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Nagorno Karabaj, una guerra olvidada pero no apagada

El conflicto de Nagorno Karabaj sigue activo y causando víctimas, siendo una herida abierta entre Armenia y Azerbaiyán que no cicatriza así pasen los años y amenaza periódicamente con la guerra, tal como vimos a finales del año 2020 y también en estos días de alta tensión en la zona.

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análisis

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La segunda guerra de Nagorno Karabaj, o Artsaj para los armenios, que se desarrolló entre el 27 de septiembre y el 10 de octubre de 2020, otorgó una clara victoria a los azeríes, recuperando Azerbaiyán numerosos territorios, y logrando imponer un humillante acuerdo de paz a Armenia por el que perdía el corredor territorial que unía a este país con el disputado territorio de Nagorno. Desde entonces, después de rubricarse el acuerdo de paz entre ambos países tutelado por Rusia -que mantendría en la zona una fuerza de paz de 2.000 hombres- y que de facto sentenciaba la derrota armenia, reina la calma china en esta parte del mundo.

Azerbaiyán, armada por Rusia y Turquía, consiguió recuperar territorios ocupados por los armenios desde la primera guerra de Nagorno (1988-1994) y otros pertenecientes al enclave armenio, en total estaríamos hablando de unos 7.000 kilómetros cuadrados. Una derrota en toda regla que dejó el maltrecho enclave de Nagorno Karabaj, poblado por unos 130.000 armenios en la actualidad, solamente comunicado con Armenia a través del corredor de Lachin, que supuestamente debía estar controlado por las fuerzas de paz rusas.

Sin embargo, la realidad dista de que los acuerdos de paz rubricados por las tres partes se estén cumpliendo y los incumplimientos por parte de Azerbaiyán están al orden del día, tal como ha denunciado Armenia en numerosas ocasiones en varios foros internacionales y ante Rusia, país garante de esta frágil paz  y que hace la vista gorda ante determinados actos hostiles por parte azerí.

Los azeríes han bloqueado Lachin en numerosas ocasiones y al día de hoy, según asegura Armenia, sigue cerrado al paso de mercancías y personas por las fuerzas militares de Azerbaiyán, impidiendo el acceso de vehículos de transporte de mercancías y de uso civil al enclave. Lachin es la única vía de acceso desde Armenia hasta lo que queda de Nagorno Karabaj y los armenios que viven aquí se abastecen de alimentos, productos básicos y medicinas transportadas desde el país vecino, algo que ahora no se está produciendo por este famoso bloqueo.

A este cierre del corredor-carretera de Lachin, hay que añadir que los habitantes de Nagorno Karabaj sufren cortes frecuentes de gas, luz y agua, llevando una existencia muy adversa y en unas condiciones realmente difíciles. Rodeados por sus sempiternos enemigos azeríes, que no dudan en provocar permanentemente con acciones armadas a sus vecinos armenios, este bloqueo por carretera, que dura ya cuatro meses, siembra la claustrofobia, el desanimo y la sensación de abandono por parte de la comunidad internacional, lo que alentando y provocación la inmigración de miles de armenios del enclave. La situación es terrible para miles de armenios atrapados en esa gran ergástula en que se ha convertido Nagorno.

Para rizar más el rizo de la discordia y el malestar, Azerbaiyán ha levantado recientemente un puesto de control fronterizo en el corredor de Lachin, algo que contraviene los acuerdos de paz firmados entre las partes y que impide de una forma más efectiva la libre circulación de vehículos a través de esta carretera. A este respecto, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, ha mostrado su «profunda preocupación» ante el establecimiento de un puesto de control en el corredor de Lachin por parte de Azerbaiyán, sosteniendo que esta acción «socava los esfuerzos para restablecer la confianza en el proceso de paz”.

La mediación de los Estados Unidos y el papel de Rusia

Recientemente, Blinken organizó una reunión entre los ministros de Relaciones Exteriores de Armenia y Azerbaiyán, Ararat Mirzoyan y Jeyhun Bayramov, respectivamente, en Washington, donde se discutió la normalización de las relaciones entre los dos países y la búsqueda de un marco de seguridad y estabilidad en el Cáucaso que abarque a todos los países. Armenia insistió en el cumplimiento de los acuerdos de paz firmados en el año 2020 y de los que es garante Rusia, cuyo principal papel, precisamente, es garantizar la comunicación entre Armenia y el enclave de Nagorno a través de Lachin.

Armenia, un tradicional aliado de Rusia, parece querer desprenderse de la influencia rusa y dotar a su política exterior de una cierta autonomía frente a Moscú, sobre todo en estos tiempos inciertos y cuando la popularidad de los rusos está por los suelos debido a la guerra de Ucrania. Para la diplomacia armenia, las fuerzas rusas de paz desplegadas en Nagorno-Karabaj  muestran una absoluta pasividad ante los militares azerbaiyanos que bloquean el acceso que garantiza el libre paso entre Armenia y la región de Nagorno Karabaj, bloqueado desde diciembre y hasta el día de hoy sin que se vislumbre una solución en el corto plazo.

Pese a que Armenia es miembro de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), conocida popularmente como la OTAN de Putin, el país se vio totalmente abandonado durante la segunda guerra con Azerbaiyán e incluso tuvo que aceptar que Rusia vendiera armas a su enemigo. En la actual situación, en que Rusia mantiene una excelente relación con Turquía, que aunque miembro de la OTAN juega a varias bandas en la crisis de Ucrania, está muy claro que Moscú no pude sacrificar en estos momentos sus excelentes relaciones en todos los campos con el enemigo histórico de los armenios, Azerbaiyán, en aras de satisfacer a Armenia.

Incluso, llevados quizá por un cierto resentimiento por la pérdida de tantos territorios y una buena parte de Nagorno Karabaj, cada vez más asediado por los azeríes, son muchos los que piensan en Ereván -y quizá con razón- que Rusia conocía en detalle la ofensiva de los azeríes y no impidió la misma en castigo a las veleidades pro europeístas y pro occidentales del primer ministro armenio, Nikol Pashinián. Rusia, al igual que le ocurre a otros vecinos de los armenios, nunca aceptará la existencia de una Armenia soberana, libre e independiente, ajena a sus intereses geopolíticos, y plenamente integrada en la OTAN y la UE. Prefiere desestabilizarla, como ha hecho exitosamente en Ucrania, Georgia y Moldavia, que verla volar por libre.

El destino neoimperial de Rusia y la fragilidad de Armenia

No olvidemos el pasado neoimperial de Rusia y su largo historial de imponer por la fuerza a sus vecinos sus designios. ¿Qué es lo que ha llevado a Rusia a optar por la fuerza bruta frente a la razón e invadir de esta forma tan brutal y genocida a Ucrania, desafiando y humillando al mundo libre y democrático? En el fondo de esta guerra, de este conflicto entre la democracia y la brutalidad fascista que encarna claramente Putin, está la nostalgia por un pasado que nunca volverá, la frustración histórica por no poder ejercer el antiguo liderazgo en la escena postosviética, el desprecio hacia toda forma de resolución  diplomática de los conflictos y, en definitiva, un concepción política absolutamente autoritaria y antidemocrática del mundo, tal como concibe el máximo líder ruso las relaciones internacionales. Armenia es una ficha más en el gran juego de ajedrez que se desarrolla entre el Asia Central y las estribaciones de Europa, entre el Cáucaso y el Este de Europa, entre Occidente y Rusia.

Y, a partir de ahora, ¿qué cabe esperar? El Cáucaso siempre ha estado en el punto de mira de Moscú, al que considera su patio trasero, y Armenia, por razones geográficas e históricas, es parte del mismo, pero quizá la pieza más endeble en todo este rompecabezas. En definitiva, Rusia concluye la consumación de todo un plan, comenzado años antes con la ocupación de los territorios en las ex repúblicas soviéticas de Moldavia y Georgia, para recuperar lo que considera su verdadero espacio vital en el mundo postsoviético. Es el regreso a la doctrina de la soberanía limitada sobre los antiguos territorios postsoviéticos. La llamada “Doctrina Brézhnev” (o de la soberanía limitada) era una tesis política que fue expuesta por el máximo líder soviético, al que debe su nombre, allá por el año 1968: “Cuando hay fuerzas que son hostiles al socialismo y tratan de cambiar el desarrollo de algún país socialista hacia el capitalismo, se convierten no sólo en un problema del país concerniente, sino un problema común que concierne a todos los países comunistas”. Nagorno Karabaj, ya con fuerzas rusas estacionadas aunque sea como contingente de paz, es parte de esa estrategia rusa y le da una posición mediadora de fuerza entre los dos países en conflicto.

En estas circunstancias, y abandonados estos territorios por la UE y la OTAN, el enclave de Nagorno Karabaj se encuentra en la peor de las condiciones para ejercer una defensa efectiva frente a una todopoderosa Azerbaiyán apoyada por todos sus vecinos, pero sobre todo por Turquía, enemiga secular del pueblo armenio, al que masacró durante el genocidio.

Sin embargo, una nueva guerra en toda regla entre Armenia y Azerbaiyán podría romper los equilibrios regionales y crear alianzas no deseadas, como entre los armenios y Teherán, que podría devolverse contra los azeríes si osasen tomar el corredor de Zangezur, que uniría definitivamente a Azerbaiyán con el sur de Armenia. Zangezur es un punto de un interés geoestratégico vital para Irán porque por ahí elude las sanciones internacionales y realiza sus tratos comerciales con el exterior. Por tanto, las espadas siguen en alto y la cautela se impone entre las partes, aunque los azeríes saben de la soledad y el abandono de los armenios por parte de Rusia, algo que podría llevarlos a tomar acciones precipitadas y poco cautelosas. En los últimos tres años, más de 150 militares y civiles armenios y azeríes han muerto en acciones militares, la mayor parte provocadas por Azebaiyán, y la tensión en la región es muy alta; una imprudencia podría prender la chispa de un nuevo conflicto entre ambos bandos.

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