viernes, 26abril, 2024
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Su pesado bastón de marcar el pulso

Elisa Gómez Pérez
Elisa Gómez Pérez
Directora de Orquesta y Coro titulada por el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, compagina su labor como directora con la docencia musical. Licenciada en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid, centra su interés en el estudio de las relaciones del binomio psicología-música. Su experiencia vital gira en torno a la cultura, la educación, la gente, la mente, la actualidad, lo contemporáneo y todos aquellos parámetros que nos conforman como seres sociales
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Si hay algún elemento que comúnmente el público asocia a la figura del director de orquesta es el de la batuta, esa vara de entre veinte y treinta centímetros de longitud, ligera y flexible, que ayuda a delimitar los movimientos que el director emplea para guiar a los músicos en su actividad. En 1687, un accidente con su pesado bastón de marcar el pulso mientras Lully dirigía un “Te Deum” compuesto para la convalecencia del rey Luis XIV, al golpearse duramente el pie en un exceso de fuerza, supondría el inicio de su fin, el comienzo de un proceso degenerativo y una gangrena que acabarían con su vida y un hecho histórico clave fundamental para la evolución de la batuta. Pero, saber cómo surgió la batuta como herramienta de utilidad al dirigir implica conocer detalles sobre la aparición de la figura del director e, indagar sobre esto último, lleva inevitablemente a investigar sobre la procedencia y forma del término “orquesta”.

Desde el humanismo renacentista, e incluso antes, han existido grupos instrumentales con cierta entidad y organización racional. En tiempos del medievo, las villas contaban con espectáculos musicales al aire libre, la milicia con sus bandas de tambores y vientos, la iglesia con sus grupos celestiales, quedando delimitado cada grupo humano en sus espacios y funciones. Paralelamente, la música en la Corte se desarrollaba en función de gustos, modas, posibilidades económicas y de entretenimiento, como el conjunto instrumental de Orlando di Lasso en la Corte de Múnich, compuesto de un bajo de viola de gamba, cinco instrumentistas de cuerda con violines y violas de diferentes tipos, siete instrumentos de viento y un laúd, o las propuestas musicales de sus discípulos Andrea y Giovanni Gabrieli, que pusieron en marcha el uso conjunto y dialogado de voces e instrumentos mediante el género “concertato”, desarrollando su práctica como maestros de capilla de San Marco, en Venecia.

Pero es en torno a la experiencia de Jean Baptiste Lully en la Corte de Luis XIV donde muchos autores sitúan los antecedentes de la orquesta. El monarca absolutista, dado a rodearse de signos que recordaran continuamente a todos su poder, estableció un marco ideológico donde la música y su ceremonia asociada suponían uno de los elementos simbólicos de mayor fuerza en su reinado y donde su compositor e instrumentista de referencia trabajó en la dirección pautada. Obsesionado por el orden, la afinación, la regularidad, Lully rechazó el virtuosismo y los ornamentos no acordados en favor de la armonía, construyendo una orquesta con la organización racional como pilar que reemplazaba a la improvisación y consiguiendo un nuevo orden social, un conjunto de personas que hacían lo mismo, al mismo tiempo y en la misma dirección, en una nueva manera de entender y hacer música que encandiló a los espectadores y que sentó la base para el posterior desarrollo de la orquesta de Corelli, Torelli y Vivaldi en Italia.

Lully será sinónimo de renovación, sustituyendo los instrumentos antiguos del Renacimiento por otros actuales representativos de su música y de los valores principales de la monarquía absolutista de Luis XIV, y figura clave para la posterior aparición del director de orquesta y su desarrollo hasta nuestro días. Documentos históricos lo muestran marcando el compás con golpes secos contra el suelo durante la escenificación de su ópera “Alceste”, en 1674, con un enorme bastón pesado, alargado y rígido, guiando una orquesta más numerosa que lo habitual hasta entonces, compuesta por cuerdas frotadas y punteadas, flautas, oboes, trompetas y percusión, y consolidando así la noción de grupo en torno a un orden riguroso y bajo las indicaciones de un director, el “batteur de mesure”, el que lleva el compás y el que, quedando vinculado a finales del siglo XVII a la ideología del monarca, dará origen al desarrollo del futuro “chef d´orchestre”.

El ruido molesto que acompañaba al continuo golpeteo del bastón dificultaba en ocasiones la escucha de la música, motivo por el que otros directores escogieron el pie, las palmas o el choque de un rollo de papel pautado contra el atril para marcar el pulso. Algunos optarían por el movimiento de las manos o de la cabeza y otros por agitar una varita flexible de madera que batían al aire, del latín “battire” y, a través del italiano, “battuta”. No sería hasta 1817 cuando el compositor y director de orquesta alemán Carl Maria von Weber empuñaría firmemente la batuta con forma similar a la de nuestros días, seguido de Felix Mendelssohn, Louis Spohr o Hector Berlioz, siendo punto de partida para la construcción de años de historia de la figura del director de orquesta, ahora sí desligado de la tarea de concertino o de la dirección sentado al clavicordio o al órgano al que estuvo anclado durante tantísimos años.

No obstante, hoy día son muchos los directores de orquesta que prefieren no hacer uso de la batuta en ensayos y conciertos. Resulta irónico que tantos siglos de historia sean de pronto cuestionados y, a la vea, la puesta en duda supone, desde mi punto de vista, un soplo de alivio, la prueba de que estamos vivos y de que cada momento implica nuevas creencias de las que somos, a la par, instigadores y víctimas. Si la batuta es o no un elemento de autoridad asociado a la posición elevada en la pirámide de poder del director en la organización orquestal, si es o no una herramienta de utilidad que ofrece claridad gestual en el ejercicio de la dirección, si es o no un estorbo en el desarrollo de la expresividad del movimiento, son cuestiones candentes en la actualidad de esta profesión que propician continuamente un debate que dará lugar a cambios. El futuro de la jerarquía en la orquesta, del papel del director, del uso de la batuta, sufrirán modificaciones a través del tiempo, ofreciendo nuevos conceptos y formas de entender el hecho musical.

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