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Mala gestión, falta de controles y exceso de codicia: la banca vuelve a cometer los mismos errores de 2008

La crisis del Credit Suisse demuestra que han fallado los filtros, los test de estrés a las entidades bancarias y el freno a la especulación

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análisis

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El pánico se sigue apoderando de las Bolsas de todo el mundo tras la caída del Silicon Valley y la intervención estatal del First Republic. El contagio ha llegado a Europa con el colapso del Credit Suisse (rescatado por el estado helvético y posteriormente comprado por el gigante UBS) pero la crisis no se ha frenado. Las Bolsas españolas y europeas amanecen hoy con fuertes caídas en las que los bancos se llevan la peor parte. Todos los analistas se preguntan qué ha fallado para que la misma pesadilla que se produjo en 2008 vuelva a repetirse de nuevo. Para empezar, los reguladores estadounidenses fracasaron al no detectar las señales de alerta que les permitieran actuar antes de la espectacular quiebra del Silicon Valley Bank, en un entorno de leyes demasiado laxas, aseguran varios expertos, según informa France 24.

El Banco Central de Estados Unidos ha anunciado un análisis exhaustivo en cuestiones como transparencia y eficacia en la gestión para indagar en las causas del crack. Los resultados del informe serán publicados el 1 de mayo. El apalancamiento (endeudarse para invertir) y la especulación bancaria fueron las principales causas de la crisis de 2008. El Banco Mundial, en su informe Regulación Bancaria y Supervisión una Década Después de la Crisis Financiera Global (2019|2020) asegura que tras el análisis de 10 años de información “hay un extendido acuerdo de que la crisis fue causada por una toma excesiva de riesgo por parte de las instituciones financieras. Los intermediarios financieros aumentaron su apalancamiento, apoyándose con fuerza en la financiación mayorista, bajaron sus estándares de préstamo y –apoyándose en erróneas calificaciones de riesgo– invirtieron en complejos instrumentos [financieros] estructurados”.

Hoy, se han vuelto a cometer los mismos errores que entonces, entre ellos la falta de control de los gobiernos sobre las entidades bancarias (no solo les han perdonado los rescates financieros concedidos hace quince años sino que les han dejado hacer con entera voluntad), la escasa transparencia, debilidad de los mecanismos reguladores y sancionadores, abusos en la subida de tipos de interés, empleo de productos financieros altamente especulativos, canalización de dinero de la corrupción y, en general, un buen atracón de codicia sin freno ni control que ha desembocado en este último vómito capitalista financiero. Basta un solo dato: en estos últimos años, el Credit Suisse acumula un largo historial de sanciones gubernativas y de organismos internacionales por diversos escándalos y prácticas de carácter fraudulento relacionadas con la corrupción y la ocultación de dinero negro (a día de hoy no se sabe cuántos fondos y depósitos de la delincuencia organizada mundial permanecen a buen recaudo en las cajas de seguridad de esta entidad). Lógicamente, un banco que se abraza a esa praxis, presuntamente delictiva, caerá más tarde o más temprano arrastrando a todo el sistema financiero que está íntimamente interconectado. Y eso es precisamente lo que ha ocurrido.

¿Cómo pudo derrumbarse tan rápidamente el decimosexto banco estadounidense en volumen de activos? La quiebra “evidencia las insuficiencias de las reformas regulatorias hechas tras la crisis financiera de 2007-2009”, según Arthur Wilmarth, de la universidad George Washington.

“Varios elementos debieron preocupar a los reguladores, comenzando por el hecho de que el banco estaba muy concentrado en algunos clientes de alto riesgostartups e inversionistas en capital de riesgo–, al igual que otras firmas lo hicieron de manera errada en el pasado con el sector inmobiliario o con préstamos a países emergentes”, asegura.

Todo se hizo mal

Otras alertas debieron ser el muy rápido crecimiento del Silicon Valley Bank entre 2020 y 2022, su exposición a bonos de largo plazo a tasas bajas en un momento en que las tasas crecen con rapidez, y el hecho de que la mayoría de sus cuentas tenían saldos superiores a los 250.000 dólares garantizados por las autoridades. “Es una combinación segura para el fracaso si la economía va mal”, asegura Wilmarth. “Los reguladores no debieron ignorarlo”.

Varios observadores señalan la flexibilización de la ley estadounidense Dodd-Frank adoptada tras la crisis de 2007-2009, y que obligaba a todas las empresas con más de 50.000 millones de dólares de activos a presentar regularmente un escenario de liquidación. Además, bajo el mandato de Donald Trump, este umbral subió a 250.000 millones de dólares, flexibilizando de hecho la norma. El magnate neoyorquino se lo permitió todo a los bancos, dando barra libre, y de aquellos polvos estos lodos.

“Cuando se relajan los requisitos de regulación (…), esto pone mucha más presión sobre los reguladores, ya que no tienen acceso a las señales de alarma detectables en controles automáticos”, añade Anna Gelpern, de la universidad de Georgetown. Pero “eso no los disculpa de lo que parece ser un fallo de supervisión por parte de quienes deben asegurar una gestión segura y confiable de todos los bancos”.

La regulación también era inadecuada en el caso particular del Silicon Valley Bank, estima Michael Ohlrogge, de la New York University. El hecho de que las inversiones en bonos respaldados por el Estado sean consideradas como “casi exentas de riesgo cuando se trata de calcular las exigencias de capitalización”, se tradujo en que el banco Silicon Valley “pudo hacer grandes apuestas sobre estos productos sin ningún cojín de respaldo”, afirma.

Cuando se trata de evaluar la resistencia de los bancos, los reguladores parten del principio de que los clientes de una firma con más de 250.000 dólares en depósitos no huirán de repente “si hacen negocios con el banco”, afirma Michael Ohlrogge.

Pero en vista de que los clientes del Silicon Valley Bank trataron de retirar decenas de miles de millones de dólares en cuanto aparecieron las primeras señales de dificultades, “sin duda habrá que revisar esta hipótesis”, sostiene en su entrevista con France 24.

Para Henry Hu, de la universidad de Texas, las autoridades se encontraron con “un dilema” este fin de semana para dar respuesta a la crisis. Si el banco central de los Estados Unidos no hubiese garantizado el reembolso de todos los depósitos del Silicon Valley Bank y Signature Bank, numerosas empresas habrían retirado su dinero de bancos regionales para depositarlos en bancos considerados como “demasiado grandes para quebrar”.

Pero “si pensamos que los reguladores cubren todos los depósitos no asegurados, surge un riesgo moral. Algunas empresas podrían descuidar la supervisión de los bancos con los que tratan, convencidas de que sus depósitos están seguros pase lo que pase”, concluye.

Según explica a Cinco Días Abel Veiga, profesor y decano de la Facultad de Derecho de Comillas Icade, “la quiebra en menos de 72 horas de dos entidades financieras norteamericanas y la comparecencia del presidente Biden tratando de otorgar confianza y credibilidad al sistema bancario norteamericano hacen que nos retrotraigamos a los peores momentos de 2008, cuando las hipotecas subprime y los créditos subordinados hundieron y colapsaron el sistema bancario mundial en un efecto riesgo sistémico perfecto prácticamente sin precedentes y que dejaba en nada la crisis de los noventa y la de los setenta. En aquel momento, la mayor parte de la deuda pública estadounidense estaba en manos chinas”.

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