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¿Qué te dice mi sombra?

Cruz Galdón
Cruz Galdón
Escritora
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análisis

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¿Alguna vez te has parado a pensar en el significado de tu sombra?

Ayer paseando vi esa imagen en la que la sombra va por delante de ti y es más grande que tú. Pero esa sombra no somos nosotros, no eres tú. Podría asemejarse a la imagen distorsionada de lo que los demás quieren ver en ti. Unos la ven grande, otros alargada, otros fea, hay quienes simplemente quieren pisarla. Por ello, quien quiera ver en esa sombra espejismos, lo tiene fácil, pues no ven toda su verdad y fortaleza. Se quedan con la imagen desfigurada de quien la proyecta, pero somos muchos los que sabemos que esa sombra solo es un reflejo de nuestro cuerpo opaco y que detrás de ella hay mucho más de lo que los demás quieren ver.

“Sombras nada más acariciando mis manos, en el temblor de tu voz, sombras nada más entre tu vida y la mía, entre mi amor y tu amor” cantaba Rocío Dúrcal. ¿Bonito, verdad? Hablamos de mil sombras, las sombras de la ley, las sombras del poder, las sombras del asesino, las sombras de la luna o incluso las sombras de Grey. Podría citar muchas más, pero me detengo en la sombra a secas.

La sombra ha representado el mundo paralelo, algo así como si se tratase de nuestro inconsciente, el propio y el ajeno, que se entremezclan en las relaciones humanas. Las sombras permanecen latentes y tienen el poder de eludir la luz de la conciencia, a la que a veces domina, limitando el contorno velado que conformamos.

Su antítesis es la luz, pero no son individuales, pues sin luz no hay sombras y viceversa. Es una dualidad que las hace inseparables e inmensas. En la psicología y literatura la sombra representa el lado oscuro, los instintos primitivos y los aspectos que rechaza nuestra mente consciente y real. Dicen por ahí que la sombra es la personalidad oculta y reprimida del ser, es de valor inferior y la culpable de nuestras conductas deleznables, hasta incluso llevarnos a emociones inhumanas. En palabras de Carl Gustav Jung, médico psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo, “la sombra es el arquetipo del inconsciente colectivo y pertenece al ámbito del YO”.

Y aquí me detengo. Si la sombra realmente es la parte más negativa y la inconsciencia de nuestro ser más básico, deberíamos hacerle caso. Sí, digo bien, pues reconocer nuestras sombras nos obliga a reconocer nuestras limitaciones, lo que provoca ira, odio, envidia, malos deseos. Si analizamos lo que nos molesta, nos inquieta y buscamos el origen, podremos dominar nuestra sombra e incluso lograremos saber cuáles son nuestras creencias más íntimas, nuestras emociones más intensas y los sentimientos que mueven nuestras decisiones. Podremos, abrazando nuestra sombra, reconciliarnos conscientemente con nuestro Yo y darle su justo valor, o al menos sentir bienestar, que no es poco a mi modo de ver.

Pero ¿si todas las sombras son oscuras cómo sabremos que sombra es “la buena o mala sombra” (frase que tantas veces oí de pequeña)? Pues respetando y observando las sombras de los otros. Dicen que las más oscuras son las de las personas narcisistas, maquiavélicas y psicópatas, no me cabe duda de ello. Pero también hay sombras que se proyectan en cada uno de nosotros y, lejos de opacarnos, nos llenan de verdadera luz, incluso de calor. Son esas personas con generosidad, palabra cálida y amor en grandes cantidades las que tienen la sombra más poderosa y pueden cambiar el mundo, el día, el instante simplemente con ponerse detrás de ti.

Un abrazo por detrás proyectado en nuestras sombras es el que con todo mi cariño te dedico en estas letras.

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1 COMENTARIO

  1. Con el placer renovado por el encuentro, comencé a leer la columna de hoy de Cruz Galdón y ya desde su título, lo hice imaginando esa melodía que ahora, desprendida del viejo disco de Javier Solís, vuelvo a escuchar para acompañar el café, disfrutando el momento. Lo oigo decir…»Sombras nada más, entre tu vida y la mía, sombras nada más entre tu amor y mi amor…» y vuelvo al texto de la carta mientras, esta vez yo, digo lo que el dirá…»sombras nada más acariciando mis manos, sombras nada mas, en el temblor de mi voz…». Desde ese momento, la música, alegre en sus compases reflejando la tristeza del poema se apoderó de mí para continuar con la lectura, al tiempo que desgranando con mis ojos esas palabras escritas, dejo que los recuerdos lleguen y se apoderen de ese instante esperado con fruición durante siete días: leer esta nueva carta de una Mujer que, sin dudas, conoce los pormenores de las cimas y las simas de de su eterna compañera que es la compañera de todos: la sombra. Después de leer y levantando mi cuerpo de esa silla que me cobijara, busco mi sombra en el suelo para saber cual ha de ser su derrotero, si pasa, va o me espera, – como expresa un vate de barrio al reparar en ella que siempre está – hasta que se junta con las sombras de la arboleda y la veo desaparecer aunque sabiendo que es ese el momento que utiliza para jugar a las escondidas. Como otras veces, tantas que se repiten, me encuentro hablando en silencio para reafirmar el placer que me causa la excelencia que se desprende de este nuevo texto y de los instantes de reflexión que provoca. Gracias.!!

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