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Notas para una novela de conspiraciones internacionales

Fulvio Capitanio
Fulvio Capitanio
Economista de formación, Informático de vocación. Nacido, crecido y formado en la "Ciudad eterna", nunca imaginé transcurrir la segunda mitad de mi vida lejos de ella. En Barcelona desde 1993, sigo cultivando mi curiosidad por los idiomas, las culturas y las costumbres de los pueblos y gentes que encuentro. Activista y voluntario en la lucha contra las enfermedades neurodegenerativas.
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análisis

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Apuntes para una futura novela de espionaje, conspiraciones, sociedades secretas y la sobrevivencia de la raza humana.

Prologo

En un futuro próximo la supervivencia de la especie humana está en peligro a causa de la sobrepoblación.

Los avances en medicina y tecnología han alargado la esperanza de vida de la población.

La sobreexplotación de los recursos y el uso todavía prevalente de los combustibles fósiles han llegado a contaminar el suelo, el agua y el aire. La desertificación y la destrucción de los bosques continuarán.

A frente de una población humana siempre más envejecida, las sociedades tienen que destinar cada vez más recursos a sus pensiones y cuidados, mientras el número de personas en edad de trabajar se reduce.

Las previsiones demográficas hablan de un colapso del delicado equilibrio social y económico dentro de 50 años, que llevará carestías, hambruna, guerras por el suelo todavía fértil y menos contaminado, el control del agua, etc.

“Los demiurgos”

Un grupo reducido de hombres y mujeres desde hace décadas se reúnen en absoluto secreto periódicamente para tomar decisiones trascendentales para el futuro de la raza humana y su desarrollo.

Se llaman a sí mismos “Los demiurgos” y nadie conoce su existencia ni sus actividades.

Desde el final de la segunda guerra mundial y a raíz del conocido como “baby boom”, el tema de máxima relevancia para “los demiurgos” es la curva demográfica de la humanidad.

Las dos guerras mundiales, juntamente a la Gripe Española, contribuyeron a controlar el ascenso de la población que, sin embargo, volvió a repuntar con más fuerza en los años 60.

Los avances en la medicina, los fármacos y las vacunas, han permitido el incremento de la población desde los 3.000 millones de 1960 hasta los actuales 7.780 millones y con la previsión de alcanzar los 10.000 millones dentro de 25 años.

“Los demiurgos” llevan años discutiendo la mejor solución para evitar que la sobrepoblación alcance el punto de no retorno que hundirá la humanidad en un infierno de caos, guerras y hambruna global… y tienen un plan para evitarlo.

El planeta tierra y la sociedad capitalista del bienestar no pueden permitirse una humanidad así de longeva que continúe incrementado la presión sobre unos recursos naturales escasos.

Descartada inmediatamente la hipótesis de imponer una “eutanasia planetaria” , los Demiurgos decidieron que sería la misma investigación biológica, médica y farmacéutica que rompió el equilibrio del ciclo natural de la vida y la muerte, la encargada de reestablecerlo, implantando un “reloj biológico” en el ADN de la raza humana que active un mecanismo de “obsolescencia programada” en los seres humanos al alcanzar una determinada edad.

El plan tiene el nombre en código “Ocaso”

Décadas de investigaciones y de tentativos fracasados finalmente dieron sus frutos.

Finalmente disponían de un agente biológico perfecto para la tarea.

Un virus que reunía las siguientes características:

  • Ser lo suficientemente contagioso para difundirse con rapidez
  • lo suficientemente infido para transformar las personas asintomáticas en agentes infecciosos silentes (el perfecto caballo de Troya para introducirse y contagiar comunidades enteras antes de ser percibido como una pandemia)
  • ser mortal con rapidez solamente en un segmento de la población y convertir en vehículos portadores del virus el resto de esta
  • quedar durmiente en el organismo de las personas asintomáticas infectadas, esperando las señales biológicas que lo activen al alcanzar la edad objetivo.

El objetivo final del proyecto Ocaso consistía en reducir la esperanza de vida máxima de la población mundial en un valor socialmente sostenible para el sistema productivo y asegurar la disponibilidad de los recursos naturales estabilizando la población mundial en un umbral determinado.

Los investigadores del proyecto Ocaso habían identificado una serie de marcadores biológicos, enzimas, niveles de neurotransmisores, ratios de degeneración celular, hasta más de una docena de indicadores que, por separado no parecen tener mayor relevancia pero que, considerados en su conjunto, ofrecían un “reloj biológico” extremadamente preciso.

Solo faltaba ahora programar la hora del reloj para que se activará la alarma.

“En medio del camino de la vida, errante me encontré por selva oscura, en que la recta vía era perdida.”

El primer verso de la Divina Comedia de Dante Alighieri les pareció ofrecer la guía y la inspiración perfecta. Es la primavera de 1300, año del primer jubileo. Dante tiene 35 años (en medio), es decir a mitad de su vida, pues en su tiempo la esperanza de vida era de 70 años, como ya había señalado en el Convivio.

Una vez que le virus del Ocaso se hubiese difundido la duración máxima de la vida de los seres humanos infectados no superaría los setenta años.

Lo suficiente para tener una vida plena, participar productivamente de la sociedad, reproducirse, cuidar de los retoños hasta que sean independientes y disfrutar unos años de merecido retiro.

Anteriores intentos habían fracasado por ser mortales demasiado rápidamente y acabar por poder ser confinados y controlados geográficamente o no suficientemente contagiosos para llegar a difundirse.

El plan para su difusión inicial preveía un “lanzamiento” camuflado y discreto.

Igual que los virus de intentos anteriores fracasados, como el HIV, las gripes N1H1, SARS o el Ebola se aprovecharía la misma cobertura ofrecida por el aun poco conocido mecanismo de salto del animal al hombre en una zona donde las costumbres alimentarias de la población lo renderían plausible.

Aquí es donde entran en juego las alianzas en las altas esferas militares que los Demiurgos habían tejido desde la conferencia de Yalta en 1945.

Indispensable esta vez sería el papel de los servicios sanitarios militares que se aprovecharían de un acontecimiento deportivo internacional organizado para atletas de las fuerzas armadas de todo el mundo (una especie de juegos olímpicos militares) al que nunca los medios de comunicación ofrecen cobertura.

En aquella ocasión tendrían el vehículo perfecto de lanzamiento. Un grupo de 10.000 personas de más de 100 países del mundo, viviendo, entrenando y compitiendo en espacios comunes durante 10 días. Personas jóvenes y en buena forma física que se convertirían en vehículos asintomáticos del virus o como mucho alguno de ellos a la vuelta tendría unos síntomas fácilmente confundibles con una gripe estacional.

La fecha de celebración del evento a finales de octubre permitirá que los eventuales primeros casos de afectación grave, especialmente en la población mayor de 70 años, queden camuflados por la epidemia de la gripe de cada invierno.

Al finalizar los juegos, el virus ya estaría incubándose en 10.000 personas que estaban de regreso a sus lugares de residencia en más de 100 países del mundo

Una vez en casa, los participantes a los Juegos Mundiales Militares sin ser absolutamente conscientes de todo ello, dispondrían de unos días para infectar sus familiares, amigos y compañeros de trabajo además de los como el transporte publico antes que el virus deje de ser infeccioso y se quede en forma latente y prácticamente indetectable en los reservorios en los órganos internos.

Además, un periodo de incubación relativamente largo 5-6 días dificultaría rastrear la cadena de contactos una vez detectado el virus en fase de difusión comunitaria, consiguiendo que se su difusión sea lo suficientemente extendida para cuando las autoridades sanitarias declaren la pandemia e intenten medidas de aislamiento.

En esta etapa será crucial el apoyo de los agentes infiltrados por los “demiurgos” en la organización mundial de la salud y un grupo de prestigiosos virólogos que se ocuparan de retardar la percepción de la gravedad del contagio hasta superar el punto de no retorno.

Hasta aquí puedo escribir.

¿Que os parece como historia de una novela?

¿Es creíble o demasiado rebuscada?

Por lo visto es otro caso en el que la realidad supera la ficción.

De toda manera, teorías conspirativas al margen, como dicen los españoles que quieren demostrar que saben italiano “Se non è vero, è ben trovato”

Esta frase si que os puedo asegurar que es fruto de la invención. En Italia ni se dice ni probablemente sepan que es lo que quiere decir.

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