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Matando mujeres [El Coño y la Tierra, 2]

Contra la Cultura (XI)

Francisco Silvera
Francisco Silverahttp://www.quenosenada.blogspot.com.es
Escritor y profesor, licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y Doctor por la Universidad de Valladolid. He sido gestor cultural, lógicamente frustrado, y soy profesor funcionario de Enseñanza Secundaria, de Filosofía, hasta donde lo permitan los gobiernos actuales.
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análisis

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Las causas de la violencia de género no son tan complejas como nos quieren hacer ver, esa complicación impostada sirve para proteger el núcleo central del problema que, en realidad, nadie quiere cambiar. Sí, nadie, o casi nadie quiere que cambie la agresión permanente contra lo que no sea machote porque hay beneficios por medio.

Es sexo. Nada más (nada menos). Un varón es un animal psicópata con el pene en la mano que cree que puede conseguir todo por el mero hecho de serlo, tiene toda una sociedad construida en torno a su falo y su supuesto (e inexistente) poder. Desde que nace todos los estímulos le llevan a usar en todos los sentidos a las hembras, incluido el poder disponer de ellas física y mentalmente… hembras a quienes precisamente se les educa para someterse, para avergonzarse de su cuerpo y encontrar la realización sólo en la aprobación externa del amor romántico o del sentirse atractiva, jamas valorarse tal y como es (maquillaje, figura, ropa, pelo…).

En este momento, usted, señor macho ha desconectado porque no se siente interpelado: mire la publicidad, el cine, la dirección de empresa, los bares nocturnos, cuente los lupanares, mire las tiendas de ropa, mire todo a su alrededor y por muy feminista que se crea: si no ve la violencia y la cosificación de la mujer (de su cuerpo y de su mente) es que o está ciego o no le interesa ver…, y no hay alternativas.

Piensen en esa fotografía reciente del falsocantante «autotuner», el machote rodeado de muchachas cortadas todas con el mismo molde luciendo perfiles de culos hiperbólicos y escasa ropa interior aplicada en zonas legalmente vedadas. Un tío para retozar en una habitación con cinco tías sólo podría hacerlo a costa de retener su eyaculación y su orgasmo, o sea: en parte su placer, salvo el psicológico, y raramente repitiendo erección inmediata (salvo química y excepcionalidad); sin embargo, todo la imaginería pornográfica está montada sobre el poder trepanador y satisfaciente del pene erecto, incluido el tópico de su tamaño cuanto más grande más impactante. Repito, ésta es la utilería de la vida pornográfica de un tío (eso no es su vida sexual), resulta extremadamente curioso que los machirulos demanden porno con pollas desaforadas para excitarse más, los mismos que desprecian la homosexualidad masculina o denostan a la mujer: adoran los nabos enormes y asumen el lesbianismo como parte de su satisfacción personal. ¿No es para pensar? Y es más de la mitad del total de datos que mueve internet, no digo fruslerías.

Una mujer en una habitación con cinco tíos podría disfrutar de multitud de orgamos, seguidos o separados en el tiempo, podría incluso reponerse mientras sigue siendo penetrada, podría pasar una interesante tarde de sexo sin problemas de impotencia física… Yo, un tío, admiro el sexo de la mujer entre divertido y envidioso porque no doy crédito al comprobar sus posibilidades, y eso que trato de exprimir el mío.

La verdadera violencia originaria que degenera en asesinato proviene de una educación que eleva al altar del poder y la gloria a un tipo que se sabe inferior en su relación con las mujeres, que a su vez han sido engañadas desde su nacimiento para que no puedan reivindicar su cuerpo y su libertad (ay Lilith); la paupérrima sexualidad egoísta del pajillero ha construido todo un entramado social que se ampara con la idea de la sacrosanta familia tradicional y se cimienta con la religión monoteísta: que machaca a la hembra suprimiéndole la identidad desde que nace, porque la considera parecida a Dios-Padre sólo por ser una parte del hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios, que él sí es como Dios de verdad; una religión patriarcal (en sus diferentes desvaríos) que regula su papel de hembra como cuidadora, madre, reproductora, todo controlado por quien explota los beneficios de esas funciones: el varón; una religión que entroniza la virginidad, a la inmaculada, que eleva a santidad el martirio hasta la muerte de quienes no se dejen violar, que ha llegado a vincular causalmente el orgasmo femenino con las deficiencias de los nacidos; que ha llegado a considerar una maldición la falta de descendencia (acusando siempre a la mujer), o que sigue condenando al infierno a quienes abortan (mujeres otra vez) o usen del sexo sin fines reproductivos; monoteísmos a los que se les puede atribuir millones de asesinatos de hembras acusadas de supuestos crímenes siempre vinculados a su sexualidad (quemadas, lapidadas, degolladas, encerradas…); religiones que han basado su triunfo (el control) promoviendo la culpabilidad respecto del propio cuerpo (a las mujeres de nuevo); blanco público de virgen en las bodas, pañuelos sangrados por celestinas disfrazadas de tradición, cabellos recogidos, tapados, afeitados, para vindicar la castidad, castidad como virtud, historias milenarias de mujer destrozando con su soberbia, perfidia, ambición, avaricia, incontinencia y soberbia… la vida del pobre hombre inocente, claro, bueno, divino él.

Yo acuso. Yo acuso al judaísmo y sus derivantes chabacanas (cristianismo e islam) de sustituir la sexualidad con el porno psicópata de un violador y una hembra que disfruta sometida sufriendo la violencia del macho. Eso lleva al hombre a creerse Dios: por un simple y casi irrelevante nabo, y a vestirse de celeste-cielo, de oro-sol, de luz-día, de calor-bondad, y a la mujer de rosa-sangre, de plata-luna, de oscuridad-noche, de frío-maldad, esto es: aquél la vida y sus poderes y ésta la herida de la muerte que es la menstruación… Piensen que acusan al cuerpo de la mujer de despertar la lujuria en el hombre, vamos ¡que las violamos porque van vestidas como putas! ¿Y siguen siendo legales estas organizaciones? No lo entiendo.

Éste es el ideario loco en el que educamos a nuestras hijas e hijos, y no va a cambiar porque para transformar esta sociedad en respetuosa con lo femenino habría que evitar toda la basura intelectual que supone la religión y eso no va a ocurrir; lo diré claro, el precio para que este país (y todos los demás) siga disfrutando de sus romerías, semanas santas, turismos y puticlubes, el precio es el goteo incesante de mujeres violadas, torturadas, destruidas y asesinadas. Es duro, pero real. Cambiar esto sería la revolución más importante de los últimos cincuenta siglos, porque el machismo criminal es la esencia misma, la estructura de nuestra sociedad. El triunfo aquí, hoy, se identifica con el dinero que permite a un tío hacer lo que le salga de los cojones, incluida la prostitución y si puede ser con menores: mejor. Ésta es la tozuda verdad, mientras la mujer sigue posando en todas partes con posturitas de exhibición canina, va flotando sobre tacones o se hipertrofia con un cirujano para poder ser alguien. La ruina de una muchacha es no estar «buena», así la hemos educado, den una vuelta por el mundo real, un instituto, por Salud Mental en los hospitales, consultas de psicología, o evalúen el número de drogadictas legales (valium, diazepam, tranquimazin, lorazepam…) a partir de los 50 años… mientras ellos siguen la puta vida feliz, en la calle, claro.

¿Por qué nadie se atreve a decir la verdad? ¿No somos corresponsables al ocultarla? Ponga la tele, mire internet, mire a su alredor, conózcase a sí mismo, a sí misma: ¿no es todo esto cierto?

 

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