Marina Salvo en La Virreina. Foto: Tomás Russi

El suicidio como primera causa de muerte no natural en España es un hecho invisibilizado. La falta de respuestas y sensibilidad alrededor de este tema hicieron que la artista gaditana, Marina Salvo, comenzara un minucioso trabajo de documentación sobre casos concretos y protocolos existentes. Su proyecto 19,6” – Punto de Escucha habilita, a través del sentir y el diálogo como eje vertebrador, un espacio de confluencia que integra los testimonios de familiares y personas relacionadas con el suicidio. Salvo sostiene que el arte sigue siendo un espacio de libertad y tiene el deber de hablar sobre temas incómodos y dolorosos desde una mirada social.

 

Tu trabajo artístico está relacionado con el entorno social desde una perspectiva política, antropológica y territorial. ¿Cómo surge tratar el tema del suicidio?

Era 2017. Me encontraba en el metro Eugenia de Ciudad de México a las 10 de la mañana. De repente, una persona se arrojó a las vías y se suicidó. El dispositivo que se creó en torno a este acto me impactó. El tren dio marcha atrás cuando los pasajeros nos alejamos de las vías. Los compañeros de seguridad retiraban el cuerpo, mientras un señor a mi izquierda decía: «¡Podría haber pasado en otro momento! Llego tarde al trabajo». Cuando volví a las vías para tomar de nuevo el mismo tren, lo último que visualicé fue la cal blanca sobre las piedras donde minutos antes había un cuerpo.

A mi mente vino la frase: «Polvo somos y en polvo nos convertiremos» y la quise modificar por: «Polvo somos y en polvo nos convertirán». Asumiendo que, a una persona a la que el sistema le arrebata todo, el último acto libre en este plano terrenal es el acto de quitarse su propia vida. ¿Qué puedes hacer cuando te lo quitan todo? Cuando regresé a España, en 2018, revisé también la parte sistémica de este acto. En España, a raíz de la crisis económica, han sido muchas las personas que han cometido este acto al encontrarse en una situación de desamparo. Existe un gran número de casos de personas que cometen esta acción, por ejemplo, durante el proceso de desahucio. Cuando no tienes trabajo, te quitan la casa, te quitan tu hogar y encima sigues teniendo una deuda por años y tienes 70 años, ¿qué haces? En las manifestaciones de la PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca) en Barcelona, se veía una pancarta que lo decía claramente: «No son suicidios, son asesinatos». Pienso que el arte es capaz de adoptar la función comunicadora de informar sobre temas incómodos o que son invisibilizados socialmente. El suicidio es la primera causa de muerte no natural en España y hay que hablar de ello.

¿Qué puedes contar acerca del proceso de documentación?

La documentación e investigación para rescatar la mayor información posible la comencé en profundidad cuando fui seleccionada en el programa de Arte Contemporáneo Bar Project, en Barcelona, el pasado 2019. A partir de este momento, empecé a barajar otras hipótesis acerca de los motivos por los que una persona se termina suicidando, más allá del enfoque sistémico. Cuanto más me aproximaba a esta temática, más cuenta me daba de que, en realidad, no puedo decir cuál es la causa que puede llevar a una persona a cometer dicho acto. No puedo y no soy quién. En este proceso de documentación e indagación sobre el tema fue cuando encontré el punto de partida para activar el proyecto artístico. En la primera llamada que realicé al Teléfono de la Esperanza, transcurrieron 19,6” antes de que sonara el contestador. Ese silencio y esa espera, no correspondida, es el retrato de la sociedad actual ante el suicidio.

Según los últimos datos del INE, el suicidio se mantuvo como la primera causa de muerte externa o no natural con 3.539 personas fallecidas en el Estado español, un 3,8% menos que en 2017, pero ciertamente sigue siendo una realidad silenciada.

Efectivamente, lo más sorprendente es pensar que las cifras por accidente de tráfico rondan unas 1.806 personas fallecidas. Las cifras en ambos casos no son totalmente exactas y en el caso del suicidio son aún menos. Eso retrata el silencio y la poca investigación sobre el tema. El resultado más relevante es que no exista un Plan de Prevención del Suicidio en nuestro país. En mi proyecto artístico, la psicóloga Isabel Vallés se centra y comparte muy bien este contenido.

¿Cuáles han sido los perfiles que te has encontrado a lo largo de tu trabajo en 19.6”- Punto de Escucha?

A raíz de asistir a diferentes sesiones de la Asociación de Supervivientes- Después del Suicidio (DSAS) en Barcelona, conocí a una de las colaboradoras principales, Camila. En otra de las sesiones, tuve la oportunidad de conocer a Javier García, trabajador del metro de Barcelona. Por otro lado, en una exposición de arte en una galería barcelonesa llamada EtHall, conocí de manera totalmente fortuita a Isabel Vallés, la psicóloga colaboradora principal del proyecto. En el proceso se han ido uniendo más personas. Con todas ellas tenemos un vínculo cercano y hemos tenido la suerte de poder pasar tiempo juntos antes, durante y después de las intervenciones. La acción con el mayor número de colaboraciones fue en el Espacio de Creación Contemporánea- ECCO en Cádiz, donde contamos con la presencia de supervivientes (familiares directos de suicidas o personas que están en un duelo por suicidio), sobrevivientes como Elena (persona que ha tenido tentativas de suicidio y que han sobrevivido a ello) y dos psicólogas.

¿Cuál es el poder del arte como ventana a otras realidades invisibilizadas o estigmatizadas socialmente?

Quiero creer, quizás desde una mirada más idealista y utópica, que el arte sigue siendo un espacio de libertad.  Muchos de los espacios de Arte Contemporáneo actuales huyen de mostrar un contenido de estas características. Un proyecto que sea incómodo y doloroso. La preguntan más recurrente que me hacen de este proyecto dentro de lo artístico es por qué he elegido este tema y qué tiene de artístico. Al principio dudaba de la respuesta. Luego me di cuenta que no tengo respuesta. Para mi es obvio que el arte es un poderoso comunicador y, por supuesto, debe asumir estas responsabilidades. La forma que sigo de activar estos espacios han sido utilizadas por otros artistas contemporáneos. Lo que no he encontrado es a otros artistas que estén trabajando la temática del suicidio dentro del espacio artístico como acción, pero si desde el cine y el teatro por ejemplo. A la pregunta del porqué, contesto con firmeza que porque hay que hablarlo, pues el arte sirve para hablar y mostrar. En este sentido, las personas que colaboran con el proyecto sienten mucho el espacio creado. En sus intervenciones recalcan la importancia del arte para dar cabida a esta temática, ya que en otro espacios no se esta dando. Para mi, esto es lo que me reafirma que hay que seguir hablando y mostrando.

En la descripción del proyecto destacas que entre tus principales colaboradores han estado trabajadores del TMB – Metro de Barcelona. ¿Cuál es el nexo entre este sector, el suicidio y tu trabajo?

El espacio del metro siempre rondaba en mi cabeza porque fue precisamente ahí, donde ocurrió el suceso germinal de este proyecto. Tras documentarme sobre casos específicos en Barcelona, en seguida encontré muchas notas y entrevistas de Javier García. El caso de Javier es muy complejo. En sus 20 años de carrera como conductor del TMB, fue partícipe de 10 suicidios mientras él conducía su tren. Yolanda, también participante en el encuentro en Cádiz, habló por primera vez públicamente acerca de su experiencia como maquinista también en el TMB. Estas intervenciones tituladas «Desde la máquina» ponen al espectador en la piel de la persona que, llevando esa «máquina» presencia el caso de uno o varios suicidios. Ambos protagonistas inciden en los daños colaterales que han ocasionado estos suicidios en ellos mismos, así como en otras personas.

¿En qué ciudades has desarrollado este Punto de Escucha? ¿Planteabas protocolos específicos según sus índices de suicidio?

Hasta la fecha, el proyecto ha sido implementado en las ciudades de Barcelona y Cádiz. En concreto, en Barcelona tuvo lugar en La Virreina Centro de la Imagen, así como en la galería Tangent Projects. En Cádiz, se desarrolló en el Espacio de Creación Contemporánea-ECCO. No he planteado protocolos específicos ni me he basado en los índices de suicidio de cada territorio. El eje central en mi trabajo artístico ha sido visibilizar este tema y no tanto dar una respuesta o una solución al mismo.

Los familiares directos de personas que han fallecido a causa del suicidio son conocidos como “supervivientes del suicidio”. ¿Cómo ha sido el trato con estas personas?

He de reconocer que el trato con todos estos protagonistas ha sido duro. Lo que más me ha preocupado en todo momento es que ellos se sintieran lo más seguros y cómodos posibles. Sí, un superviviente del suicidio es un familiar directo. En el proyecto he contado con la valiosa presencia de una hija superviviente, Camila, y una madre, María Jesús.

 ¿Precisa esta realidad de mirada feminista e interseccional?

Estamos hablando de una cuestión que abarca a todos los sectores de la sociedad. Es sorprendente que sea la tercera causa de muerte no natural en niños. Es muy probable que haya factores relacionados con la socialización diferencial por géneros (en cuanto a roles productivos, protagonismo en los cuidados, y gestión emocional de problemas) que puedan explicar por qué hay más hombres que se decantan por suicidarse que mujeres. Sin duda alguna, la mirada feminista es un enfoque que requeriría de una mayor y delicada reflexión antes de ser aplicado a este tema.

¿Cuán importante ha sido escuchar y qué has aprendido con este proyecto?

La acción de escucha ha sido, en sí misma, el motor continuo en todas las activaciones artísticas realizadas. Me parece crucial seguir manteniendo como artista esa posición de escucha y de acompañamiento, rompiendo directamente con la posición de artista ejecutora. El aprendizaje más valioso en este caso ha sido presenciar cómo el arte ha posibilitado un espacio para dar cabida a testimonios que narran el suicidio como tabú.

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