Era viernes y había visto la recomendación que hacía Javier Puebla desde este mismo periódico, invitando a propios y extraños a descubrir la obra TODA UNA VIDA que se representa en la Sala Mayco, calle General Palanca 7 de la ciudad de Mad Madrid.
Desde que descubrí el teatro off-off en Nueva York hace ya varios lustros siempre me han interesado esas pequeñas salas, y ese derroche de ingenio que hacen directores y actores con unos medios mínimos y resultados, en ocasiones, fascinantes y sorprendentes.
Es el caso de Toda Una Vida: fascinante y sorprendente.
Dos actrices en escena, una tramoya mínima, y la complicidad de la magia del teatro para rellenar todos los posibles huecos y agujeros. Esa magia que hace que parezca parte de la obra si de repente aterriza un helicóptero sobre el escenario de doce metros cuadrados.
La autora de la obra, Agustina Bottinelli, es asimismo una de las protagonistas. Y la acompaña sobre la escena la incombustible y valiente, siempre inasequible al desaliento , May Fernández, propietaria y directora del pequeño y maravilloso teatro de la Calle General Palanca 7.
Lo que logran ambas con medios tan escasos -que hasta se podría que decir que son ninguno- es alucinante: recrean dos vidas enteras, que se apoyan la una a la otra para construir un retrato verídico e inolvidable de los últimos cuarenta años de la vida española.
Al terminar la obra me permití algo que solo puede hacerse en el teatro off-off: pegarme a las actrices e irme a tomar unas cervezas con ellas.
Se merecían que las felicitase en persona , que les dijese que me había gustado muchísimo su obra, y que ojalá se convirtiese en «El Rey León» del teatro independiente madrileño.
Javier Puebla recomendó la obra hace unas semanas, y yo me sumo a esa recomendación. Quien nos escuche -palabra de Walter Flores Delmal- va a pasar un estupendo rato.
