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Revilla, ¿por lo civil o por lo militar?

Juan Carlos Ruiz
Juan Carlos Ruiz
Periodista y Licenciado en Ciencias de la Información
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análisis

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Cuando escucho que España necesita diecisiete “Revillas”, me pregunto si los palmeros de provincias del presidente de Cantabria conocen bien al personaje o simplemente se dejan llevar por sus algaradas televisivas o sus canutazos imposibles, no de puros habanos, sino cada vez que ve una nube de micrófonos al salir de una reunión en Madrid. Sí, a Revilla le pone mucho la capital. Cada vez que pisa La Moncloa o un ministerio está encantado de haberse conocido. Y como propina, es capaz de soltar las “revilladas” más dantescas jamás escuchadas.

Su última aparición estelar para pedir más restricciones frente al incremento de casos por COVID-19 y afirmar “que se vacune a todo el mundo, por las buenas o por las malas, por lo civil o por lo militar”, denota el caudillismo disfrazado de postureo con cierto gracejo en redes, incontinencia verbal y esos intentos por caer bien, sin filtros aparentes, del típico señor de pueblo que parece decir las verdades del barquero. Esta vez el asunto se le ha ido de las manos. Sólo le ha faltado la vara de avellano que usan los pastores para azuzar al ganado. Mal asunto.

Revilla acaba de enseñar la patita de su moza militancia franquista en el  “Movimiento”, partido único del régimen y como afiliado al Sindicato Vertical desde donde accedería, en 1973, a delegado comarcal de Sindicatos en Torrelavega. Casi nada. Estas traiciones del subconsciente son muy frecuentes en él. Y la costumbre de querer arreglar el país antes de limpiar su propia casa, también.

Las lecciones de Revilla a los 4 millones de no vacunados contrastan, pudorosamente, con las arbitrarias medidas que el infinito presidente ha venido adoptando en su tierra desde el inicio de la pandemia. Tan pronto era capaz de confinar municipios enteros con una baja incidencia como abrir otros con un número disparado de casos. A conveniencia. Incluso permitió que se cerrase con bloques de hormigón la vía de acceso más rápida desde su Santoña “querida”, el pueblo de las anchoas, al Hospital Comarcal de Laredo. No sólo eso. Se ha dedicado a tirar balones fuera culpando a los demás de las decisiones del Gobierno o escondiéndose tras los técnicos para no dar la cara cuando más necesario era. Claro, debía estar muy preocupado en repartir mascarillas, las famosas “revilletas”, porque más que mascarillas parecían servilletas de hamburguesería. Es más, incluso rodaron cabezas en la Consejería de Sanidad, porque debió ser que las recomendaciones expertas no le venían bien en según qué momentos. Y si no, que se lo pregunten a los hosteleros de Cantabria y quienes tuvieron que echar el cierre a sus negocios sin ayuda alguna. Los mismos que le pillaron “in fraganti” fumándose el puro en un restaurante de Santander, cuando él había ordenado la prohibición de fumar en terrazas. 

No debe recordar el presidente Revilla cuando afirmaba que Cantabria era una comunidad libre de COVID-19 y llamaba a gritos al turismo. Entonces nadie estaba vacunado. Incluso, le faltó tiempo para preparar un encuentro de celebración con el lehendakari Urkullu en la frontera entre el País Vasco y Cantabria, con corte de lazo incluido al estilo inauguración, coincidiendo con la apertura de los accesos, como si no hubiera cosas más importantes que hacer. Pero es que, una vez más, todo lo que sea romería, colorín, focos y propaganda va en los genes políticos del presidente.

La deriva ideológica de Revilla, que gobierna en coalición con el PSOE, es cada día más preocupante. Ahora echa la culpa al discurso  negacionista que dice “ha calado” en la sociedad, razón por la que mucha gente rechaza la vacuna. ¿Y no será más bien una falta de pedagogía por parte de su Gobierno y el propio Ministerio de Sanidad para llegar a la franja de los no vacunados, que oscila entre los 20 y los 40 años? ¿Cuándo dejarán él y otros de pisar el cuello de los ciudadanos para resarcirse de sus propios fracasos ante la pandemia?

Quien suscribe está vacunado. No son estas líneas fruto de una mente negacionista, pero son tantos los ridículos de Revilla que ya empieza a parecerse a aquel presidente de Cantabria al que tanto criticó desde la oposición, que llenó la región de farolas victorianas y que, tiempo después, sería inhabilitado.

Mientras, esa necesidad de meter baza en absolutamente en todo le aleja de los verdaderos problemas de su comunidad, ahora pendiente de los Fondos Europeos. Y como ande pajareando va camino de repetir el escandaloso fiasco del proyecto estrella del AVE a Cantabria, que vendió como la gran oportunidad para su tierra engañando a sus paisanos, muy en su estilo. Aquella era la moneda de cambio que les pidió a Zapatero y Pepe Blanco para apoyar un pacto con los socialistas cántabros. Pero la promesa de un tren de alta velocidad a Cantabria jamás se cumplió, ni hay visos de que se cumpla. Así es el campechano II. Mucho ruido y pocas nueces.    

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1 COMENTARIO

  1. Tiene un discurso cada día, pero es como siempre; un puto facha. Hoy parece que está con los independentistas porque está a las malas con él gobierno central, pero mañana es todo lo contrario porque le han dado quince euros.
    Se parece a una indigente que anda por mi pueblo; si le das eres un heroe y si no un villano. Dá asco.

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