Lo ha vuelto a hacer. A Pedro Sánchez lo dejas abandonado a su suerte en una isla desierta con un mendrugo de pan y un cuenco de agua y construye rápidamente una zodiac con cuatro palitos de palmera y unas cañas. O vuelve nadando briosamente hasta alcanzar la costa de la civilización. Hay que reconocerlo: es un ganador nato con una tenacidad a prueba de bomba. El caso es que no hay forma de acabar con él; es el Conde Montecristo del socialismo español que se resiste a claudicar, como ya han hecho otros líderes de partidos socialdemócratas europeos. Visto lo visto, habrá que leerse su Manual de Resistencia. El librito del que muchos se reían parece que funciona, da buenos consejos para resucitar de entre los muertos y hasta explica cómo salir vivo de la encerrona de un Comité Federal para llegar triunfante a la Moncloa. ¿Qué best seller da más por solo 20 pavos?

Lo de ayer, el campanazo del 28A y los 123 escaños del PSOE fue otro milagro para la historia que ni Tezanos se esperaba, una muestra más de que el Lázaro de la política española está en plena forma. Cuando más acorralado parecía por el “trifachito trifálico”, cuando más acosado se veía por las mentiras de Casado, por las trampas e histriónicas performances de Rivera, por el guerracivilismo franquista de Vox y por la presión de Pablo Iglesias, mejor ha sabido jugar el partido.

De ahí que el análisis de los buenos resultados del PSOE en estas generales debe pasar necesariamente por las cosas que ha hecho bien un candidato que no solo ha alcanzado el poder en España sino que gana puntos como líder indiscutible de la maltrecha socialdemocracia europea. Estas han sido algunas de las claves que le han dado el triunfo:

  1. Una buena campaña electoral. Pedro Sánchez ha estado impecable, casi perfecto, durante estos últimos quince días antes de los comicios. No ha cometido errores, salvo aquella mancha en su expediente de no querer acudir al debate de Atresmedia. Además, ha articulado a la perfección el discurso de la sensatez frente a los disparates de la derecha y ha apostado por políticas sociales y de igualdad que conectan con la mayoría de los ciudadanos. Incluso ha acertado al no pronunciarse sobre un futuro pacto PSOE/Ciudadanos, un capote que Pablo Iglesias le ponía delante una y otra vez para denunciar una conspiración de socialistas, naranjas y empresas del Íbex35. Finalmente el líder socialista tampoco entró a ese trapo y salió airoso del envite. Queda por saber qué parte del éxito hay que atribuirle a él y qué parte a Iván Redondo, su asesor de confianza y mago de la propaganda electoral.
  2. Supo elegir al enemigo. El candidato socialista ha medido muy bien contra quién dirigía su mensaje. Dejó al margen de la refriega a Podemos, atrayéndose a un importante sector de su electorado, y centró sus esfuerzos en la principal amenaza: frenar a la ultraderecha que pretendía imponer el franquismo de nuevo. La jugada le ha salido redonda, lo que demuestra que el español rechaza la confrontación, el lenguaje crispado y las invocaciones al 36 que producen escalofríos. Solo un loco puede desear que todo aquello que ya ha superado este país regrese, tal como propone Vox. Pero es que además Sánchez ha conseguido algo todavía más importante: identificar a los ultraderechistas con Pablo Casado y con Albert Rivera, que a estas horas probablemente se estén arrepintiendo de aquella infausta y errónea foto de Colón. Muchos españoles, incluso no votantes del PSOE, se han sentido identificados con esa justa batalla contra los neofranquistas y por eso le han dado la confianza a Sánchez.
  3. Bien en el papel de “solo ante el peligro”. Mientras Casado sacaba la bilis y el colmillo retorcido para derribar al presidente con mentiras que quedaban desmontadas a los cinco minutos y Rivera se enredaba en su absurdo cordón sanitario contra el PSOE que no tenía ningún sentido, el líder socialista aguantaba estoicamente los insultos y descalificaciones de sus rivales. Se ha sentido cómodo en el rol de víctima y mártir de una cacería a todas luces injusta. La derecha se ha equivocado de raíz a la hora de diseñar su eje de campaña. En lugar de centrarse en la economía y en la política social ha optado por recurrir constantemente a presentar a Sánchez como un “traidor a la patria” por haber pactado con los independentistas. En realidad, nunca hubo tal acuerdo ni el presidente del Gobierno ha vendido España a nadie, de modo que esa historia, ese montaje con falso truco, ha sido detectado a tiempo por los votantes, que son mucho más inteligentes de lo que pretenden las derechas. Tomar por idiota a un ciudadano no es un buen negocio en unas elecciones.
  4. Moderación, templanza, mesura. Pedro Sánchez ha sabido ocupar hábilmente el espacio del votante de centro. Mientras Vox apelaba al discurso del odio y anunciaba una nueva Cruzada nacional de la España franquista contra el “comunismo feminazi”, el secretario general del PSOE ha utilizado un tono moderado, didáctico-filosófico y hasta humanista en defensa de los derechos humanos y del Estado de Bienestar. Siempre se le ha visto relajado, tranquilo, seguro de que la razón estaba de su parte. De hecho, ha sabido convencer al electorado de que él es el único defensor de lo poco que queda ya de la socialdemocracia. Desde ese punto de vista, ha estado acertado en el manejo del discurso del miedo a la ultraderecha. El relato de terror ha surtido efecto y millones de españoles han votado Sánchez por aquello del voto útil, solo con el único propósito de evitar el ascenso de los cavernícolas de Vox.
  5. Legitimidad de las urnas. El ‘trifachito’ de Colón ha tratado de presentar a Pedro Sánchez como un enemigo de España, alguien que llegó al poder con una moción de censura de la mano de los separatistas y que está de paso en el Gobierno. En definitiva, un señor que sería capaz de vender a su país por mantenerse en la poltrona. Abascal, en su habitual tono macarra y faltón que demuestra su escaso nivel democrático e intelectual, incluso lo ha llegado a calificar de “okupa” de la Moncloa. Tampoco esa película del usurpador “felón” ha calado en el electorado, ya que la moción de censura contra Rajoy fue no solo constitucional sino justa después de tantos años de corrupción del PP. Tras la aplastante victoria socialista de ayer, la derecha clásica y los ultras ya no podrán cuestionar la legitimidad del presidente. Ha ganado en las urnas y ha ganado bien.

1 COMENTARIO

  1. Demasiadas alabanzas a un político que no se atrevió a enfrentarse a esos poderes, como él mismo reconoció, que le presionaron para que no pactara con PODEMOS cuando podía haber presentado su candidatura y haber sido, sin duda, Presidente en ese momento. El mismo que firmo un pacto con Ciudadanos, al que él había calificado repetidas veces de derechas, para presentar su candidatura cuando sabia perfectamente que no tenía los apoyos suficientes, pero quiso obligar a PODEMOS, al que había rechazado anteriormente, para que lo apoyase con el fin de acusarle después repetidamente, como un mantra, de que había permitido el Gobierno del PP. Es cierto que después, al parecer, propicio un acercamiento a PODEMOS por lo que fue defenestrado por su propia cúpula. Y mas tarde presionado por su militancia más progresista se presentó a unas primarias a la que para sorpresa de la cúpula, rancia y derechuza, de su partido, ganó gracias a esa militancia que todavía se sentía socialista de verdad. Y por último si ahora ha ganado ha sido gracias a PODEMOS que le insto repetidamente a que presentase la moción de censura que al final acepto y le valió poder gobernar con su apoyo, firmando los presupuestos mas progresistas, reconocidos por la propia derecha, de la historia. Esas medidas sociales impulsadas, pero recortadas algunas e incumplidas otras por él, por PODEMOS de las que ha hecho bandera durante la campaña como si hubieran sido exclusivamente suyas. Y también ha ganado gracias al préstamo que muchos de los votantes de PODEMOS, apostando por el voto útil, le han dado para evitar que gobernase la derecha.

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