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Respetar a los virus

Francisco Javier López Martín
Francisco Javier López Martín
Licenciado en Geografía e Historia. Maestro en la enseñanza pública. Ha sido Secretario General de CCOO de Madrid entre 2000 y 2013 y Secretario de Formación de la Confederación de CCOO. Como escritor ha ganado más de 15 premios literarios y ha publicado el libro El Madrid del Primero de Mayo, el poemario La Tierra de los Nadie y recientemente Cuentos en la Tierra de los Nadie. Articulista habitual en diversos medios de comunicación.
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análisis

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Nos extraña el funcionamiento de los virus, no habíamos reparado en estos ínfimos pequeños seres a los que no todos consideran vivos, a los que nadie considera completamente muertos. Algo me ha explicado mi primo veterinario, por mensajes de móvil,

-Hola, primo, mira los seres vivos tenemos tres tipos de ARN en nuestras células, el Mensajero, el de Transferencia y el Ribosomal, cada uno tiene una función diferente.

Comenzamos a meternos en el lío. Algo me suena de cuando estudiaba biología en el instituto. Nuestro código genético se encuentra en el núcleo de cada una de nuestras células y, en nuestro caso, está formado por 2 cadenas de ADN.

Los virus son mucho más variados, aunque sean las partículas vivas, medio vivas, o casi muertas, más pequeñas que se conocen. En esto de vivas o muertas no hay acuerdo, porque al no poder autorreproducirse parece que les falta esta capacidad que caracteriza a los seres vivos.

Son un código genético encapsulado. Eso sí, su código genético puede estar formado por una cadena (o dos) de ARN, o por una cadena (o dos) de ADN y hasta los hay mixtos, con una cadena de ADN y otra de ARN. Algunos se buscan complementos como este coronavirus rodeado de salientes de proteína para facilitar su invasión de las células.

Hay que ver lo poco que sabíamos hasta hace unos meses de virus, bacterias, gripes, o pandemias. Menos mal que, quien más, quien menos tenemos a alguien de confianza en la familia que sabe algo del asunto. La clave del daño que nos hace es que para reproducirse necesita a otros seres, hay miles de virus, unos atacan a plantas, otros a hongos, animales, humanos, bacterias, o incluso a otros virus, dice mi primo,

-Su mecanismo de acción es muy simple, se fijan a una célula, introducen en ella su código genético, la célula detiene su metabolismo normal, incorpora ese código al suyo y fabrica miles de virus, muere la célula y miles de copias se liberan, el ciclo se reinicia. Cuando en este proceso de incubación han muerto ya muchas células se inicia la fase de síntomas, lógico ¿no?

Además evolucionan, mutan, modifican su código genético, lo cual les facilita pasar a otras especies. Es lo que ha ocurrido con este coronavirus, como ocurrió también con la gripe de Kansas que trajeron los soldados americanos durante la I Guerra Mundial (luego la terminaron llamando gripe Española, porque desde lo de la Leyenda Negra, nos comemos todos los sucios marrones que se reparten por el mundo. Ahí tenemos al Joker Trump que cualquier día nos acusa de haberle llevado el virus y hasta de sus problemas raciales).

Aquella gripe acabó entre 1918 y 1920 con más de 50 millones de personas en el mundo, e infectó a más de 500 millones en un planeta que, en aquellos momentos, rondaba los 1600 millones de habitantes. Las pandemias han existido siempre, pero sólo les prestamos atención cuando se muestran virulentas, cuando aparecen virus a los que yo llamo más inteligentes, aunque mi primo me corrige,

-No son inteligentes, primo, sólo hacen bien lo que saben hacer. Funcionan, para que lo entiendas, como una semilla que germina donde encuentra las mejores condiciones, es inquietante, pero no más que cuando éramos pequeños, sólo que entonces no sabíamos nada, pensábamos sólo en jugar.

Bueno, no serán inteligentes de uno en uno, pero así, como mutantes, zombis, medio vivos, medio muertos, sí me parece que tienen una cierta inteligencia natural para aquello que más debería servir ser inteligentes: la supervivencia.

Me parece que hasta saben aprovechar nuestra globalización para desplazarse rápidamente en cómodos aviones, o el cambio climático para ser más eficaces, rápidos y resistentes.  Los virus aprenden de nosotros, de cada ser vivo, hasta aprenden a moderar sus efectos porque no nos quieren matar, sólo intentan utilizarnos para procrear y sobrevivir. Si morimos dejamos de ser útiles para ellos.

Aprenden de nosotros. Otra cosa es que nosotros hayamos aprendido algo de ellos, a la vista de las insuficiencias y la dispersión a la hora de organizar nuestra resistencia. Ni camas, ni profesionales, ni medios materiales para hacer frente a una pandemia. Durante un tiempo hemos resistido a base de bandazos, a veces dando palos de ciego, con aciertos y errores.

Ahora, salgo a la calle, escucho las noticias, presto atención a los debates y me da la impresión de que todo el mundo ha dado por cerrada la crisis. Queremos volver a la vida anormal que abrió las puertas a esta pandemia. Preocupa la economía, preocupa el empleo, preocupa el turismo y preocupa mucho la hostelería. La industria preocupa menos, la España vaciada casi nada.

Hay quien hasta quiere abrir los colegios de par en par, aunque tenga cerrados y en estado de sitio sus centros de salud. En lugar de repensar la vida, la economía y el empleo, para sortear el virus y evitar nuevos impactos de otras pandemias que amenazan al planeta, nos empeñamos en volver al mismo ajetreo progresivamente pero con el mismo ímpetu.

Me quedo con una última reflexión de mi primo, el veterinario,

-Vendrán más virus y también enfermedades tropicales. El cambio climático no los acelera, pero puede hacer que aparezcan en lugares donde antes no lo hubieran hecho y ser activos y funcionales en muy poco tiempo, lo cual era impensable.

No sé hasta qué punto lo hemos aprendido, lo hemos entendido, tenemos la voluntad de respetar a la Naturaleza y estamos dispuestos a prepararnos para una nueva realidad, en un nuevo mundo, que ya está aquí.

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