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“Pueblo de mierda”

Rodrigo Redondo Zahonero
Rodrigo Redondo Zahonero
Nací en los 90 y ahora trabajo en finanzas. Me marcó mi tierra alcarreña, mis estudios en Empresariales y economía y me fascina entender las creencias que mueven este mundo. El mundo rural es el mundo real
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análisis

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Hace unos 4 años les aseguré a mis amigos, a modo de triste profecía, que nuestro pueblo desaparecería en menos de 30 años. No quedaría nadie y las viviendas, muchas ya viejas, acabarían derrumbándose y poco a poco no iría quedando piedra sobre piedra. Me equivoqué.

Uno de ellos, indignado, me respondió que eso nunca sucedería, él seguiría yendo al menos los fines de semana, aunque no quedara nadie más.

La tendencia a que los pueblos, especialmente los más pequeños, pierdan población y esta sea cada vez más vieja, se ha revertido notablemente en los últimos dos años por razones por todos conocidas,

A los que amamos el campo, nuestra tierra y nuestra gente, sea de la región que sea, vemos con tristeza esa tendencia que se había mantenido desde que se inventó el tractor, y con esperanza, las posibilidades del teletrabajo en esos entornos.

Siendo sinceros hay que decir que los privilegiados que podemos trabajar de forma remota somos un porcentaje pequeño de todos los trabajadores.

Sin embargo, si a ellos añadimos estudiantes a distancia, parados y jubilados, el potencial que tiene, a medio plazo, la vida rural nos permite soñar con entornos que cambien esa tendencia.

No es sólo por romanticismo. Si un pueblo, o una ciudad, deja de ser atractiva para sus habitantes, es lógico y normal que se vacié y se deshabite totalmente. No debería dramatizarse demasiado, todos los días desechamos objetos y lugares que simplemente ya no nos gustan o no nos sirven.

Y sí, da morriña salir de tu tierra, pero, salvo que haya habido alguna catástrofe política o natural, a los demás nos da igual.

Es salud

Buscar entornos menos densos de población no significa irse a una comuna hippie. Está teorizado que el ser humano ha sido adaptado a comunidades de entre 50-150 personas durante todo el tiempo anterior a los últimos 200 años y que es debido a que como primates tenemos que socializar con los demás pero que esta capacidad de socializar está limitada a la capacidad del neocórtex cerebral. Es el llamado Número de Dunbar, cuyo autor, Robin Dunbar, estudiando cómo se organizan las comunidades de primates, y luego de humanos, se dio cuenta de que los grupos humanos suelen caer en 3 rangos de población: 30-50, 100-200 y 500-2500, siendo los grupos de unos 150 individuos los más habituales en múltiples grupos de todo tipo. Muy interesante leer sobre ello.

A partir de ese punto el coste de tener que socializar con más personas se traduce en más conflictos, más contaminación ambiental o discriminación, aunque también más creatividad en el lenguaje y el arte. De ahí se ha inferido que las poblaciones óptimas de acuerdo con la adaptación natural de nuestro cerebro están aproximadamente en ese grupo de 100-200 individuos y, esto es deducción mía, en nuestro país es en Castilla principalmente donde se encuentran poblaciones de esos tamaños, también en otras regiones del norte que no tengo el gusto de conocer tanto.

En toda España, hay de media 93 habitantes por kilómetro cuadrado, pero también hay 6.815 municipios con menos de 5.000 habitantes de los cuales 3.926 municipios con menos de 12,5 habitantes/km². Si eres uno de los afortunados 5,7 millones de españoles que viven en municipios así de pequeños es posible que hayas oído hasta la saciedad un mensaje que yo vi reflejado en un pueblo de la Mancha al que una vez acudí para una competición de frontenis.

En letras bien grandes y bien rojas colocaron un grafiti en un muro aleatorio que rezaba “puto pueblo de mierda” y que imaginé que había sido escrito por alguno de los adolescentes que quedaban allí y que, a su edad, querrían salir de allí para “conocer más mundo”. A mí me impactó.

Yo no soy ni mucho menos la persona más viajada de la que habréis escuchado, pero, desde mi experiencia, en ese mundo no hay mucho más que no puedas encontrar en los libros, o en menor medida, en internet.

Además, la experiencia de miles de jóvenes, y no tan jóvenes urbanitas de Madrid, Barcelona, y otras grandes ciudades, que han tenido que emigrar para construir su carrera profesional, es que, además de la añoranza del lugar donde nacieron, allí eran algo, alguien, para alguien.

Pero no es sólo por la familia y los amigos que dejaron atrás, ni por las calles, plazas, iglesias o bares que conocían como la palma de su mano. También es la calidez y la cercanía que te da una comunidad pequeña.

Si lo mejor de una gran ciudad es que “nadie te juzga” lo peor es que la razón es que a nadie le importas. Al ir al metro, al tren, al autobús, andando por la calle, por el parque… sólo eres un obstáculo para el siempre desconocido que te cruzas enfrente, o a lo sumo un objeto con el que saciarse o ganar unas ventas.

Económicamente es lógico que muchas empresas estén imantadas hacia las grandes ciudades por la abundancia de trabajadores especializados en su área concreta pero los núcleos pequeños también pueden suponer una ventaja más atractiva por los bajos precios de alquileres o las buenas conexiones que tengan.

Los afortunados

Aquellos que podemos, tecnológicamente, trabajar para nuestra empresa en un entorno rural creo que hemos experimentado una amplísima diversidad de sensaciones. Desde días en los que parece que no se hace nada a días en los que estamos hiperproductivos. Desde mi experiencia veo que, en línea con lo que decía Robin Dunbar, necesitamos un entorno en el que socializar para coordinarnos productivamente y de forma eficiente. Eso no es posible exclusivamente en una oficina, pero sí que se hace realmente difícil si estás constantemente sólo en tu casa. La excepción son los informáticos y programadores, todavía no he conseguido descifrar sus mecanismos.

El híbrido más atractivo para trabajos de oficina es contar con una sede de la empresa en la que trabajemos disponible para cuando es necesario, pero pasar aproximadamente el 30%-50% del tiempo en espacios de coworking flexibles, descentralizados, compartidos con personas de otras empresas, abundantes y, por favor, baratos.

De hecho, el ambiente que se genera en estos espacios es tan apropiado que se podría comparar con una biblioteca (¿recuerdas tus años de universidad?), donde socializas con personas de ámbitos diferentes y parecidos, pero siempre con un ambiente productivo y enfocado.

En vez de conducir durante largos ratos antes y después del trabajo, imagina bajar al espacio de trabajo del barrio, coincidir con la madre del mejor amigo del colegio de tu hijo y, por qué no, tener cerca también un huerto, un bosque, un olivar o la pista de futbol del barrio (o de pádel, más fino).

Trabajando en un pueblo

Escribo esto con una lumbre de chimenea mientras el mundo de las ciudades se emparanoia con la nueva variante de la nueva enfermedad del nuevo mundo que hemos permitido crear.

Creo que más personas sienten la necesidad de escapar de un mundo que cada vez parece haberse vuelto más loco.

En concreto, hace unas semanas vino un grupo de chicas, y un chico, que se reunieron en mi pueblo, de esos de menos de 100 habitantes, en una experiencia de WORKINA para emprendedores digitales, con el que sus dos fundadoras, hermanas de Toledo, quieren potenciar vivir en equilibrio tanto en comunidad como con la naturaleza. Aproveché para hacer 3 preguntas:

1.   ¿Qué le diríais a un ejecutivo que se plantea dirigir a su plantilla de forma remota?

“Que siga adelante con la idea. Por experiencia propia, el poder teletrabajar favorece la conciliación de vida personal y laboral, se dispone de más tiempo de calidad para ti y los tuyos. Es un incentivo para el trabajador y la empresa puede ahorrar costes en oficinas, ambas partes salen ganando.”

2.   ¿Qué ventajas principales veis en la vida en el mundo rural para el individuo y la sociedad?

“Retomar el contacto con la gente y el entorno. En las grandes ciudades parece que el día se reduce a levantarse, trabajar y dormir, el tiempo no da más de sí. En cambio, en los pueblos todo está a mano, estás a 5 minutos de ver a tu familia, amigos. Si quieres salir a pasear, correr, montar en bici, etc., en 2 minutos estás en el campo. También se puede promover el comercio de cercanía ya que conoces a los productores de primera mano y puedes acudir a ellos directamente.”

3.  ¿En qué se puede experimentar a partir de ahora en cuanto a teletrabajo se refiere?

“No hay fronteras, puedes hacerlo desde cualquier lugar. Hasta ahora parece que se ha limitado a hacerlo desde tu domicilio habitual, porque de otra forma le restaría seriedad.”

Hasta un ciego lo ve, es una tendencia.

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