Mucho se ha hablado del Mad Cool durante las últimas semanas, y no precisamente para bien. Ciertamente, el festival comenzó con mal pie en su primera jornada principal: confusiones generalizadas y colas de dos horas para entrar al recinto, esperas inaceptables para pedir bebidas en cualquier barra, sonido más que mejorable, etc. Y además, llueve sobre mojado tras la trágica muerte del acróbata el año pasado. Pero, ¿realmente han ido tan mal las cosas en esta edición del Mad Cool (con ese cartel tan extraordinario) para merecer todos los palos que se ha llevado? Vamos a analizarlo en este artículo.

Empezando el festival con la Warm Up Party

Para empezar, hay que ir un poco más atrás y aplaudir la iniciativa de la Warm Up Party que celebró Mad Cool el miércoles en la sala Riviera, un día antes de que abriera sus puertas el recinto principal. Fue una gran ocasión de ver tranquilamente a MGMT, que han lanzado uno de los mejores discos del año, y que también actuaban al día siguiente pero se solapaban con otros conciertos interesantes.

Ha supuesto un primer paso para acercarse a lo que ofrece Primavera Sound en Barcelona: conciertos complementarios de gran nivel en salas del centro durante toda la semana. Eso sí, en este caso no se accedía con el abono y había que pagar un extra, aunque 23 euros por ver un grupo de la talla de MGMT en estado de gracia resulta muy razonable. También hay que lamentar que la organización sólo informó con antelación de la hora de la apertura de puertas y no de la del concierto, que no empezó hasta más de dos horas después (antes hubo un DJ de calentamiento), lo cual fue una falta de consideración hacia los asistentes teniendo en cuenta que era miércoles. Además, en La Riviera falla tanto el sonido como la visibilidad, y desde hace muchos años resulta evidente que necesita una profunda remodelación que nunca llega.

Por lo demás, fue una gran manera de empezar el festival con unos MGMT que alternaron con maestría las maravillosas canciones del nuevo disco con los hits poperos del primero. Ojalá para próximas ediciones el Mad Cool amplíe los conciertos en salas (y no sólo en La Riviera), y permita acceder a ellos con el único requisito del abono del festival. Lo dicho, ya que han copiado unas cuantas cosas del Primavera Sound, esta es una de las mejores iniciativas que pueden imitar.

Un inicio de festival caótico

Como decía al principio, en la primera jornada principal reinó el caos en ciertos aspectos clave. El primero de ellos, el desastroso acceso al recinto: mucha gente llegó a hacer cola durante más de dos horas, en plena tarde de julio en Madrid y forzados a perderse las primeras actuaciones. Parece ser que los mayores problemas se produjeron en el acceso desde el metro de Feria de Madrid, pero desde la estación de cercanías de Valdebebas (donde fui yo, que además estaba más cerca del recinto) no llegó a tanto pese a ser también larguilla. Sí hubo aquí también una cola mucho mayor para entrar que en los días posteriores, pero parece que en comparación con la que venía del metro fue relativamente fluida.

Lo que no se puede negar es que la calidad de las bandas era espectacular. Una vez dentro, el gran E y sus Eels daban un muy buen concierto de rock repasando los más de veinte años de historia de la banda, ahora que vuelven a los escenarios con nuevo disco bajo el brazo tras un periodo de inactividad. Por su parte, Fleet Foxes demostraron que son uno de los mejores grupos de folk de la última década tocando de maravilla sus extraordinarias canciones, aunque ya empezaba a ser evidente que el sonido de los escenarios principales no estaba al nivel.

Además, hasta aquel momento habíamos estado cómodos en el recinto, con mucho espacio alrededor, pero la cosa cambió radicalmente con la caída de la noche y la llegada de la hora punta. Durante el concierto de Tame Impala quedaron al descubierto las carencias de la organización, con todas las barras absolutamente abarrotadas y colapsadas, incluso las que se encontraban en la otra punta del recinto, en lugares donde no había nadie actuando en ese momento. Las cosas que se vieron en aquellos momentos llegaron a ser grotescas, como las enormes colas que se acumulaban incluso para pedir birra a los vendedores mochileros que se paseaban por el recinto. Ante este repentino cambio de panorama y los agobios que se multiplicaban, resultó difícil disfrutar del magnífico rock psicodélico de Tame Impala, aunque estuvieron al nivel que nos acostumbran. Que por cierto, su líder Kevin Parker ya hizo un llamamiento durante el concierto para que el personal de seguridad dejase entrar a la gente en el excesivamente grande corralito VIP frente al escenario, al verlo medio vacío, un asunto que daría mucho que hablar dos días después.

La cosa pintaba mal, pero hay que reconocer que la organización supo reaccionar ante lo que se avecinaba. Algo lograron hacer para agilizar las cosas (supongo que apresurarse a traer más camareros y bebida, o solucionar ciertos problemas informáticos en los pagos que ralentizaban aún más todo), porque durante el concierto de Pearl Jam (en el que más gente había, lógicamente) fue mucho más sencillo pedir bebidas en las barras, y los problemas disminuyeron.

Y fue una alegría poder relajarse más, porque los iconos grunge dieron un concierto inolvidable después de tantos años sin tocar en Madrid. La gran voz y carisma de Eddie Vedder (uno de los mejores cantantes de rock de la historia), Mike McCready luciéndose continuamente a la guitarra, Matt Cameron (que también fue miembro de Soundgarden) demostrando su asombroso dominio de la batería… Y el extenso setlist colmó las expectativas, con muchas de las canciones más representativas de Pearl Jam: ‘Even Flow’, ‘Alive’, ‘Jeremy’, ‘State of Love and Trust’, ‘Better Man’, ‘Do the Evolution’, etc., además del nuevo single ‘Can’t Deny Me’, que sirve como crítica a Trump. Incluso hubo tiempo para proyectar un vídeo en el que los actores Javier Bardem y Luis Tosar lanzaban un mensaje de respeto hacia las mujeres y en favor del consentimiento explícito. La banda acabó con su habitual versión de ‘Rockin’ in the Free World’ de Neil Young, que nos hizo rememorar el mejor momento del primer Mad Cool dos años atrás (cuando el propio maestro Young interpretó la canción).

Tras una breve visita al escenario del dúo electrónico Justice (que actuaron en una carpa con un espacio que se quedó claramente corto para su popularidad, y donde incluso costaba verles sobre el escenario), llegaba el momento más divertido de la noche. Otro dúo, en este caso rockero: los canadienses Japandroids, que encendieron al público como siempre hacen, con una descarga de adrenalina y un temazo tras otro. Lo dieron todo sobre el escenario entre chupito y chupito, los pogos se sucedieron durante todo el concierto, y la gente estaba totalmente entregada. Si os gusta el rock y alguna vez tenéis la oportunidad de ver a Japandroids en directo, no la desaprovechéis porque es una de las mejores experiencias musicales que viviréis. Una anécdota: durante su gran himno, ‘The House That Heaven Built’, siempre hay gente del público que canta a destiempo los coros (“oh oh, oh oh, o-o-o-oh”) en la parte lenta de la mitad de la canción cuando no es el momento, y esta vez el desafortunado estruendo fue tan grande que el cantante/guitarrista Brian King y el batería David Prowse se lanzaron una mirada de consternación (aunque ya deben de estar acostumbrados).

Los problemas organizativos dan una tregua

Parecía que las cosas funcionaban mejor durante el segundo día principal del festival: los accesos al recinto eran mucho más rápidos, y pedir una bebida no llegó a ser nunca una odisea como el día anterior. Además, cuando aún brillaba el sol ya salía al escenario una de las mejores bandas de todo el cartel, las leyendas del post-hardcore At the Drive-In.

Estos fenómenos de Texas tienen entre sus filas a uno de los mejores guitarristas de su generación, Omar Rodríguez-López, y a un cantante excelente y con mucha personalidad como Cedric Bixler-Zavala (ambos son también conocidos por su otro grupo The Mars Volta, entre otros proyectos), aunque es una lástima que Jim Ward (uno de los miembros fundadores) no forme parte de esta etapa de la banda. El nuevo disco que han lanzado tras su reunión es muy digno y tiene muchas virtudes, aunque no termina de enganchar tanto como lo que hicieron antes de su ruptura original. En cualquier caso, dieron un conciertazo como siempre: las nuevas canciones sonaron bien, y tocaron muchas de su obra maestra ‘Relationship of Command’. Eso sí, se hizo un poco corto; hubiera funcionado aún mejor si los hubiesen programado de noche y con un poco más de duración.

Quien sí llegó ya de noche y con más tiempo para desplegar su arsenal fue un enorme Jack White, otro de los guitarristas clave de las dos últimas décadas, que durante hora y media nos dio el mejor rock repasando los clásicos de The White Stripes (incluyendo el himno generacional ‘Seven Nation Army’), los grandes temas de su ya consolidada carrera en solitario y también un par de temazos de otros de sus múltiples proyectos, The Raconteurs y The Dead Weather.

A continuación, Arctic Monkeys arrancaron su concierto con ‘Four Out of Five’, probablemente la mejor canción de su nuevo disco. Este sexto álbum, más lento e introspectivo de lo que nos tienen acostumbrados, dejó desconcertados a muchos fans aunque fue un nuevo éxito de ventas, pero nosotros queremos romper una lanza a su favor: la banda, comandada por Alex Turner, cada vez incorpora más sonidos y elementos a su música, y ganan en madurez con cada lanzamiento. Lo cual no quiere decir que no haya que valorar también sus inicios, que fueron una explosión de energía y revitalizaron el panorama del rock, y en el gran concierto que dieron en Mad Cool hubo variedad para todos los gustos.

Cuando estaban ya acabando salí disparado a pillar la última canción y media de Alice In Chains, y valió la pena ver algo de la mítica banda grunge, aunque fuese tan poco y ya no esté Staley. Arctic vs. Alice fue el peor solape de todo el festival, y aunque me gustan más los segundos me había decantado por ver completos a Arctic, porque ya había renunciado hace poco a ellos estando en Primavera Sound y quería verlos en esta gira.

Como decía antes, esta jornada la organización había funcionado mejor, pero estaba a punto de llegar un nuevo infortunio que volvería a despertar la indignación de miles de festivaleros. Massive Attack tenían que actuar en la misma carpa que acabó abarrotada la noche anterior con Justice, y que ahora estaba aún más a reventar de gente ansiosa por ver a la emblemática banda de trip hop. Ya de por sí la cosa pintaba a un concierto agobiante en un espacio poco apropiado para la ocasión, pero ni siquiera llegó a eso: los ingleses se negaron a salir al escenario en cuanto escucharon el sonido que llegaba desde la otra punta del festival, donde Franz Ferdinand metían caña a su indie rock festivo. Massive Attack acabaron cancelando tras hacer esperar más de una hora a quienes se congregaron para verlos, y aunque desde la organización aseguran que hicieron todo lo posible para evitar tal situación (y de paso echan la culpa de todo a la banda), no tienen excusa: es bien sabido lo especialitos que son los Massive para estas cosas, y si los contrataron debieron haberse asegurado de cumplir los requisitos que siempre exigen y evitar que llegase cualquier sonido de otros escenarios durante la franja horaria en la que iban a dar su concierto. Y si no, pues que no les hubiesen traído desde un principio y hubiesen fichado en su lugar a una banda más fácil de tratar, así de sencillo.

Por mi parte, no llegué a aguantar esa hora larga de espera estéril, y aproveché para bailar con los últimos temazos de los “culpables” Franz Ferdinand (cuyo cantante Alex Kapranos también arremetió contra el corralito VIP, por cierto). Pero para bailes, los que hubo justo después. Ya a horas intempestivas de la madrugada, The Bloody Beetroots y su particular combinación de electrónica y rock cuajaron en Mad Cool aún mejor que en el WARM UP murciano de hace dos meses: quizás por el ambiente, más multitudinario y con ganas de fiesta, que valoró más lo que tenían que ofrecer; y también porque les salió un show aún más redondo.

Josh Homme desafía a los guardias de seguridad

Ya en la tercera y última jornada, y tras un buen concierto de Jack Johnson en el que incluso interpretó ‘Rocky Raccoon’ de los Beatles junto a Portugal The Man (quienes también actuaban aquel día en el festival), llegaba el turno de Queens of the Stone Age. Ellos también se enfrentaron a un sonido que fue claramente deficiente durante buena parte del concierto, pero aun así supieron ofrecer puro rock al más alto nivel con muchos de sus mayores temazos guitarreros como ‘No One Knows’ o ‘Little Sister’ entre muchos otros (aunque hubiera estado bien que tocasen también algo de aquel lejano pero genial álbum ‘Rated R’).

Y, si los días anteriores corrieron ríos de tinta como consecuencia del caos de colas inicial y la cancelación de Massive Attack, esta tercera jornada muchos medios se hicieron eco de una anécdota en Queens. Tal como ocurrió dos días antes con Tame Impala y la noche anterior con Franz Ferdinand, esta vez fue Josh Homme (líder, cantante y guitarrista de Queens of the Stone Age) quien mostró su disgusto al ver el corralito VIP frente al escenario medio vacío, y quien pidió a los guardias de seguridad que dejasen entrar a la gente. Pero él no fue tan comedido como Parker y Kapranos: exigió a los seguratas que abriesen el corralito diciendo que esa noche trabajaban para él, y al ver que le ignoraban instó al público a saltar las vallas. La actitud de Homme ha suscitado cierta polémica, pero hay que verlo también como un necesario toque de atención a un sistema VIP más que cuestionable: y es que algo falla cuando un corralito enorme está medio vacío mientras actúa un cabeza de cartel, dando una sensación de vacío justo delante del escenario.

Por su parte, Depeche Mode volvían a Madrid poco más de medio año tras su paso por el Wizink Center, con un show similar pero con diferencias destacables. Esta vez, al tratarse de un festival, no disponían de tanto tiempo y ofrecieron un repertorio un poco más reducido (en el que por supuesto encontraron el momento para himnos como ‘Personal Jesus’, ‘Enjoy the Silence’ y ‘Never Let Me Down Again’), aunque también nos regalaron dos supertemazos que faltaron en diciembre: la lenta y emotiva ‘Somebody’, en la que el frontman Dave Gahan se tomó un descanso y cedió el protagonismo vocal al cerebro de la banda Martin Gore; y el clásico del synth-pop ‘Just Can’t Get Enough’, con el que cerraron, que resulta mucho más apropiado para el carácter festivo de un evento como este.

La noche iba in crescendo con semejantes grupazos, y alcanzó su clímax con Nine Inch Nails. La banda liderada por Trent Reznor puso patas arriba el festival con su frenético rock industrial, y con canciones tan intensas y bien interpretadas como ‘Wish’, ‘March of the Pigs’, ‘Closer’ y ‘Head Like a Hole’, además de un buen número de temas de sus últimos y notables trabajos. Se despidieron con la imperecedera ‘Hurt’, con el público cantando la triste y genial letra a pleno pulmón.

La cosa ya se acercaba a su fin, pero aún quedaba ver a Jet celebrando el 15 aniversario de su disco más exitoso (‘Get Born’) e interpretando uno los grandes clásicos del rock del siglo XXI (‘Are You Gonna Be My Girl’), disfrutar un rato de una de las propuestas nacionales del momento con Ángel Stanich, y acabar la fiesta con la electrónica bailable de Underworld, que puso punto y final con la emblemática ‘Born Slippy .NUXX’.

Haciendo un balance general, está claro que muchas cosas han fallado en esta edición del Mad Cool, la primera que se celebra en el nuevo recinto de Valdebebas. Pero también hay que reconocer que la organización consiguió reaccionar rápidamente ante los problemas más importantes que ocurrieron la primera jornada, y que el segundo y tercer día transcurrieron con relativa normalidad para un evento de esta magnitud, que aglutina 80.000 personas al día.

Eso sí, aún hubo muchos inconvenientes tras aquel espanto inicial que deberían mejorarse: la cancelación de Massive Attack, sonido regulero en los escenarios principales, el despropósito de los corralitos VIP, barras que se quedaban sin hielo o directamente sin luz, media hora esperando una hamburguesa incluso después de las 2 de la mañana, un autobús de la organización que acabó colgado de un puente (por suerte sin pasajeros), etc. Pero también hay que valorar otras cosas que estuvieron más cuidadas, como la abundancia y distribución de los baños, el gran montaje técnico de las pantallas gigantes y por supuesto la extraordinaria programación musical, probablemente la mejor de la historia en un festival madrileño.

Esperemos que en 2019 aprovechen la experiencia de este año para planificarlo todo mejor, y que la organización de este festival consiga acercarse al excelente nivel de su cartel. Que empiecen por hacer más grande el recinto y añadir más zonas en él, porque no es normal que pretendan meter el mismo número de gente o más que Primavera Sound en un sitio bastante más pequeño. O eso, o que reduzcan su aforo y pretensiones, porque este año se ha comprobado que crecer demasiado rápido puede resultar peligroso.

Os dejo ahora con unas palabras de mi compañero Julio, que quiere contaros sus impresiones generales y hablar de algunos conciertos en los que yo no pude estar. Y es que cada vez es más difícil montarse la ruta en el Mad Cool con tantos escenarios, y aquí no hay una segunda edición en Oporto como en el Primavera Sound en la que ver las cosas que me he perdido.

El apéndice de Julio

Como bien apuntaba mi socio Roberto, los fallos de la organización han deslucido un gran festival que ha crecido demasiado rápido. A los problemas ya mencionados se suman la falta de pericia del escaso personal y la imposibilidad de pagar con tarjeta en algunas barras y el exceso de la zona VIP que hace difícil que ‘Madrid te abrace’. Las notas positivas, además de las ya comentadas, el fabuloso césped artificial, que te permitía descansar en cualquier parte, y la fuente de agua gratis que, aunque también desbordada, fue un gran acierto ante la falta de otros líquidos.

Centrándonos en el apartado puramente musical y pese a los problemas de sonido comentados, en mi opinión Mad Cool ha igualado la potencia del Primavera Sound, tal y como yo auguraba. El relato de Roberto no deja lugar a dudas. Una gran constelación de galaxias a las que quiero sumar algunas pequeñas estrellas. Fidlar es una de ellas; una banda californiana cercana al punk y con una espectacular línea de bajo. Fue difícil renunciar a Pearl Jam pero me apasiona descubrir nuevas bandas. Quería ver a Carolina Durante y su famoso tema ‘Cayetano’. Aire fresco para el pop anti Taburete. Impresionante también la cantidad de peña que bailaba al ritmo de Post Malone en el escenario Koko, una de las agradables sorpresas del festival. Ahí es cuando te enteras que el trap es internacional y ha venido para quedarse.

En mi circuito alternativo del viernes también hubo tiempo para el puto amo del hip hop nacional Kase.O, descubrir la fuerza y pasión de los jovencísimos ‘poperos’ WhyWhyKa, procedentes de Malasaña, o la más veterana presencia en los escenarios de La M.O.D.A., que levantaron a las masas españolas al son de la rasgada y característica voz de su cantante, David Ruiz. Grupos que combatieron muy dignamente al a veces nostálgico cartel madcooliano.

Y a ti el Mad Cool 18, ¿te pareció un desastre, un paraíso musical o algo a medio camino? Déjanos tu comentario.

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