Tras la histórica jornada electoral del 28A, solo cabe un pacto lógico, natural y legítimo acorde con lo que han decidido los ciudadanos españoles: un acuerdo de Gobierno íntegramente de izquierdas entre PSOE y Unidas Podemos. Con el 98 por ciento de los votos escrutados, los socialistas (123 escaños) y la formación morada (42) sumarían 165 diputados. No alcanza para que Pedro Sánchez sea investido presidente y pueda formar un Ejecutivo estable. Es por tanto la hora de la negociación y las alianzas. Si el presidente no quiere recurrir a los independentistas de Esquerra, EH Bildu o JxCAT, tendrá que buscar apoyos en partidos como el PNV, Compromís, NA+, PRC y Coalición Canaria.

Si aun así los números no dan, llegará el turno de las derechas. Se verá entonces si Pablo Casado y Albert Rivera están a la altura, tienen ese sentido de Estado del que alardean y aceptan votar la abstención. Solo así España tendrá ese Gobierno estable que necesita desde hace años. Si continúan jugando al enroque, a la sinrazón y al cálculo electoral cortoplacista habrá que repetir las elecciones. Sería catastrófico para el país.

Solo un Ejecutivo de izquierdas PSOE/Podemos permitiría recuperar lo poco del Estado de Bienestar que Mariano Rajoy dejó sano y salvo y a ello se conjurarán Pedro Sánchez y Pablo Iglesias si finalmente el secretario general del PSOE consigue ser investido presidente en primera o en segunda vuelta. Ese tándem “Pedro y Pablo” sería la mejor noticia para las castigadas clases trabajadoras, machacadas tras años de políticas de recorte. Ambos tendrán que ponerse a trabajar duro porque el mensaje de los españoles ha sido claro y rotundo: hagan políticas sociales; perfeccionen la Constitución que se ha quedado obsoleta después de 40 años; mejoren la vida de la gente; resuelvan el problema catalán; en definitiva: háganse acreedores de la condición de partidos de izquierdas que ostentan y de la confianza de los ciudadanos.

El pacto PSOE/Podemos es el único posible y coherente después de lo que ha ocurrido el 28A, ya que las derechas no suman. Si Pedro Sánchez comete el error de pactar con Albert Rivera (este no parece proclive) el líder socialista habría cavado su propia tumba política. Los españoles han apostado por más socialdemocracia, no por un cambalache neoliberal para cuatro años en beneficio de las empresas del ÍBEX 35, que es lo que sería esa hipotética alianza entre socialistas y naranjas. Una coalición PSOE/Ciudadanos sería una intolerable traición al electorado, esta vez sí, del presidente del Gobierno. Rivera ha dicho cosas demasiado graves durante la campaña electoral, entre otras su absurdo cordón sanitario a los socialistas mientras pactaba con Vox en Andalucía. El líder naranja ha mentido, ha difamado y se ha derechizado al extremo. Está incapacitado para ejercer el papel de nuevo jefe del centro-derecha. No es ni de lejos el moderado Macron español que se ha querido vender, sino alguien que se siente más cómodo con el discurso ultraliberal y patriotero.

Por tanto, Sánchez debe mirar necesariamente a su izquierda, a Pablo Iglesias. Ambos tienen ante sí un objetivo primordial e irrenunciable: avanzar en la democracia real como forma de Gobierno útil para los ciudadanos, dejando atrás el paripé bipartidista donde siempre ganaban los mismos, las elites financieras, la banca y las clases privilegiadas. PSOE y Podemos, de la mano, pueden hacer grandes cosas por un país que necesita reformas urgentes, entre ellas garantizar una renta vital básica; abolir la infame reforma laboral de Rajoy; mejorar las prestaciones por desempleo y dependencia; blindar en la Constitución las pensiones, la sanidad pública y universal y la educación gratuita; apostar por el ecologismo contra el cambio climático; pacificar Cataluña y avanzar hacia un modelo territorial más federalizante que reconozca el sentimiento nacional de las comunidades históricas. La España plurinacional tiene que ser un hecho en esta legislatura.

La socialdemocracia está en plena crisis en toda Europa mientras los partidos ultraderechistas ganan terreno a pasos agigantados. España, ese país al que algunos acusan injustamente de poco democrático, ha dado una lección de inteligencia, sensatez y democracia al frenar a Vox y al haber apostado por ese viejo sueño del Estado de Bienestar que está a punto de ser liquidado y enterrado en no pocos países europeos. Una vez más, los españoles (habrá que analizar qué papel trascendental han jugado las mujeres en estos resultados) pueden estar orgullosos. Pararon el golpe de Estado del 81 saliendo a la calle a defender las libertades y han parado el nuevo golpe que se gestaba por el “trifachito”, esta vez llenando las urnas de papeletas.

Hemos salvado un match ball en el último momento y gracias a una movilización ciudadana sin precedentes. Pero cuidado: si el futuro y más que probable pacto PSOE/Podemos no logra aplicar políticas auténticamente socialistas irá perdiendo el apoyo popular, volverá a cundir la desafección y esa será la gran tragedia de nuestro país, ya que la espada de Damocles de Vox pende ahora sobre el hipotético Gobierno de izquierdas que pueda formarse. El bipartito progresista (con el apoyo de los partidos minoritarios) va a estar a prueba durante cuatro años. De fracasar, sin duda la extrema derecha sabrá aprovechar su momento.

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