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¡Trágame, tierra!

Cruz Galdón
Cruz Galdón
Escritora
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análisis

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Lentos, absurdos, erguidos y orgullosos en exceso, así nos vemos los unos a otros en una guerra absurda de poder y empoderamiento. Y digo, sí, empoderamiento (palabra tan encumbrada en los últimos años), porque cuanto más espacio ocupas tú menos dejas para el otro.

Llevo días observando a mi alrededor, en televisión, en las redes y en el propio día a día, que la imperatividad del yo está llegando a niveles máximos; incluso se justifican ataques, investigaciones fraudulentas, mentiras a boca llena con la única finalidad de no perder el puesto o lugar que creemos ocupar.

Siendo curioso, como a la hora de definirnos quiénes somos, unos optan por hacerlo en base al grupo al que pertenecen, por ejemplo: soy escritor, músico, abogado… y otros deciden hacerlo en cuanto a sus cualidades: soy simpático, empático, accesible, tímido, etc. Y según a los grupos calificativos a los que se asemejen nuestras definiciones, somos vistos por los demás a modo de cliché preestablecido.

Y ahí comienza la primera acepción del “trágame, tierra”, cuando juzgamos si una persona pertenece o no a tal grupo, porque en función a su forma de actuar y llevar a cabo sus dotes cualificadas, decidimos si es de los que despuntan o dan vergüenza ajena. Porque, aun actuando dentro de sus roles, no es pluscuamperfecto y ridiculiza (siempre a los ojos del otro) lo que debiera ser por propia definición. Cuando el semejante se manifiesta según sus aptitudes, según su interior o su propio conocimiento, no siendo pluscuamperfecto, no se mira ni valora su valentía para hacer el ridículo, ni se hace loable el esfuerzo exigido, simplemente nos avergüenza el resultado. Quién no lo ha sentido en una reunión de amigos, o en familia cuando el político de turno quiere hacerse valer con el plato de los domingos.

Somos un constante “trágame, tierra”, ya no por los ajenos, sino por nosotros mismos también. Porque hemos dicho la frase inoportuna, porque nos hemos puesto un color llamativo, porque siempre nos sale la pregunta fuera de tiempo, porque hemos tropezado en lo más llano, porque cuando quieres ser excelso sale tu versión más inútil, porque, porque, porque….

Pero los mejores “trágame” son cuando el ridículo lo hace quienes más queremos, pues entonces a la risa, el cachondeo, el descrédito se mofa y multiplica, pero siempre con amor y como anécdota para recordar todas las Nochebuenas.

Y digo yo, ¿acaso no somos humanos y todos erramos? Recuerdo la primera vez que, bailando como loca con mis buenas amigas de juventud, se me rompió un tacón. Iba coja por la calle, mis andares de madeimoselle se vieron transformados por otros de potranca y ante la propia vergüenza, cogí un taxi y me fui a casa, perdiéndome el resto de la diversión. ¿Hice lo correcto o el ridículo del contexto mandaba sobre mi decisión? Si fuera ahora, me descalzaría y seguiría bailando, porque mi grado de bienestar supera mi pavor al qué dirán y mis propios “trágame, tierra”.

En definitiva, si vas a entonar un constante “trágame tierra” por tus hazañas y las ajenas, hazlo al menos con un final de frase que te haga sonreír “trágame, tierra y escúpeme en la playa”.

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2 COMENTARIOS

  1. Como siempre un magistral análisis de una realidad que nos empeñamos en ocultar en base a una posible aceptación social que nunca llega a manifestarse….Magistral como TODO lo que haces…

  2. Apoltronado en mi silla favorita mientras el café humea desde el pocillo sobre la mesa, comienzo la lectura de tu nueva carta cuyo texto no hace más que confirmar lo que ya se desde la primera vez que leí uno de tus escritos: la justeza de tus palabras para tratar los más diversos temas donde, desde lo empírico lográs que el lector, imperceptiblemente, o no, con la aceptación del movimiento de su cabeza se rinda ante la evidente realidad de los hechos relatados y que suceden por doquier. Esto, creo yo, deviene del empoderamiento – como expresás – esa palabreja – si, dije palabreja – tan de moda que lleva a que cualquier «gilito embanderado», como le dicen en el barrio, portando un cartelito en el pecho que los anuncie, trate de pasar por lo que no es y que al ser descubiertos, sientan una buena dosis de verguenza que a fuerza de tal se transforma en ajena atrapando a aquellos que presencian el momento. Periodistas que creen ser novelistas, escribidores que se dicen escritores, expertos en todo y en nada y/o doctores en todas las cosas quienes frente a su propio ridículo son receptores de las risas de los otros, aunque, a fuer de sinceridad, debo decir también que algunas veces el ridículo, la verguenza y la risa se dan cita para hacerse propios conformando esa trilogía que nos lleva a pronunciar ese Tragame Tierra con que titulás tu nota. De más está decir que lamento que el placer de leerte se acabe aunque tratar de continuar sintiéndolo para vivir mi domingo. Un abrazo fraterno y grande, Cruz.!!

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