplomático sobrio y produjo solo una vaga declaración de objetivos compartidos.

Si bien Trump lo declaró como un éxito irrepetible, su administración redujo las expectativas semanas antes de la reunión después de que los norcoreanos rechazaran una propuesta escrita de los Estados Unidos que estableciera una hoja de ruta para la desnuclearización «completa, verificable e irreversible» que los funcionarios de Trump habían exigido.

Todo ello ocurrirá en un momento en que los demócratas están intentando forzar al presidente a que haga públicas sus conversaciones privadas con Vladimir Putin. En concreto, lo que pretenden es averiguar qué discutieron Trump y Putin durante su reunión privada en Helsinki en julio pasado, donde Trump se enfrentó con la comunidad de inteligencia de los Estados Unidos y declaró, mientras estaba al lado del presidente ruso, que el Kremlin sí se puso de acuerdo con él. Todo ello, además, en un momento en el que los servicios de inteligencia y el FBI están investigando la injerencia rusa en las elecciones, las reuniones de la campaña de Trump con diplomáticos rusos y el ocultismo de la Casa Blanca respecto a los contactos entre el presidente y Putin.

Además, se une la potencia de los candidatos que están compitiendo en el lado demócrata por encabezar la papeleta electoral para 2020, candidatos que recogerán inevitablemente el voto progresista que se perdió con Hillary Clinton en 2016.

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