Algo se ha hablado ya de la obsesión de algunas mujeres con discapacidad por encajar en el rol femenino intentando sentirse atractivas o ser madres. No voy a entrar ahí, ese debate no es el mío, columnistas y activistas como Mar Molpeceres Molpeceres lo sabrán hacer mejor. Lo que sí voy a tratar aquí es la “cara B” de ese mismo tema, el miedo de los varones con discapacidad a no ser aceptados por sus iguales, lo que yo llamo: El complejo de medio-hombre.
Pues bien. Empecemos desde lo general, para pasar luego a lo específico de los hombres con discapacidad. Tomemos como base de lo que no debemos decir el artículo de Víctor Lapuente en El País titulado: “¿Por qué violamos los hombres?”[1] Resumidamente, el autor de este artículo viene a exponer dos tesis. Una es que la biología condiciona irremediablemente la actitud del varón, al parecer la testosterona nos puede. La segunda tesis es que nuestra sensibilidad se ve herida por la irrupción de la mujer en la sociedad, viéndose comprometido nuestro orgullo varonil.
En primer lugar, debo decir a Lapuente que, aunque mi cerebro está dañado, aún conservo la parte del cerebro que es capaz de racionalizar mis actos y no actuar guiado por mi cerebro reptiliano. Desconozco los términos exactos en psiquiatría o neurología, pero un psicólogo, particularmente un psicoanalista, diría que que mi Ello, está bien controlado por mi Superyo. La verdad, no me hace gracia que me traten como un animal, creo que los hombres somos mucho más que eso.
En segundo lugar. Lo que Lapuente llama “sensibilidad” yo lo llamo aferrarse a los privilegios de cuna que el patriarcado nos concede por nacer varones. Ante estos privilegios hay tres formas de reaccionar:
Una es subirse a la ola y ejercer los privilegios que se me dan de forma injusta. Esto sería injusto a la par que ridículo ya que no sería más que una caricatura del amo patriarcal. Un buzón que cree ser señor.
La segundo es seguir lo que en Organización de Empresas se llama Escuela de Recursos Humanos, alabar a las mujeres, decir que sin ellas no sería nada, tratarlas de Ud. , pero seguir quedándome con mis privilegios. Esto sería también injusto y aún más ridículo que lo anterior debido al nivel de condescendencia que implica.
Por eso yo opto por la tercera opción. Consciente de que es lo más justo y que, además, en realidad no serían propiamente mis privilegios, renuncio a ellos y busco aliadas para construir una sociedad con Derechos para todos y todas.
Pero veamos qué hacen la mayoría de mis congéneres masculinos con discapacidad y sus motivaciones desde mi punto de vista.
Desgraciadamente, la mayoría de varones con discapacidad quieren reafirmar su masculinidad, ser machos Alfa sobre ruedas, recuperar su papel de proveedor, competidor agresivo, héroe aventurero, dirigente, actor sexual activo, etc, etc…
De este modo, vemos a hombres con discapacidad haciendo deportes, (en ocasiones de riesgo), lanzándose a la vida pública y, en definitiva, exagerando todos los tópicos del roll masculino.
Todo esto, en mi opinión, se debe a dos causas:
La primera, sobretodo en las discapacidades sobrevenidas, es el querer recuperar lo que se tenía antes de la discapacidad, incluso haciendo cosas que antes no se hacían, como por ejemplo, montar en parapente.
La segunda es la necesidad de sentirse integrado en sus grupos de iguales, el grupo con el que se han criado y al que creen que deben pertenecer por costumbre social.
Son estas dos circunstancias las que empujan a la mayoría de los varones con discapacidad a hacer gala de una masculinidad exagerada, casi una “performance” ridícula del papel masculino en la sociedad. La forma más nociva de esta escenificación machirula del papel del varón en la sociedad es la asistencia sexual, la cual, en mi opinión no es más que un eufemismo para definir una subcategoría de la prostitución, además de poder ser una puerta de atrás para su legalización.
Pues bien. Basándome en el artículo de Ana Poyan, “Cinco mitos sobre la asistencia sexual”, publicado en Tribuna Feminista [2], quisiera hablar de este tema como varón con discapacidad.
En primer lugar. Efectivamente, como he venido a decir anteriormente coincido plenamente con Poyan, mi deseo no es constitutivo de derecho estamos hablando de placer sexual, eso no es una necesidad básica, por lo tanto no puede ser un derecho. Aquí entraríamos en la trampa del neoliberalismo que hace confundir derechos con deseos con el fin de hacer negocio de los mismos con apariencia solidaria. Si además de eso confrontamos ese supuesto derecho al de la mujer de no ser vendida, la conclusión es evidente.
En segundo lugar, evidentemente si estamos hablando de dar unos servicios de carácter sexual a cambio de una compensación económica estamos hablando de prostitución, no tiene otro nombre. Querer disfrazar esto de servicio social es un insulto a las personas que realmente tiene necesidades sociales.
En tercer lugar, decir que sin esto los hombres con discapacidad no tendrían acceso a la sexualidad es una mentira que nos insulta. Primeramente, nos pinta como seres incapaces de atraer a nadie. Después, supone que todos somos incapaces de darnos placer, cosa que en la mayoría de los casos es mentira y siempre hay ayudas técnicas y tratamientos farmacéuticos para controlar esos impulsos. Repito, no somos animales.
Amigos míos, pero… ¿No será que lo que queréis satisfacer no es una necesidad de placer sino de posesión que el patriarcado os confiere teóricamente? Ahí os he pillado, ¿a qué si? Pues no, eso no es un derecho, es un privilegio de una sociedad patriarcal injusta. No contéis conmigo para que podáis sentiros por encima de una mujer comprándola. Hay otros modos de mejorar vuestra autoestima.
Todo esto me lleva a un movimiento que ha sido noticia recientemente en EEUU. El movimiento INCEL, que en lenguaje llano vienen a ser hombres misóginos y resentidos que culpan a las mujeres de no tener relaciones sexuales. Esto encaja perfectamente con esa supuesta “función social” de la asistencia sexual. Soy feo, retraído o tengo una discapacidad y tengo “derecho” a tener sexo, por lo tanto, hago uso de mis privilegios patriarcales y prostituyo mujeres. ¿Es así como queremos que nos vean? Yo no por supuesto.
Qué casualidad, este movimiento nace en EEUU, el mismo país dónde nace el Movimiento de Vida Independiente, el mismo movimiento de dónde salen en el Estado español una serie de organizaciones que se dedican a la prostitución disfrazada de asistencia sexual. Pero ese es otro tema que trataré en una columna posterior.
Después de ver todo esto, yo prefiero hacer valer mi diferencia, aprovechar para distanciarme de la Manada patriarcal y buscar aliadas para una sociedad más igualitaria. Nunca llevé bien ser la mascota de los machirulos intentando imitarles. Espero que más hombres con discapacidad sigan este camino.
[1] Lapuente V. “¿Por qué violamos los hombres?”. El País, 30 de abril de 2018. Consultado el 7 de mayo de 2018. https://elpais.com/elpais/2018/04/27/opinion/1524849714_420948.html
[2] Poyan, A., “Cinco mitos sobre la asistencia sexual”. 12 de abril de 2017. Tribuna Feminista. Consultado el 10 de mayo de 2018. https://tribunafeminista.elplural.com/2017/04/cinco-mitos-sobre-la-asistencia-sexual/?amp_markup=1