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Su objetivo: apartar a Puigdemont

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análisis

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Hace unos días el diario El País lanzaba este artículo, como Editorial: “Apartar a Puigdemont”.

Los Editoriales no tienen autor conocido y vienen a posicionar y así influir de manera directa en la creación de opinión pública.
Este editorial es una loa a Marta Pascal, la que fuera dirigente del PdeCat, aspirante a piedra en el zapato de Carles Puigdemont que ha terminado quedando huérfana de proyecto, de equipo y sin liderazgo alguno.
Aunque Alfredo Pérez Rubalcaba salió del Consejo Editorial de El País con la llegada de Soledad Gallego a los mandos del diario en 2018, su sombra es alargada. Como lo sigue siendo en Ferraz y según dicen algunos, en el ministerio de Interior que dirigió hace algún tiempo. La huella de Rubalcaba es imborrable. Y su influencia se deja sentir allá por donde estuvo: “sabe colocar a sus indios” me comenta alguien que ha trabajado con él mano a mano.
Es curioso que un diario que no se supone independentista escriba un editorial para aplaudir a una aspirante a líder de la derecha catalana. Al menos, debería sonarle extraño a los lectores que, espero, con sentido crítico le queden a El País. La única explicación que tiene esta loa, en la que podemos leer cosas tan curiosas como esta: “Un sector del PDeCAT considera una escisión para, desde fuera y con un nuevo partido, recuperar los valores originales del catalanismo conservador que, con todos sus defectos y su rastro de corrupción, reportó claros réditos a Cataluña en forma de avances competenciales, progreso social y mejoras en el sistema de financiación. Bienvenida sea toda iniciativa que, incluso desde posiciones independentistas, anteponga el bienestar del conjunto de los ciudadanos y el diálogo político por encima del enfrentamiento permanente que busca Puigdemont desde su guarida belga” es la de atacar a Carles Puigdemont. No hay otra. Y si para eso hay que escurrir el bulto de la corrupción del 3%, para así blanquear a los que quedan vivos de Convergencia, pues El País viene y lo hace.
Esta postura es incomprensible desde España, donde se pretende atacar precisamente al independentismo desde argumentos nada desarrollados como el que dice que “la independencia es cosa de la burguesía catalana, que pretende tapar la corrupción del 3%”. Y tiene bemoles que traten precisamente de blanquear a los herederos de aquellos lodos, a los mismos que desde la propia sociedad catalana se ha ido arrinconando. Porque precisamente Pascal y su pequeño grupo de aspirantes a opositores de Puigdemont son la herencia viva de aquella Convergencia. Son los que se resisten a la regeneración que trajo consigo el Gironés, que apareció para hacer una propuesta política con sentido de País, con visión amplia e integradora, un verso suelto que nada tiene que ver con la Convergencia conservadora (y mucho menos corrupta).
Precisamente Puigdemont apareció en escena con una experiencia política sin tacha de ningún tipo. Un perfil que en nada encaja con los conservadores, un independentista de pies a cabeza convencido de los valores republicanos.
Es, en definitiva, quien pone de los nervios a la derecha (Marta Pascal), a la progresía falsa (Psoe), a los herederos del franquismo (Ciudadanos, Vox y Partido Popular), y sin embargo es respetado por perfiles demócratas y progresistas republicanos: desde la gente de ERC, pasando por los republicanos de todos los territorios del Estado español.
No, Puigdemont no es el tipo que se pretende pintar por quienes pretenden demonizarle: no es un líder de derechas, no es en absoluto alguien sectario, es un tipo normal que a base de mantener su palabra se ha complicado (mucho) la vida plantando cara al establishment. Y por desgracia para la mano que mece los editoriales de El País, Puigdemont no está solo. Y cuanto más traten de atizarle, de calumniarle, de apartarle, de dispararle (aunque sea a un muñeco que lo represente), no están consiguiendo que cale el mensaje. Desde luego que no.
Puigdemont no es un fugado, porque cuando salió de España ninguna denuncia ni acusación había contra él. Porque encontrándose en Bélgica cuando le reclamó la administración de justicia, compareció ante ella en Bruselas. Jamás se fugó. Y precisamente, el día en que el juez belga tenía que dictar sentencia sobre la primera euroorden de entrega ordenada desde España, Pablo Llarena apareció in extremis para retirarla. Recuerden los hechos porque las mentiras tienden a ser pegajosas.
Recuerden que Puigdemont fue detenido cuando se volvió a activar la euroorden. Estuvo en prisión en Alemania y fue juzgado. Por lo tanto, dejen de decir que es un fugado de la justicia. Porque la justicia alemana ya ha dictado una sentencia en la que deja claro que Carles Puigdemont es inocente de cualquier delito de rebelión o sedición. Y no obstante, desde el tribunal alemán, ofrecieron el envío de Puigdemont a España para que fuera investigado por el posible delito de malversación (ya que desde Alemania esto no se podía investigar). ¿Recuerdan lo que sucedió? Llarena retiró de nuevo la euroorden y renunció a juzgarle.
Y desde entonces Carles Puigdemont es un ciudadano que puede moverse en absoluta libertad por lo ancho y largo del planeta, salvo en España. Donde le esperan para tratar de reactivar lo que haga falta, a pesar de que ya ha sido juzgado en Alemania (no lo olviden).

Las mentiras se repiten una y otra vez. Las amenazas. Las persecuciones y abusos. Incluso, la sola presencia de su abogado en un medio de comunicación se interpreta como un hecho “Asqueroso”.  Sí, es cierto que se trata del panfleto de Alfonso Rojo que lejos de informar, vomita odio y mentiras. Pero háganse una idea de cómo está el patio.

La última intentona de asediar a Puigdemont ha sido la denuncia presentada por Ciudadanos y el PP ante la Junta Electoral Central. Dicen que son conscientes de que la ley ampara a Puigdemont para ser candidatos, pero les da igual. Ellos quieren que se impida su candidatura como eurodiputado. Y si tienen que inventarse la ley, pues se la inventan. La LOREG es muy clara al respecto: la única razón por la que se puede negar a una persona que se presente a unas elecciones es que haya una sentencia de condena firme (que no sea recurrible), que lleve explícitamente la privación del derecho de sufragio -activo y o pasivo-. No hay más.No hay más. Puede usted comprobarlo aquí.

Artículo tercero

1. Carecen de derecho de sufragio:

a) Los condenados por sentencia judicial firme a la pena principal o accesoria de privación del derecho de sufragio durante el tiempo de su cumplimiento.

El otro argumento que esgrimen los naranjas y los azules es que Puigdemont no está inscrito en el registro electoral porque reside fuera de España. Otra mentira. Está inscrito (de hecho pudo presentarse el 21 de Diciembre y salir elegido como diputado); y por si esto fuera poco, la propia ley electoral establece en su artículo séptimo, apartado segundo que:

“2. No obstante lo dispuesto en el párrafo primero del artículo anterior, los que aspiren a ser proclamados candidatos y no figuren incluidos en las listas del censo electoral, podrán serlo, siempre que con la solicitud acrediten de modo fehaciente que reúnen todas las condiciones exigidas para ello.”

O sea, que el requisito de estar inscrito en el censo no es indispensable por la ley.

Por lo tanto: ¿para qué presentan una denuncia con el fin de impugnar una candidatura si, con la ley en la mano, saben de sobra -y de hecho han reconocido públicamente- que no se dan las circunstancias para impugnarlo?
Esto podría deberse a dos razones: para hacer ruido y campaña, por supuesto, ya que los azules y naranjas (también los rojos) no parecen saber hacer otra cosa que atacar a los oponentes; y en segundo lugar y más importante: porque aunque la ley no ampare de manera evidente las aspiraciones que Ciudadanos y Populares tienen, podría anular la candidatura de Puigdemont, Comin y Ponsati (prevaricando en este caso), y esperar que sea la justicia europea la que tenga que decidir al respecto más adelante, cuando ya no haya manera de reparar el daño.
No sé si me explico: no sería descabellado pensar que a la Junta Electoral le salga rentable dictaminar una sentencia injusta pero que imposibilite la presencia de Puigdemont en la eurocámara, asumiendo que después vendrá un bofetón europeo, pero compensándole.
Y es que el riesgo de que Puigdemont pueda ser eurodiputado es gigante: desmontaría todas y cada una de las infames mentiras que sobre él y su entorno se han dicho; evidenciaría que se trata de un ciudadano libre con plenos derechos; mostraría al mundo a un político con sentido de Estado y con proyecto para Europa. Un demócrata convencido, un líder al que la legitimidad se la da el pueblo y no el establishment.
¿Por qué si no este ataque furibundo a Puigdemont y no a los demás líderes independentistas? Porque es a quien realmente teme el régimen: al que ha sabido escapar de sus garras y dar la batalla internacional, desmontando toda la ingeniería “judicial” que se había montado burdamente en su contra.
No, Puigdemont no es un fugado ni un cobarde: decidió ponerse en manos de una justicia imparcial y mucho más experimentada en democracia como es la alemana. Y allí fue juzgado y puesto en libertad. Lejos de un sistema en el que el poder judicial está estrechamente vinculado con todo el tenderete franquista que lo ha perpetuado para someter la democracia y el estado de Derecho a la unidad de España.
“Apartar a Puigdemont” es la consigna del establishment. Mantenerlo representándonos a los demócratas es tarea del pueblo soberano.

Entrevista de Diario16 en exclusiva a Puigdemont en Bruselas (1 de 3)

Entrevista de Diario16 en exclusiva a Puigdemont en Bruselas (3 de 3)

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