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Tener estrés laboral e insomnio triplica el riesgo de muerte

Antonio González Aguayo
Antonio González Aguayo
Licenciado en Historia, Escenografía teatral y con estudios de periodismo. Escribo en diferentes medios digitales.
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análisis

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La combinación de estrés e insomnio (o mal sueño) triplica el riesgo de muerte por una enfermedad cardiaca. Al menos, así lo asegura una investigación publicada en el “European Journal of Preventive Cardiology”, una revista de la Sociedad Europea de Cardiología (ESC).

Según el autor del estudio, Karl-Heinz Ladwig, de la Facultad de Medicina de la Universidad Técnica de Múnich, “dormir debería ser un momento para recrearse, relajarse y restaurar los niveles de energía. Si tenemos estrés en el trabajo, el sueño nos ayuda a recuperarnos. Desafortunadamente, la falta de sueño y el estrés laboral suelen ir de la mano, y cuando se combina con la hipertensión, el efecto es aún más nocivo”.

Hay que recordar que la hipertensión arterial es la enfermedad definida por unas cifras de presión sanguínea superiores a 140/90 mmHg, afecta a casi un 75% de la población (alrededor de 1.100 millones de personas en todo el mundo y más de 14 millones de españoles) y se asocia con un riesgo nada despreciable de sufrir un ictus, un infarto de miocardio o de desarrollar enfermedad renal.

En esta investigación se han estudiado a 1.959 trabajadores hipertensos de 25 a 65 años de edad, sin enfermedad cardiovascular o diabetes. En comparación con las personas que no tenían estrés laboral y sí descansaban bien por las noches, aquellas que presentaban ambos factores de riesgo tenían una probabilidad tres veces mayor de muerte por enfermedad cardiovascular. Por separado el riesgo era menor, pero también era significativo. Por ejemplo, las personas con estrés laboral tenían un riesgo 1,6 veces más alto, mientras que aquellas que solo no dormían su riesgo era de 1,8 veces mayor.

El seguimiento medio del estudio fue de 18 años, pasado este periodo observaron que el riesgo absoluto de muerte cardiovascular en las personas con hipertensión aumentó de manera gradual con cada condición adicional. De esta forma, los que padecían de estrés laboral y falta de sueño tenían un riesgo absoluto de 7,13 por 1.000 personas / año, en comparación con los 3,05 por 1.000 personas / año en aquellos sin estrés y con sueño saludable. Mientras que los riesgos absolutos de solo estrés laboral o de sueño deficiente fueron 4,99 y 5,95 por 1.000 personas / año, respectivamente.

El estrés laboral fue considerado en el estudio como un conjunto de alteraciones que se producen en el organismo de personas que tienen trabajos con alta demanda y bajo control, por ejemplo, en empleadores que buscan resultados eficaces, pero niegan tener autoridad para tomar decisiones. “Si se tiene una gran demanda, pero también un alto control, en otras palabras, se pueden tomar decisiones, puede ser incluso positivo para la salud”, aseguró Ladwig. “Pero estar atrapado en una situación de presión en la que no se tiene poder de cambiar nada, es perjudicial”.

Y afirmó que “mantener el sueño es el problema más común en personas con trabajos estresantes. Se despiertan a las 4 de la mañana para ir al baño y volver a la cama pensando en cómo lidiar con los problemas de trabajo”. De ahí que el investigador definiera el sueño deteriorado en el estudio como la dificultad para conciliar el sueño y/o mantenerlo mucho tiempo. Y reconoció que “el riesgo de sufrir un trabajo estresante y dormir mal durante muchos años, puede llevarnos a la tumba más pronto de lo que desearíamos”.

Por esta razón, los investigadores señalaron que debería ser responsabilidad de los empleadores facilitar herramientas para el control del estrés y la mejora del sueño, especialmente para el personal con afecciones crónicas como la hipertensión, con sesiones grupales de relajación, formación para una vida saludable, el fomento del ejercicio físico y la aportación de técnicas de autocontrol mental y mejora de las relaciones sociales. Y para atraer el sueño, Ladwig recomendó una terapia sencilla de control del estímulo, como el entrenamiento para asociar la cama o el dormitorio con el sueño y establecer un horario de sueño y vigilia constante.

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