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El mes no existe

David Almorza Gomar
David Almorza Gomar
Profesor Titular de Universidad de la Universidad de Cádiz, en el Departamento de Estadística e Investigación Operativa, adscrito a la Facultad de Ciencias del Trabajo. Ha sido Vicerrector de Alumnos de la Universidad de Cádiz (desde el año 2003 hasta el 2013) y Vicerrector de Responsabilidad Social y Servicios Universitarios de la Universidad de Cádiz (desde 2013 hasta 2015). Durante estos doce años, ininterrumpidamente, ha tenido entre sus competencias el Área de Deportes de la Universidad de Cádiz. Ha promovido la creación del Aula Universitaria de Fútbol de la Universidad de Cádiz, y en estos momentos ocupa el cargo de Director del Aula de Fútbol. Tiene el título de Entrenador Nacional de Fútbol con Licencia UEFA-PRO. Ha entrenado en las categorías Infantil y Cadete del Cádiz C.F. desde el año 2010 hasta la actualidad. Además, en el Cádiz C.F. ocupa el cargo de Coordinador de Delegados y Auxiliares de Fútbol Base desde el año 2014.
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análisis

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Nuestro calendario dividido en doce meses tiene su origen en el Calendario Juliano, que se implantó en el año 46 antes de Cristo. El mes de Julio, así como el nombre de Calendario Juliano, se pusieron en honor a Julio César, y se estableció una duración de treinta y un días para el mes. Poco después se modificó el calendario, y en honor a Octavio Augusto se llamó al siguiente mes Agosto, asignándole también una duración de treinta y un días.

El nombre del mes constituye un regalo bastante inusual, y seguro que es digno de un emperador, pero más de dos mil años después el regalo se ha convertido en un mes que no existe. Durante el mes de agosto las administraciones públicas en general, disminuyen su ritmo de trabajo. El artículo de Larra «Vuelva usted mañana» no se escribió en agosto, porque de haber sido así se habría llamado «Vuelva usted en septiembre».

La empresa privada no se queda atrás, y si usted precisa algún material le hablarán de cosas como la interrupción en la llegada de suministros, y del cierre por vacaciones de fábricas y comercios. En definitiva, que no podrá avanzar mucho. Por eso el mes de agosto podría llamarse el mes inexistente.

Boris Pérez extravió su tarjeta de banco y solicitó una nueva a finales del mes de julio. Extrañado por la tardanza se acercó a la sucursal bancaria y le explicaron que había hecho mal la solicitud, que en una semana estaría la tarjeta y podría pasar a recogerla. Al cabo de la semana le dijeron que la solicitud estaba duplicada (la que él había hecho y la realizada por la sucursal), y eso había paralizado el proceso. Que regresara a la semana siguiente.

Cuando regresó a por su tarjeta, la persona que le había atendido se había ido de vacaciones, le tocaba la segunda quincena de agosto, y quien ocupaba su lugar le explicó que no había llegado nada, pero que volviera a la semana siguiente y que él se encargaría de solucionarlo personalmente. Una semana después le explicó que la tarjeta había sido devuelta por error, pero que en una semana más estaría.

“Sí, la semana que viene estará seguro”, dijo Boris, “porque ya estaremos en septiembre”. La experiencia de Boris es un ejemplo. Su banco se dedicó a ponerle excusas absurdas mientras pasaba el mes que no existe. Incluso le habían echado la culpa a él. Hubiera sido más fácil decirle desde el principio que en agosto no se hacían tarjetas, y se habría ahorrado viajes, colas y disgustos.

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