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Manuel Cobo, luces, luceros y sombras del mejor penalista

Semblanza del famoso penalista fallecido en 2017, un referente para generaciones posteriores de abogados que creó escuela durante su dilatada trayectoria profesional

Juan-Carlos Arias
Juan-Carlos Arias
Agencia Andalucía Viva. Escritor
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análisis

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La fugaz vida de los humanos deja herencias, almas ubicuas, ejemplos, conflictos y el olvido –injusto- que sentencia la muerte. Las personas sobresalientes en España tienen quien escriba obituarios urgentes, reseñas selectivas y esos panegíricos que obvian la esencia sobre la epidermis del personaje. El tiempo es el Juez. Va poniendo a cada cual en su sitio.

Tras casi 3 años de la desaparición del jurista Manuel Cobo del Rosal (1934-2017) es llamativo que no encontremos en las redes sociales, internet o medios noticias sobre qué y quién fue ‘Don Manuel’. Entrañó, para el Derecho Penal y Criminología, un referente, un puntal del saber y talento en su vis académica. Resultó relativa, y brillante al tiempo, su etapa como ‘penalista’ a sueldo de víctimas y trasgresores de lo que debe defenderse y castigar la sociedad. Ha dejado ‘escuela’ en ambos terrenos. Y tiene quien le escriba para ponderar a una persona que dejó huella.

La carrera académica

‘Don Manuel’ imponía. Sus sabias palabras e ingenio le hacían singular. Su currículum de cargos académicos es inabarcable. Lo ha sido todo: Tras licenciarse en Derecho por Universidad de Valladolid en 1956 -era pupilo de su tío, Juan del Rosal, Catedrático de Penal- ganó la Cátedra que después ejerció en la Complutense, donde fue Decano de Derecho y Director del Instituto de Criminología. También, fue Rector en Valencia y Doctor ‘Honoris Causa’ en universidades españolas (Politécnica y Complutense de Madrid, Alcalá de Henares, Valencia y UIMP), foráneas (San Marcos y Estrasburgo). Recibió, también, máximos honores (Cruz San Raimundo de Peñafort y Palmas de la Academia gala).

Los políticos de UCD le nombraron Secretario de Estado de Universidades entre 1979 y 1981. Suscribió, entre otras decisiones, impulsar a los Detectives Privados, penetrados hasta entonces por el ‘sindicato vertical’-SAD franquista. Les eximió de renovar anualmente Licencia ante una policía que les despreciaba. Ésta se obtendría tras superar oposiciones con temario y nivel de diplomatura universitaria; décadas después es tras superar Grado universitario. La ‘Orden de Rosón’, en honor al Ministro del Interior que la firmó el 20 de Enero de 1981, tuvo antefirma de Cobo. El maestro de penalistas nunca lo olvidaron los investigadores privados. Le deben mucho, tras sufrir estatus de delatores donde les situó el franquismo.

En 1982 Manuel Cobo fue elegido Presidente del Tribunal de Defensa de la Competencia, (hoy CNC). El cargo lo desempeñó hasta 1985 cuando se cansó de oir ‘Don Manuel’ mañana, tarde y noche, usar coche oficial y ventilar los primeros trapicheos de multinacionales y las –después- cotizadas en IBEX35 desde 1992. Juzgar vulneraciones a la libertad del mercado causa estrés y más cosas.

Las teorías del Derecho que tanto estudió, enseñó y difundió Manuel Cobo en conferencias, ponencias, artículos y libros a lo mejor estarían huérfanas. Era cuestión de aplicarlas a una sociedad que, a mediados de los ochenta del pasado siglo, metabolizó cambios significativos desde la etapa autocrática del franquismo (1939-1975).

El bufete, clientes y mercado

La tentación del periodista de convertirse en escritor es parecida, en enfermería, a la de practicar la medicina. O la del docente del Derecho laureado y aplaudido; al cabo, tiene corto sueldo que no alcanza para extras. Esa tentación -éticamente incompatible para juzgadores y fiscales- es sugerente en el docente universitario para ser penalista. Lo siguiente es hacerlo rentable. Dicho y hecho. Cobo monta un buen bufete.

Uno de los primeros casos de Manuel Cobo, cuando montó despacho en 1985 en el centro madrileño, fue defender al entonces Alcalde de Jerez, Pedro Pacheco. El delito fue una frase histórica: ‘La Justicia es un cachondeo’. La aireó cuando le pararon derribo, por aumento de volumetría sin licencia, a chalet de lujo de Bertín Osborne. Antes, Pacheco demolió cobertizos de desheredados, los que votaban al andalucista, los que le pedían más. Un telegrama ‘cautelar’ judicial que paró el derribo y palabras del abogado de Osborne se oyeron antes. Pero la libertad de criticar, de expresarse, a la Justicia triunfó gracias a Cobo. La Jueza Alaya lo repitió en 2019 tras aburrirla descubriendo corrupciones del socialismo andaluz: ‘Hay una justicia para los poderosos. Otra, para los pobres’.

Aquel logro de exculpar a Pacheco en el Supremo por algo que se sabe, pero pocos se atreven a verbalizar, hizo que el caché del Cobo-Abogado se multiplicara. El Derecho Penal teórico se rentabilizaba en el mercado de la abogacía cuando no existían ‘macrobufetes integrales’ que cobran ‘minutazos’ supuestos juristas sobre trabajos de becarios bien vestidos.

Cobo y su equipo sacaron adelante casos muy mediáticos décadas después. La defensa de KIO tras dilapidarse sus petrodólares dentro y fuera de palacios e inversiones ‘fallidas’, el ‘Caso Naseiro’ -llevó al juzgado al primer tesorero del hoy PP, entonces AP-. Defender a implicados en ’Operación Nécora’ al narco gallego le curtió entre recovecos y lagunas del Derecho Penal y una jurisprudencia que regala platos a cualquier comensal.

A finales de los ochenta tuvo mucho contacto, quien suscribe, con Manuel Cobo. ‘Estaba enorme’ –como le oía repetir al Pacheco de mayorías, después encarcelado por enchufar amiguetes-, pletórico, le iba todo bien. Tardó años en descubrir que cambiar de acera y defender a los malos da pingües beneficios. No añoraba sus intensos años docentes, ni aburridos actos académicos. La millonada que ganaba ayudaba a esa idea.

Las sombras de Al Kassar, defender a imputados que rapiñaban ‘fondos reservados’ durante gobiernos de Felipe González (1982-1996) le empató a trapicheos de corruptos. Al sevillano lo cercaron prácticas de las que ¿sabía poco?. Ni el ‘fichaje’ del hoy Ex Juez Garzón bastó.

Ver a Cobo tras las sombras más oscuras del espía, comisionista y traficante de armas ‘Paco’ Paesa fue el clímax cuando se urdió su muerte, para la plebe, en Tailandia. Entregar un certificado de defunción buscando el archivo de sus causas chirriaba. Pero esa ‘razón de estado’ defendía al que entregó a la Justicia al corrupto Luis Roldán. Que Cobo estuviera cerca de aquellos esperpentos obviaba al penalista de fuste que unía a su persona.

Más casos

Otros asuntos, para defender a la cúpula de Interior felipista, llevaron a Cobo a frecuentar amistades peligrosas, como el abogado -con banquillo y pasaporte adosado- Rodríguez Menéndez. Se ve que Cobo traspasó el papel neutral y profesional del penalista. Se ve que aquellos ‘fondos reservados’ dieron para pagar los excesos del socialismo de cloacas. Mejor olvidarlo.

Es una pena. Cobo no es el único que tomó partido más allá de su cometido de bufete y cuando viste la toga. Vemos, penosamente, que quien defiende a ‘La Manada’ actúa como portavoz, valedor y amigo de esos violadores. Otro penalista ‘famoso’ -que encarga libros para su loa- perdió elecciones a Decano colegial. Ni le votó su ‘escuela’. El escrutinio fue de sonrojo.

Cobo, sin embargo, hizo el camino al revés. Lo hizo muy bien como talentoso teórico del Derecho Penal y la Criminología, como docente e investigador. Mejor aún actuó como penalista en el ejercicio privado, pero acaso le pasó como al jefe de los Vera-Barrionuevo-Corcuera: murió de éxito. Defendió, dentro y fuera de estrados, lo indefendible. La toga nunca debió olvidarla paseando por las alcantarillas del poder. Hasta el fallecido Rubalcaba lo aclaró –ruborizado- por ‘suscribir lo insostenible’

Una pena lo de ‘Don Manuel’. Es penoso y sorprende que pase de largo y haya tanto silencio olvidadizo sobre un jurista que coleccionó alumnos agradecidos, entre los que se cuenta quien escribe estas líneas. Sus colaboradores difícilmente olvidarán a un maestro que dilapidó parte de su capital. Sus fondos y formas intelectuales no eran reservados. Cualquiera que le lea su obra y sentencias que acoge el repertorio jurisprudencial con su alegato acreditan el mejor Derecho. Hasta siempre, Don Manuel.

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