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Rumanía, Zamfir y América

Jorge Zavaleta Alegre (Lima)
Jorge Zavaleta Alegre (Lima)
Corresponsal en Latinoamérica
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análisis

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Gheorghe Zamfir, músico rumano, virtuoso en la flauta de pan (zampoña), que él mismo perfeccionó, es considerado por muchos el mejor en su especialidad, porque su música también se extendió por latinoamericana, como en Caraz, la capital turística del idílico Callejón de Huaylas, donde Simón Bolívar, junto con su Ejército, descansó en su larga marcha por la Libertad de América, hace dos siglos.

Zamfir, en el Perú, estuvo en dos oportunidades. La primera, invitado por su primera dama de la década del noventa. Vino para promover el primer programa nacional para los olvidados de siempre, con un proyecto de agua potable para Celendín, Cajamarca, ciudad donde las lluvias habían inhabilitado el milenario sistema de regadío que construyeron los Incas. Pero la ceremonia fue modesta, solo asistieron una década de personas. Su marido, Fujimori, hoy preso por quebrantamiento de DDHH y de la caja fiscal, había boicoteado el programa nacional de la madre de sus hijos.

Años después, una ONG dirigida por un médico radicado en EEUU, promovió un festival de la Flauta, en un Teatro de Lima, con un lleno de banderas y múltiples muestras de valoración de la música y lo que significa Zamfir, para “aquellos que realmente son virtuosos”, según declaró el maestro de ceremonias.

Gheorghe Zamfir es músico, cuya vocación inicial era la de acordeonista, y a los 14 años de edad cambió a la Flauta de Pan. Sale del anonimato, gracias al etnomusicólogo suizo Marcel Cellier, quien en los años 60 hacía investigaciones del folklore rumano. Puede decirse que Zamfir convirtió la flauta de pan en instrumento solista destacado.

Gracias a sus habilidades, Zamfir construyó las flautas que tocaba y llegó a perfeccionarlas de modo que agregó más tonos al instrumento básico (20, 25 y 30 cañas). Ha grabado más de 50 álbumes originales y ganado unos 120 premios, entre discos de oro y platino. Ha producido para muchos comerciales, películas de Hollywood y para una telenovela en Venezuela, país que visitó en 1983, donde fue reconocido como el maestro más grande de la flauta de pan.

La cultura rumana es, en gran medida, derivada de la romana, con influencias culturales de eslavos, magiares (húngaros), griegos y turcos. La tradición literaria y musical de base popular siempre ha destacado en la cultura rumana.

Durante la I Guerra Mundial, la literatura rumana alcanzó la madurez favoreciendo la conciencia nacional. Destacan el poeta y dramaturgo Vasile Alecsandri, el poeta romántico Mihail Eminescu e Ion Luca Caragiale, un dramaturgo cuyas obras satirizaron la vida burguesa de finales del siglo XIX.

Entre la I y la II Guerra Mundial, la literatura rumana trató ampliamente temas nacionales y la novela apareció por vez primera en un primer plano; el novelista más destacado fue Mihail Sadoveanu. El autor de teatro rumano Eugéne Ionesco alcanzó la fama después de la II Guerra Mundial mientras vivía en Francia.

El arte, alcanzó su punto culminante durante el siglo XIX destacando el retratista Theodor Aman y el paisajista Nicolae Grigorescu. Músicos rumanos alcanzaron el reconocimiento internacional en el siglo XX. El más destacado entre ellos fue Georges Enesco, violinista.

Las principales bibliotecas son la Biblioteca Central del Estado y la Biblioteca de la Academia de Rumania, ambas en Bucarest; de Arte de Rumania, en Bucarest, contiene magníficas colecciones de arte nacional, occidental y oriental. Hay varios museos de arte por todo el país.

Las danzas de muchachos constituyen un género coreográfico popular. Este género de danzas ofrece a los hombres jóvenes la posibilidad de afirmar su estatus social en las comunidades tradicionales –y más concretamente entre las chicas jóvenes y sus familias– con la perspectiva de contraer matrimonio. Una extraordinaria interpretación de la música popular rumana y los mejores sonidos de fanfarria de los Balcanes traerán la música del Danubio a pirineos sur y al mundo.

En las zonas altiplánicas de Perú y Bolivia y el resto de América del Sur se le conoce como Zampoñas o Sikus. Su nombre varía según el tamaño de los tubos Chilis, Maltas, Bastos y Toyos. El instrumento lleva este nombre en alusión al Dios PAN, que viene de la mitología griega.

El material más utilizado para la elaboración de una flauta de Pan es la arcilla, aunque existen algunas que han sido talladas en piedra, aunque estas datan de las épocas precolombinas en países de Latinoamérica. La flauta se puede clasificar en varios tipos, los más conocidos son: La Siringa: llamada así a la flauta proveniente de la Grecia Antigua. La Zampoña: instrumento característico del altiplano andino (región colindada entre Chile, Colombia, Argentina, Ecuador, Perú y Bolivia).

La antara: su primera aparición data a más de 2.000 años, fue una flauta que se utilizaba en fiestas de las culturas Parcas y Nasca, en Perú. El nai: está fabricado a base de cuerdas y procede de Rumania, y es parte de la clasificación de las flautas de Pan más curiosas que se pueden ver. El siku: a diferencia de las anteriores, esta flauta tiene dos hileras de cañas o tubos, en lugar de solo una. El páixiao: es una variante china de la Flauta de Pan. Durante el siglo XX surgió como una alternativa para incluirla en la música actual.

La flauta en el cine. Algunos ejemplos: Kill Bill, en ella sueña la canción El Pastor Solitario de Gheorghe Zamfir, el mismo autor grabó la canción de la película de Karate KID en los años 80.

Zamfir, junto con otros músicos y escritores como Osar López Catalán, remarcan un mensaje dirigido a los rumanos migrantes:

“Con el deshielo llegó caminando por la playa una tribu de gitanos. Las mujeres de los obreros salieron a la puerta de las chabolas y bloquearon la entrada, porque existía la creencia de que las gitanas robaban niños de teta y se los llevaban consigo. En realidad esta tribu sólo pretendía ganarse el sustento reparando cacerolas, esquilando perros, echando la buenaventura y haciendo bailar un oso. A los obreros, que no tenían perros de lanas ni utensilios de cocina ni ganas de conocer lo que les tenía reservado el futuro, lo único que les hacía gracia era ver bailar al oso….”

Rumania tiene embajadas muy dinámicas. En Perú solía convocar a jóvenes universitarios para estudiar en Bucarest, la histórica capital.

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