Cuando el resentimiento es el combustible de la traición la Historia se tuerce y los malos se manifiestan. Es el comienzo de la violencia. De los actos de los humanos contra los humanos. De la vergüenza hecha miseria. De la distorsión de esas normas que deben ser pautas que resuelvan las necesidades de las personas. Eso sería la razón de ser de una Ley. Sin embargo, cuando las leyes que se promulgan y se aplican, aún en contra de la opinión de tribunales superiores como Estrasburgo, por ejemplo, los centenares de miles de ciudadanos que las acatan irracionalmente se convierten en mansas manadas que conducen a un trágico destino.

Porque la fuente de la violencia reside en las normas injustas que consolidan los regímenes que se parapetan tras ellas para legitimar su accionar. Violencia en la ausencia de sensibilidad para contener el deterioro del nivel de vida general. Violencia cuando se observan decisiones que no parecen preservar aquella finalidad que la Justicia debería cumplir. Así, una y otra vez se apela a ella, pero una y otra vez las consecuencias contradicen los propósitos retóricos.

No se combate la corrupción. Se la alienta. Tampoco se obra a favor de una sociedad que premie al esfuerzo, cuando se interviene en los mercados a favor de grupos de interés que excluyen a las mayorías. Es el caso de los oligopolios energéticos que se están lucrando como nunca. Amigos y cómplices con el poder. Sus socios y patrocinadores. Por ello, los ciudadanos siguen estupefactos el devenir de los acontecimientos con una sola conclusión: siempre ganan unos… siempre pierden otros.

El liberalismo económico, conceptualmente hablando, es la antítesis de la regulación perversa. Los más eficientes deberían ser los mejores, los más aptos en mercados abiertos. Pero, en nuestro caso, los jugadores son pocos y coordinados para intervenir ellos mismos en la fijación de precios y condiciones. La prueba es que impiden realizar una auditoría independiente de la estructura de costes y procedimientos de fijación de precios en la energía.

Los jugadores deben respetar las reglas de juego pactadas. Pero ocurre todo lo opuesto a ese discurso liberal que propagan. Por controlar controlan hasta las entidades de control. ¿Se entiende? Hemos llegado a permitir, por dejación de las funciones de control ciudadano, respondiendo a lo que Franco recomendaba: “no se meta usted en política”, permitiendo que sus herederos nos sigan gobernando sin interrupciones desde siempre.

Los oligopolios eléctricos y bancarios, ampararon y financiaron al de las comunicaciones. Constructoras aparte. El IBEX no es una paranoia, es el gobierno. Al menos el actual. Con los sindicatos desmontados y desprestigiados, y la Justicia cada vez más controlada por los grupos religiosos, políticos y económicos, la democracia como sistema no tiene los contrapesos necesarios para garantizar las libertades civiles.

Esa es la fuente de la violencia que supone la marginación. La exclusión. El despojo. Esa es la España que se dirime en el seno del PSOE y de Podemos en este momento. A nosotros y a ellos nos va mucho en eso.

Tal vez nos ayude recordar a M.F. Moonzajer, cuando afirma que: “La traición comienza en el momento en que la gente viola sus propios derechos.”

Vivimos tiempos decisivos. No sea indiferente defienda sus derechos. Le va su futuro y el de los suyos.

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